Mael:
Por más grandes que sean los Golems, no resulta fácil hallarlos. He pasado casi 4 horas de caminata, ya casi no siento las piernas. El camino tampoco ayuda entre tantos desniveles y piedras. Entro a una cueva de muchas que hay, como frutas y me acuesto a dormir por unas horas. Los Smilers, aquellas criaturas sonrientes que salen en plena noche, intentan acercarse mientras duermo, pero no les fue posible en todo momento. Un muñeco poco más grande del tamaño de mi mano libera cantidad de luz suficiente para iluminar mi alrededor. En realidad, la luz no les afecta, solo le temen. Así pude descansar junto a las hormigas hasta la madrugada, ya para entonces mi madre se estaría preocupando.
«Un verdadero hombre se levanta temprano cada mañana para actuar», otra de sus variadas frases que me impulsó a salir de esa cueva antes que apareciera la luna. Me alimenté de comida enlatada y seguí mi paso a duras penas. Siento desde acá el frío del bosque nevado, y eso que no estoy tan cerca de allá. Los ricos del pueblo Avestruz suelen cruzarlo para disfrutar del paisaje y atracciones que han construido. Vuelven de la misma naturaleza un entretenimiento. Decepcionado, saco un bastón de punta pegajosa para sujetarme bien de las subidas muy inclinadas. Entre tanta búsqueda, finalmente conseguí un huevo partido en muchos pedazos. Quizá un Golrmita nació hace pocos días. Los huevos se deshacen meses después del nacimiento.
Una vez que bajo la mitad de la pequeña montaña, me encuentro a una buena cantidad de cristales. Los huevos están hechos de esto, y de allí salen los Golems cuando tienen la fuerza para romperlos. Estuve a punto de recoger varios pedazos hasta que un Golem del tamaño adulto pasa cerca mío. No había notado mi presencia. Me congelé por un instante. Escucho algo a mi lado, y volteo para encontrarme a un bebé Golemita. Fue tierno poder verlo de cerca, y aún así el tamaño ya era intimidante. Mide 30 veces el tamaño humano. No quería llamar la atención de la madre, pero el pequeño comenzó a llamarme con sonidos particulares a medida que me alejaba. Eso alertó a la madre e inmediatamente empecé a correr con el corazón palpitando a millón.
«Un hombre no le tiene miedo al futuro, mucho menos al fracaso. ¡Ya déjate de pendejadas! ¡No le temas a nada!», me decía mi madre, lanzando la chola que justo pegaba en mi cabeza. Sin embargo, creo que esta vez no aplicaría. Si fracaso en huir, moriré. Los Golems son muy territoriales y amenazadores con otras especies. Corro por un pasillo de piedra, pero este se derrumba como si fuese de arena. Cada golpe fuerte del Golem destruye metros y metros de mi camino. El derrumbe logró alcanzarme. A pesar de eso, sobreviví al quedar dentro de un hueco que me protegió del derrumbe. Aunque sabía que este no sería el final. Así que aproveché todo el polvo y escombros levantados para avanzar en mi huida.
2 horas después...
—¡Un Golem ha impactado la muralla! —informa un guardia, alarmado.
—¡Preparen el fuego de distracción! ¡Alejemos a esa criatura de esta zona! —ordena el jefe. De repente la vista de todos se fijan en mí. —Pero... ¿de qué se trata esto?
Un zapato perdido, el pie lastimado. Las piernas temblorosas, pero siempre tratando de mantenerme de pie. Pantalón sucio y rasgado, una rodilla raspada y botando sangre. Brazos que se sienten como espagueti, hombros bajos y espalda encorvada debido al cansancio. Sin camisa, fue hecha pedazos en el trayecto. La mochila también quedó en alguna parte, quizás esa vez que me deslicé por una bajada. Mi cara está sucia como mi pecho, y los ojos se me adormecen. Todos me observan detenidamente, tratando de comprender la situación. Yo alzo la bolsa al mismo tiempo que mi sonrisa, donde se encuentran dentro varios cristales del huevo de Golem.
—Lo logré. —digo con una gran sonrisa temblorosa, y caigo rendido al suelo.
¥¥¥
Humedad, luz azulada muy tenue que proviene de los pasillos. Apenas puede notarse debido a las gruesas bolsas que les tapan la cabeza. Muñecas amarradas detrás de la espalda, sentados en posición indio y arrecostados de la pared uno frente a otro; a tan solo unos pocos metros de distancia. El silencio abunda el lugar con apenas una tubería goteando. Ambos perdieron el conocimiento durante el trayecto. Ni siquiera están concientes de dónde se encuentran. Sin embargo, Kevin siente la presencia de cada persona en el lugar. Tristán espera pacientemente, recuperándose de la herida causada en el abdomen mientras Kevin fija su atención en los presentes.
—Dos en el pasillo central, uno en los laterales y otro en el norte, donde estamos nosotros. —informa Kevin. Su amigo se exalta, llevándose un golpe en la cabeza por el movimiento brusco que realizó—. Hay... hay dos poseedores de dones. No sé quiénes son, pero vienen hacia acá con cuatro personas más.
—Decomisaron tu bolsa. —le recuerda Tristán—. Estamos desarmados.
—No del todo. Tú posees una fuerza superior a la mía al ser un tritón, y yo todavía puedo usar mis habilidades. Estas esposas no son del material que anula la magia.
—¡Oh! ¡Eres increíble, Kevin! —le halaga, entusiasmado. Luego hubo unos segundos de silencio donde bajó la cabeza—. ¿Sabes? Yo salí de Crystal Sea para conocer humanos, además de ayudarlos a ustedes.
»Me llevé la enorme sorpresa de que buscaban mi firma, ilustraciones con esas personas y hasta conocer niños. Sentía que me trataban como alguien especial.
—Todos somos únicos, solo que con varias similitudes.