Capital Angels, la ciudad que fue abandonada hace unos días por todos los ángeles caídos que vivían allí. Completamente desolada. Basura tirada en cada esquina. Los apartamentos vacíos. Ninguna calle es alumbrada tan siquiera por las antorchas que solían encenderlas, mucho menos velas que iluminaban los hogares. No se escucha más que el viento fuerte que emite un silbido y soplo por la noche espeluznante. Las nubes artificiales ya no son generadas, hasta las máquinas fueron dejadas en sus respectivas ubicaciones. Solo queda la luz de la luna llena en medianoche.
—Uy, uy, uy. Parece que alguien está e-no-ja-do. —dice una linda y tierna niña de 10 años mientras camina al lado.
—Todo se solucionará. —asegura su mujer más fiel, su esposa—. Tuvimos un percance, ya está.
El dueño del negocio encuentra el hotel iluminado por la luna. Solo quedaron escombros removidos y la plaza hecha un desastre. Todo concreto que estorbaba fue empujado hacia los laterales con la magia de este hombre como si se tratara de algodones. No tarda nada para conseguir la mercancía perdida. Además de haberse derramado, ya estaba seca en el suelo manchado del color turquesa que tenía el líquido. La impotencia que sintió era tan grande como la ferocidad de un león saludable. El concreto del piso se agrietaba de la intensidad de su energía que era emitida. Es imposible visualizarla, pero sí posible percibirla. La esposa tomó la mano de su hija y ambas retrocedieron con cuidado.
—Esa mercancía... equivalía al cuarenta porciento de lo que teníamos en producción. —aclara el hombre de espaldas mientras comienza a usar su magia—. No solo eso, sino que también atraparon al único y más fiel distribuidor que hacía su trabajo.
—Papi está molesto. —informa la niña, sujetando fuerte a la madre mientras se coloca detrás de ella.
—Tranquila, mi niña. Sabes que él no te haría daño.
—Debemos parar la distribución hasta que consiga a otro que pueda asumir el peso de ese trabajo. —a la vez que habla estresado, los edificios empiezan a temblar—. Y eso no es lo que más me preocupa. El verdadero problema es que hay allá afuera, no muy lejos de nosotros, una Maga Santa que anda en busca del negocio.
»Varios de los distribuidores fueron atrapados y, especialmente, Raider, el jefe de la operación. Desde un principio sabía que no sería fácil, y unos mocosos de Bextruz arruinaron el trabajo que llevaba.
—Drake Sanderict. Aún es el sujeto y objetivo para hacer posible el proyecto Z. —le recuerda la esposa. Luego toma y carga a la hija para cubrirla del desastre. Todos los edificios están siendo tragados del suelo y la oscuridad.
—Sí, pero tomará más tiempo para que despierte por primera vez cada uno de sus dones. No funcionará en su estado actual, no se compara al Rey Demonio.
Los edificios de, al menos, 100 metros cerca de ellos, son lentamente tragados por la oscuridad que está debajo. Se tuercen, las ventajas estallan, el concreto es agrietado para luego romperse en pedacitos. Finalmente las estructuras se desmoronan y quedan dentro de una dimensión llena de oscuridad. En cuestión de segundos, la calle que estaba más cercana desapareció. Toda basura, cualquier objeto, partes de los edificios y lo que tenían los hogares fueron tragados. Voltea para verlas a ambas. La hija está aterrada. Él se encuentra mucho más tranquilo, serio. De repente es cacheteado por la esposa, quien muestra una expresión dura frente a él, sin quitarle los ojos de encima.
—Sabes que no me gusta que uses tu magia enfrente de ella, jamás cuando esté presente. —le aclara seria y firmemente.
—Y-yo igual te quiero, papi. Solo qu-que, en verdad, me asusta.
—Vamos, volvamos a casa. —es lo único que dice. Toma la mano de su hija y se retiran de la zona.
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El Inframundo. Hogar y enorme terreno de los demonios, lleno de barbaridades, atrocidades y la parte más abusiva de este mundo. Violaciones, asesinatos, robos, saqueos de negocios, abusos, corrupción, secuestros... La libertad que tienen les permite tomar acciones mal juzgadas en otros reinos y pueblos. El caos, sufrimiento e incertidumbre reinan en el infierno. Aquellos que sean sensibles y con un espíritu débil caerán en la perdición.
Sin embargo, a pesar de las condiciones de vida tan difíciles allá, alguien fue capaz de entrar y salir con vida. No es reconocido por el mundo. Tampoco forma parte de alguna organización. Con sus pasos suaves, postura relajada y su manera de caminar muestra la total seguridad que siente; como si solo viniera de tomar una tasa de café por la mañana. Los medios explotaron el 1ro de enero cuando el primer hombre, después de siglos, pisó por primera vez el lugar más difícil de sobrevivir. Caminó en la entrada de un pueblo con su radiante sonrisa, siendo la atención principal de todo aquél que haya leído el periódico.
—¿Podría servirme costilla? —le pregunta el hombre, cansado, al mesero mientras reposa en la mesa.
—Hey, hey. ¿Tú eres el tipo que vino del Inframundo? —interroga un hombre borracho junto a sus dos compañeros.
—¿Qué quieres? Solo tengo hambre. Llevo sin comer cuatro meses. —contesta de mal humor, frotándose la cabeza.
—¿Cuatro meses? ¿Cómo te haces llamar? ¿King? ¿King kong?
—No tengo por qué responder eso.
—¡Se llama King! ¡Ese bastardo se... ! —decía uno de los hombres hasta ser tomado por todo el rostro.