The Magic World

C125: Pasado de Lucy - Parte 2

El calor intenso del desierto me derrite. Acostada en el jardín de la abuela Maggie, trato de refrescar mi cuerpo. Ni siquiera hay agua para bañarse. Sin embargo, me sorprende ver a tantos ángeles caídos por las calles, ya sea trabajando o apoyando en alguna labor. Tenía tan solo 14 años aquél día. Recibía clases de secundaria y volvía a casa. Este mes tocaba época de calor fuerte, porque en cada marzo del año, el gobierno proporcionaba agua y pólvora de nubes para los civiles. Nunca fue suficiente el agua que teníamos de Bagres. A pesar de lo agobiante que resulta trabajar así, la mayoría de los ángeles caídos lo hacían. La familia siempre ha formado la motivación de continuar produciendo para mantenerlas. Se trata de amor a los seres más cercanos.

—Está muerta. —bromea Scarlet de 9 años, parada junto a su hermano.

—Hey, Lucy, sé que el calor anda terrible pero la abuela se molestará al verte en el jardín. —me advierte Raymond de 12 años—. ¿Cómo sigue la tía Tasmin?

Mamá había enfermado. Hace unos años presentó síntomas extraños como manchas verdes en la piel, dificultad respiratoria, fiebre y dolor en las articulaciones. Papá la llevó al médico, pero no supieron cómo curarla, solo le mandaron tratamientos especiales para alentar la enfermedad. Ha estado así bastante tiempo, jamás duró tanto. Visitamos cada uno de los hospitales y clínicas de la ciudad. No son muchos, tampoco pudieron dar más información de la que supimos desde casi el principio. Ahora se encuentra en cama, descansando y luchando día y noche con las patologías que le acechan. Nunca me expresa su debilidad. Las veces que paso a su cuarto demuestra esperanza en recuperarse y de que puede soportarlo. Aunque yo sé que algunas noches se desahoga con papá. «¡Todo está bien! Solo es una gripe molesta y difícil de acabar. Sé que saldré de esta», solía decirme cada vez que notaba mi cara de preocupación y tristeza.

—Se ve mejor que en otros días. —respondo con la mirada al césped y los acaricio con mis dedos—. ¿Ustedes qué hacen acá parados sin haber entrado a la casa?

—En realidad, decidimos salir a dar un paseo. —contesta Raymond, y Scarlet golpea ligeramente su brazo—. Bueno, lo decidí yo.

—¿Cómo estás, primita? —le pregunto, notando que tiene un moretón.

—Descubrí que odio a los payasos.

Estuve a punto de hablar, pero Raymond se adelantó. —¡Bien! ¡Por esa razón vamos a despejar nuestra mente!

Nos dirigimos a uno de los parques más cercanos. Scarlet fue cargada todo el camino por su hermano, ya que no aguantaba el calor y sudor. Hasta yo considero que es asqueroso. Me siento pegajosa y pesada. Nos detuvimos a la vuelta de la esquina para llegar, debido a que nos encontramos un ángel caído tirado en el suelo. Llamó nuestra atención, era súper extraño conseguir algunos sin hogar. Capital Angels es una ciudad frustrante y agobiante, pero jamás permiten que uno de nosotros no tenga dónde dormir. Habló por varios minutos de un impulso marino que nos llevaría al cielo, y así conoceríamos a dios.

—Quien logre semejante milagro de verlo, podrá pedirle cualquier deseo. —dice dramáticamente.

—¿Hablará en serio? ¿Cualquier deseo? —pregunta Raymond, interesado.

—¿Podré hacer que los payasos desaparezcan? —interroga Scarlet.

—¡Lo que tú quieras!

—¡No! No haremos desaparecer a nadie. —reprocha su hermano.

—¿En verdad el dios que nos mandó acá nos cumpliría un deseo con solo verlo? —pregunto, dudosa y de brazos cruzados.

—¡Claro que sí! La generación joven tiene oportunidad, porque son aquellos que no pecaron en la revolución. —responde muy entusiasta, realizando movimientos extraños con los brazos—. Pero tengan cuidado con encontrarse a los arcángeles o a los más altos rangos de su jerarquía. Ellos sí los juzgarían.

Raymond me jala un momento hacia atrás para preguntarme en voz baja—: ¿Estarás de acuerdo en ir?

—Ni siquiera sabemos si lo que dice es cierto. Tal vez solo esté inventado. Tampoco sé si dios existe.

—Oh, vamos, Lucy. Si resulta verdadero, podríamos curar a la tía Tasmin y cambiar el carácter fuerte de papá.

Durante el resto de la semana buscamos en las bibliotecas información relacionada a lo que dijo el ángel, pero no encontramos nada en todos los libros que revisamos. Raymond y yo leíamos entre páginas y consultamos al dueño de cada negocio. Scarlet solía guiarse por las páginas e imágenes que pudieran tratar sobre el tema. Vampiros, ángeles y los caídos, dragones extintos, la iglesia, gigantes, nomus, el hábitat de las hadas y el reino de dios. Me quedé en este último. Sin embargo, solo daba el mismo contenido que vemos en clase: el castigo del magnífico.

Volvimos a nuestros hogares a final de la tarde, un domingo, bien desanimados. Fuimos a investigar con todas nuestras ganas, pero pareció una teoría incierta. Siempre mantuve en cuenta que sería un invento, aunque hubiese sido estupendo que fuese real. Una vez estoy en casa, tomo una ducha y me preparo un sandwich junto a un vaso de malta con leche. De mis combinaciones favoritas, a pesar de que a mucha gente le disguste. Voy a mi cuarto a deleitarme mientras leo una novela juvenil, pero una de las voces de mis padres tras la puerta cerrada llamó mi atención. «¿Desde cuándo cierran la puerta en casa?», me pregunté. Es una regla jamás hacerlo, porque ambos lo toman como señal de aislamiento. No pude evitar acercarme a la puerta y pegar el odio para escuchar con más claridad.



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En el texto hay: personajes variados, combates epicos, lugares magicos

Editado: 27.10.2022

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