En el suelo se encuentra Raymond tirado mientras lucha con la tos que no le está dejando respirar. Su hermana comienza a subir las escaleras sin que nadie intente detenerla. Sin embargo, Lucy soporta momentáneamente el frío con el mayor esfuerzo para alcanzarla. Cada segundo que pasa se va adormeciendo. Los ojos están a punto de cerrarse. Extiende su mano hacia ella con menos esperanzas de pararla.
—¿Pi- piensas hacer esto? —pregunta Lucy, temblando del frío que siente—. ¿Llegar ha- hasta este ex- extremo?
—¡Ustedes se lo buscaron! ¡Están tratando de evitar que cumpla mi sueño! —exclama Scarlet, volteándose, y observa detenidamente a Raymond.
—¿Ya- ya te diste cuenta?
—Una vez que salga de aquí, ambos perderán la alucinación.
—¿Y s- si le causas otro efecto?
—¿De qué hablas? No es posible que cause otro efecto en él.
—¿Así pasaba co- con los ángeles?
Scarlet mira al suelo y trata de tener la mayor frialdad para no quitarle las alucinaciones a ninguno de los dos. Al cabo de unos segundos de habérselo planteado, Lucy consiguió tomarla del tobillo. La jaló con fuerza, obligándola a caer, así Raymond tuvo la oportunidad de anular su habilidad. Una vez libres, él se acerca rápido y le suministran la segunda dosis. Mientras tenía los dolores casi insoportables en el pecho y gritaba de sufrimiento, preparaban la tercera de inmediato. «No te preocupes, hermana. Todo esto se acabará pronto y buscaremos ayuda juntos», piensa Raymond.
Cuando los dolores cesaron, tocó a Lucy y miró los ojos de su hermano. Ambos cayeron nuevamente en el control de ella. Raymond queda acostado por completo en el suelo, sin poder moverse ni tener conciencia del entorno. Las distintas alucinaciones que percibe lo dejaron fuera de sí. Ver a Scarlet no será suficiente como para anular la habilidad, porque no tiene claridad ni es capaz de usar bien su magia. Él ha caído en efectos muy fuertes de la heroína sin haberla consumido. Su cuerpo vuela a otras dimensiones, tiene varias visiones y lleva aventuras inimaginables dentro de su cabeza.
En cambio, Lucy comenzó a ver uno de los pedacitos de felicidad en su vida, Tasmin, la querida madre y mejor amiga. Se levanta y camina hacia ella. Las flores que sembraron aquellas veces salen del piso mientras bailan de alegría por haberles dado vida. «¿Viste lo felices que están?», le pregunta la madre. «Siempre tuviste la idea de tener a tantas amigas en casa que hasta espaciamos un cuarto solo para ellas». A medida que avanzaba, las paredes de la casa se construían rápidamente. «Volveré en unas horas, es mi momento de brillar. ¡Lucy, no te quiero pisando mi jardín!», escucha a la abuela Maggie, y se da cuenta que está saliendo de la casa para jugar con sus amigas vecinas.
—¡Mamá! Tú... estás... aquí, y la abuela se ve tan enérgica como antes. —dice Lucy, olvidando por un momento que está en una alucinación. Scarlet, se levanta muy adolorida.
«Claro, mi dulce florecita», contesta, y le da un beso a Guzmán, el padre, quien la abraza con mucho cariño. «Oh, veo que a alguien le fue bien en el trabajo», agregó la madre. Él asiente y le hace cosquillas a Lucy. Ambos caen al suelo por el juego. Risas y risas tienen en el bello momento. «¡Scarlet!», recordó, «Ahora es capaz de darnos más de una alucinación. El poder que tiene está a un nivel demasiado alto. ¿Cómo la detendremos? ¿Dónde está Raymond? ¿Dónde estoy...?», se pregunta mientras observa su entorno.
Bextruz, la escuela para formar a magos excepcionales. Alguien toca con un dedo su hombro, y encuentra a Beatríz esperando por ella. Una vez revela el don del fénix que tiene Lucy, todos aplauden, muchos sonríen y otros comentan. Aquél día tan especial para ella. No podía creer lo que estaba viendo a su alrededor, más de una vez perdía el objetivo principal por vivir en otro mundo, en sus recuerdos o en momentos que le hubiese gustado repetir. Luego su mirada se fija en Drake, quien andaba pendiente de los comentarios que decían. De repente consigue a Boonie, la chica que estaba moviendo ligeramente su cadera de un lado a otro por lo feliz que se encontraba. Halló a Leo cerca de brazos cruzados y bastante serio para dar mejor impresión. Por último Kevin, ansioso de saber cuál don le tocaría.
—Aunque quisiera estar en estos recuerdos por mucho más tiempo, debo volver a mi realidad, porque hay un futuro que quiero construir. —dice Lucy con mucha serenidad y respira profundo. Scarlet voltea en seguida sin entender cómo pretende hacerlo—. Adiós, mamá. Cumpliste una etapa importante en mi vida.
—¿Qué rayos estás tratando de hacer? —le pregunta a gritos Scarlet, y escucha las pisadas de Tristán en la punta de esas escaleras.
Lucy abre sus alas de fénix para luego recorrerlas por todo su cuerpo. Finalmente llegan al interior de su pecho y cerebro. En poco tiempo logró eliminar las alucinaciones que tenía y todo el entorno volvió a ser el mismo. Scarlet abrió los ojos en grande casi sin poder creerlo. «¿Cómo pudo ser posible que ella anulara mi habilidad?», se pregunta, pero nota que Raymond aún está alucinando en el suelo. «No, no la anuló. Consiguió quitar la parte de mi magia que alteraba su mente. ¿Eso puede hacer con la habilidad del fénix?». No duraron casi nada para atraparla por última vez y suministrarle la dosis faltante. En esta ocasión no sintió dolor, solo se desmayó al instante.
—¿Habrá funcionando en verdad? —duda Tristán mientras la carga en su hombro.