The Magic World

C155: Pasado de Mael - Parte 2

—¡Es el chico que regresó de El Valle! —informaba un desconocido al verlo.

—Fue un milagro que siguiera vivo.

—¡¿Cómo pudo ser esto posible?! ¡¿Dónde están las autoridades?!

—Inaceptable. Un niño no debe pasar por esos peligros.

—¡Alcalde! ¡¿Cómo permite que estos hechos ocurran?! ¡¿La seguridad no es suficiente como para percatarse de un niño entrando a El Valle Rocoso?!

—Estamos trabajando lo mejor posible. —respondía una y otra vez el alcalde.

Una avalancha de gente le reclamaba personalmente al Alcalde en su zona de trabajo y, en ocasiones, al frente de su casa. El pueblo Oso corre peligro por los Golems, criaturas muy territoriales con intenciones de traspasar los altos muros para expandirse. La molestia e inseguridad se acrecienta cuando un joven de 15 años entra y sale de El Valle. A pesar de la seguridad que hay con los muñecos, existen varios asuntos que las autoridades deben encargarse. Los pueblerinos solo se quejan y culpan a otros, sin hacerse responsables del hogar que tienen. El alcalde posee la habilidad de convertir a los muñecos en personas. Así recibe el apoyo de muchos guardias, ya que les otorga mejores capacidades que sus formas humanas.

—¡¿Cómo te atreviste a irte así?! —le preguntó la madre, tirándole un trapo empapado en la nuca.

—Mamá... lo conseguí. —le informa Mael con tantas vendas en el cuerpo, siendo atendido por un doctor y una enfermera. Saca fuerzas de flaqueza para tomar la bolsa al lado de su camilla y muestra las cáscaras de huevo de un Golem.

—Tú... al final... fuiste a buscarlas. —asume la madre con una mirada mucho más sensible e impactada.

—Claro, ¿qué... podría hacer sin... mi mamá?

Las cáscaras fueron el material faltante para realizar un tratamiento que alargaría la esperanza de vida a su madre por la enfermedad. Mael duró unos meses en reposo, sacrificio que valió la pena para tenerla en vida por más tiempo. Sin embargo, a pesar de ser una historia bonita y un hecho heróico, los pueblerinos desconfiaban del alcalde y el grupo de policías que protegían Oso. Para calmar las protestas, el alcalde mandó a construir academias de hechicería con el incentivo de llevarse varios beneficios para los estudiantes. Hubo muchas promociones, apoyo económico y admiración a todos aquellos futuros hechiceros. Los que se estuvieran graduando, tendrían oportunidades de empleo como cazadores de Golems y luchadores de bandidos, quienes robaban en los pueblos. A los 20 años Mael entró por interés económico. Como su madre no podía trabajar, el hermano aún era menor y los ingresos por ser hechicero activo serían altos, decidió prepararse en una academia.

—¡No entiendo a qué te refieres con soltar mi magia! —aclaró Mael, enfadado y frustrado.

—¡Debes liberar esa energía para usarla fuera de tu cuerpo! —explicaba el profesor a gritos, tocándole varias veces el hombro con un dedo.

—No comprendo esa lógica. Ni siquiera soy un ser con magia, creí que me convertirían en uno.

—¡Eso está puesto en ti! ¡¿Si no intentas convertirte en un hechicero, esperarás que los demás lo hagan por ti?! —preguntó con las manos apoyadas en la cintura. Momento que hizo reflexionar a Mael.

»La gran mayoría de seres humanos podemos volvernos seres mágicos. Nuestra energía vital podemos convertirla en mágica. Pero eso no lo conseguirás comiéndote unas hamburguesas y culpando a otros porque todavía no lo has logrado.

—¡¿Asumes que me la paso comiendo hamburguesas mientras culpo a otros?! —le interroga, aun más molesto.

—¡No lo asumo, lo aseguro con total firmeza, flaquito! —respondió con la frente pegada en la de Mael y las miradas puestas en cada uno.

Un día meditó en las montañas del Bosque Nevado. De vez en cuando llevaban a los estudiantes a esas zonas para practicar, sobre todo a los más novatos. Después de tantos intentos fallidos, Mael tuvo incontables veces la idea de abandonar la academia. Creyó que no encajaría, que esto no sería lo suyo. «Recuerda que depende más de ti que de los demás. Sin tu esfuerzo ni un objetivo claro, jamás llegarás a nada», recuerda las palabras de ese profesor regañón y altanero. «Los hechiceros debemos tener una mente muy activa, ya que debemos imaginarnos claramente lo que deseamos crear con la energía mágica. Imagina lo que quieres lograr. No crees algo aleatorio, concéntrate en un objeto o sentimiento de tu vida personal y transfórmalo». Al tener en cuenta cada uno de sus consejos, abre los ojos, extiende las manos y se concentra en crear. De repente una especie de energía sale de sus manos. Poco a poco va tomando forma hasta tener la de un juguete. El juguete que tanto usaba Gael de pequeño, su hermano.

—¡Lo logré! —se dijo a si mismo.

«El chico aprendió rápido. En tan solo un mes pudo dar forma a su magia, y en el primer intento», piensa uno de los profesores encargados del viaje. «Está siendo bien entrenado».

Cinco años después...

Un cuchillo corta las rebanadas de papas mientras otro pela una. La tabla es inclinada para echar los pedazos de zanahoria en el hervido de sopa. A la vez, el coleto limpia las habitaciones cuando la pulidora hace su trabajo en la sala. También una tasa de té es llevada al cuarto de la madre y queda en sus manos. Todo sucede simultáneamente en el momento que abre la puerta para recibir correos. Reviso cada uno de estos por encima, sin darle suma importancia a la mayoría. De repente encuentro uno interesante, pero desvío mi atención al escuchar reclamos en tonos de voz altos. Dejo las cartas y recibos en la mesa con un impulso leve de magia para tirarlos. Ninguno de los objetos detienen su actividad. Justo encuentro a Gael saliendo del cuarto de mamá, amargado y muy enfadado, dando pisadas fuertes.



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En el texto hay: personajes variados, combates epicos, lugares magicos

Editado: 27.10.2022

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