Lucy:
—Lucy. —es la única palabra que papá pronuncia al verme parada en su puerta.
—Papá. —digo, seria, con ambas manos tomadas.
—Veo que trajiste compañía. —confiesa después de unos segundos de impacto.
—Sí, son mis amigos.
Duramos un momento así. Él inspeccionándome con su mirada, y yo evitando tener contacto visual. La última vez que hablamos de frente fue ese día en que había escapado para llegar a Bextruz. No solamente lo dejé molesto por intentar una locura, también preocupado al saber que su hija cruzaría parte del desierto sola. Entiendo que ni siquiera tuvo idea de que volvería. Aunque sea temporada de diciembre, ya que el año pasado no regresé. Nuestra comunicación únicamente había sido mediante cartas, desde la distancia.
—Esto se siente incómodo. —le confiesa Boonie a Kevin en el oído con voz baja, pero igualmente papá pudo escucharla como la mayoría lo hizo.
—Discúlpenme. Soy Guzmán Burmeister, padre de Lucy. —se presenta y da paso al hogar, una casa ubicada en una vereda apartada del centro de la ciudad.
Tiene dos pisos, un poco grande como para que vivan tres personas. Caminamos por la sala, bien decorada de velas aromatizantes que les gusta a mi abuela, un sofá viejo y desgarrado, una chimenea y las puertas de vidrio que se desplazan para dar paso al jardín trasero. Le falta remodelación a ese baño que se encuentra comenzando el segundo pasillo. Todos se ponen cómodos en la sala. Kevin, frente a las puertas de vidrio, fija su mirada en las nubes artificiales, creadas para protegernos del sol. Leo mata la curiosidad observando todo el alrededor, sentado en el sofá. Collette hace lo mismo pero con más descaro, ya que toca cada objeto que tenemos en la sala. Boonie se nota penosa mientras que Drake anda serio todavía.
—Raymond me informó acerca de la abuela Maggie. —le confieso en el pasillo a papá.
—Cierto, entonces por eso fue que regresaste. —Ambos nos dirigimos a su habitación, que se encuentra arriba.
—Tengo la idea precisa: sacarlos de acá y mudarlos a Lastres.
—¿De qué estás hablando? ¡No podemos hacer eso! —contesta, deteniéndose un momento para verme a los ojos.
—Lo más seguro es que la abuela esté de acuerdo. Faltarías tú por tomar la decisión que te había planteado hace años.
—Decisión que nunca consideré tomar porque es una auténtica locura. ¡Aquí están nuestros hermanos y familiares!
—Lastres será un buen lugar para hospedarlos y, con el paso del tiempo, se irán adaptando. Allá dudo mucho que los rechacen y traten mal. Estuve allá el año pasado.
En ese momento escucho la tos de mi abuela, viniendo de su cuarto. Una vez entro, la veo en cama, débil, con tos y manchas verdes en la piel. Inmediatamente recuerdo a mamá presentando síntomas parecidos. Ella se alegra al verme. Aunque me habría gustado tener una charla amigable justo ahora, preferí sacar a Bookie de mi bolsito para que me ayude en atenderla. Mientras le iba dictando los síntomas y la abuela Maggie explicaba cómo se sentía, Bookie estaba buscando respuestas a nuestras dudas. Por cada dato que le dábamos, él escuchaba y los relacionaba con lo que se encontrase en su información.
—Es una enfermedad muy extraña, no se conoce la causa precisa, pero lo más seguro es que no sea hereditario. —explica Bookie—. Generalmente toma un par de años para que la persona no resista y el sistema inmunológico decaiga de forma grave. Tomando en cuenta que tratamos con un adulto mayor, lo más probable es que sean meses.
—¿Tiene alguna cura? —pregunta papá de brazos cruzados, preocupado—. Solo le hemos estado administrando tratamientos que alentan la enfermedad, pero ninguno es efectivo para curarla.
—De hecho, no. No existe cura precisa para la enfermedad, ya que se desconocen muchos datos importantes. Pero existen maneras costosas de aumentar la probabilidad de que el paciente sane.
—Ese librito resulta eficaz para esto. —comenta la abuela, sorprendida.
—Una forma es usando la magia oscura. Los magos y brujas de gran dominio son capaces de curar enfermedades por medio de las artes oscuras.
—Sí. De eso me había enterado, pero Collette no tiene esa capacidad a pesar de lo excelente que es dominándola.
—¿No hay alguien con poderes curativos? —pregunta papá.
—La doctora Lizz. El problema es que la abuela lleva unos meses, y ella es capaz de sanar cualquier herida y enfermedad en las primeras horas de tenerlas. No es eficaz cuando pasan días, menos semanas.
—Existen otras formas. —plantea Bookie, y todos le prestamos suma atención—. La habilidad del fénix o la fuente de la vida eterna.
—¿En verdad existe la fuente? —pregunta mi abuela con los ojos bien abiertos.
—Ya no contamos con esa fuente. Está clausurada y protegida por el Ministerio de Defensa. Creo que solo faltaría la opción del fénix. —informo.
—¡Tú puedes curarla! —asegura Boky en la silla al lado de la cama.
—¡¿Tienes algo relacionado con un fénix?! —pregunta papá, alterado.
—¡Ay, Guzmán! ¡Déjala vivir en paz! —le ordena mi abuela.
—Pues, poseo la habilidad curativa del fénix, pero todavía no he probado sanar a una persona enferma.