Tristán:
Cada vez estoy más adentrado a las profundidades de esta caverna. Mis nervios aumentan gradualmente, a pesar de que no he tenido avistamientos de sirenas. Me pregunto si en verdad la princesa estaba en lo correcto. De seguro pudo recordar mi nombre al enterarse que me habían apresado, y nos ayudó en la misión. Estoy verdaderamente agradecido con ella. No sé si será intuición o tantas ganas de hacer justicia contra los piratas, pero dió mucho de sí misma desobedeciendo a su padre y dándonos poder militar.
Escucho a lo lejos un aviso para alguien más, como si estuvieran advirtiendo de que me estoy acercando. Así que cierro mis ojos para evitar el encantamiento que pueden hacerme. Al poco tiempo, suena una hermosa voz cantando. Solo tararea, pero se siente muy relajante y dulce. Luego se unen otras tres voces. Pareciera que lo han practicado antes, ya que van en coro sin equivocarse. Sin embargo, no permito que me engañen y consigan encantarme. No tengo seguridad de a dónde voy, además de simplemente bajar. Pero cada vez se vuelven más intensas y tratan de atraparme de una forma u otra. Entonces sé que por mal camino no voy.
—Cálmate, te ves muy tenso. ¿No quieres relajarte un poco con nosotras? —me dice amablemente una sirena que nada junto a mí. Tapo mis ojos con ambas manos, y ella me toma por los brazos para que los baje.
—Esto no está funcionando.
—Conoce nuestras habilidades. Vamos al plan B. —dice una con voz más madura.
De repente siento cómo unas algas se enrollan en mis extremidades. Luego las sirenas jalan con fuerza en distintas direcciones y consiguen detenerme. No logro romperlas, deben estar usando muchas para que no pueda hacerlo. Claro, por lo precavidas que son, también andarán tomando las algas entre varias. Así serán capaces de equivaler la fuerza de un tritón. Una última se enrolla en mi abdomen y lo apretan. De esta manera, me obligan a disminuir el forcejeo, debido al dolor que siento.
—¡No! ¡No puede ser! —niego, muy preocupado.
—Sabemos que no te estás dando un paseo. Lo lamento, pero no permitiremos vivir a alguien que conozca de eso y que lo haya intentado tomar.
«¿Me matarán? ¿Eso será todo?».
Lanzan una alga más que se enrolla en mi cuello. Comienzo a usar toda la fuerza que tengo. Las lágrimas de mi desesperación y miedo salen, aunque no se note casi por estar sumergido. Jalan duro la alga en mi cuello para asfixiarme. Intento pegar un grito de auxilio, pero ya no me da la voz.
«¿Este... será mi fin?», pienso, y mi fuerza disminuye.
«Es muy duro pasar por esto. No sé si podré seguir viviendo con este dolor. Debo drenarlo, necesito hacerlo», recuerdo a mi padre, Brandon, la vez que lo dijo. Me estoy asfixiando, siento la presión.
Comienzo a recordar los momentos que ví a mi mamá llorar. Día y noche con sus ojos hinchados y el corazón partido. Esto se reflejó durante dos años enteros. El trauma de haber perdido a su hijo le ha quedado. Una marca que se mantuvo en el pecho todo el resto de su vida hasta ahora. Las acciones de papá quizás no fueron las mejores, pero nos amaba. Mamá también lo hacía. Yo sufrí esa pérdida, más al ver el sufrimiento de mis padres. Me sentía culpable. «Aiden, ¿dónde te metiste? ¿Sigues en espíritu para protegerme?». Ya no me quedan fuerzas. No puedo librarme. Tampoco estoy llorando, mi mente se está quedando en blanco.
«Lo siento, mamá. Lo siento, papá. Por ser culpable de sufrir una pérdida, y ahora tener que pasar por otra». Las sirenas ejercen más rudeza para terminar con mi vida. «Perdón por ser causante más sufrimiento. Y, muchachos, perdónenme. No soy tan fuerte como ustedes. No podré ayudarles a cumplir la misión para el bien de los demás».
«Crystal Sea jamás dejará de ser tu isla natal, pero si tus deseos implican salir al extranjero, a esto que llamas "hogar" se convertirá para tí en una prisión».
«Eres Tristán Aquarium. Puede que tengas características parecidas a las de otros. Pero nunca debes abandonar tu esencia por conseguir esas ambiciones».
«¡Vamos! ¡Sal y conoce al mundo! Quizá algún día nos volvamos a ver».
De repente las sirenas quedan sorprendidas al comenzar a sentir una fuerza mayor después de haberme debilitado. Se resisten. Forcejeo muy duro y trato de moverme de muchas maneras. Pierden fuerza y dominio. Siento una horrible incomodidad por la alga que jala mi cuello, es la que menos me permite esforzarme. Mantengo siempre los ojos cerrados, no creerán que podrán encantarme. Hablan entre ellas y le informan a una de las sirenas que no me consiguen dominar. La alga del brazo derecho se rompe. Inmediatamente tomo la que me agarra del cuello y, al intento de tres segundos, también se rompe.
—¡¡AAAAHH!! ¡¿Qué está pasando?! —dice una sirena, y abandona a las demás para escapar.
—¡No se preocupen! Difícilmente podrá con tantas de nosotras. ¡Es solo un tritón! —habla la de voz madura.
Otras se acercan y tiran las algas para volverme a tomar. Son alrededor de cinco que sujetan cada extremidad. Debido a mis movimientos bruscos, no consiguieron atinarle a mi brazo ni al cuello. Como me siento más libre, extiendo mi brazo y jalo con todas mis fuerzas al que tienen tomado. Luego las cinco sirenas que sujetaban esa alga impactaron contra una gran roca. Quedo suelto por acá también. Finalmente rompo las algas que toman las piernas con mis uñas y, con varios giros que enredan más mi abdomen, choco mi cuerpo con las sirenas que faltaban. Ya no están molestando casi y, a medida que pasan los segundos, voy recuperando la fuerza.