"—¿Ves a ese niño que está allá? —le preguntó la mamá del pequeño Bazasel cuando caminaban por la plaza. Él asiente, prestando atención a quien ella señala. —No debes ser como él.
—¿Qué hace mal, mami?
—Juega con los niños en la tierra tontamente, se ensucian y tiene padres que ni se preocupan por él. —respondió ella mientras observaba a la pareja sentada en el parque.—. Tú eres un niño obediente, elegante e inteligente.
—Eso se ve divertido. —opina él, caminando tomado de la mano. Cuando de repente la madre lo jala con fuerza del brazo.
—¡No te dejes llevar por esos mocosos! ¡Te lo prohíbo!
Bazasel, un niño de clase media-alta con una familia muy unida. Él era un ejemplo a seguir para otros de su edad, ya que mostraba aires de grandeza e inteligencia, totalmente reforzadas por los padres. Único hijo, y de los mejores de su clase. Solía sacar notas altas, los profesores lo felicitaban y le entregaron en cuatro ocasiones reconocimientos por el desempeño estudiantil. Como recompensa, siempre lo llevaban a comer. Los tres usualmente salían juntos. La familia, sobre todo abuelos y tíos, tenían una imagen perfecta del niño bien vestido que era lo más cercano a un prodigio. El más inteligente de los nietos y primos, quien echaría a los demás hacia adelante; un futuro líder, guía o empresario.
—¡Aquí está la familia telerín! —exclamó uno de los tíos en forma de broma con los brazos bien extendidos.
—¡Hey, Bazasel! —le llama un primo mientras los van saludando en la entrada, pero el abuelo se interpone entre los dos.
—Vaya, vaya. Me contaron que hace una semana te dieron otro reconocimiento. Nunca nos decepcionas, eh. —comenta amigablemente, tomándolo de la muñeca—. Ven, te serviré un poco de chocolate con leche para hablar de negocios.
—¿De negocios? ¿Ya con 12 años podrán tocar esos temas? —duda una prima adulta joven.
—¿De qué hablas? Yo a los 9 años quería comerme al mundo y convertirme en arquitecto. —contesta el padre de Bazasel—. Mira quién soy ahora, un arquitecto que construyó una de las universidades más prestigiosas del país. ¡Una increíble obra arquitectónica!
Él apenas pudo intercambiar miradas con su primo, y los separaron con la intención de evitar los juegos. Para la mayoría de familiares, dedicar el tiempo a esas actividades, al igual que ver televisión, te hacía menos intelectual. Mientras los primitos jugaban, Bazasel escuchaba las anécdotas del abuelo sobre sus empleados, el negocio que tenía y el manejo del dinero. Aunque siempre estuvo interesado en estar con ellos. Por lo que no prestaba atención a tanta habladera de un viejo. Tomando chocolate con leche, se quedó escuchando las conversaciones de adultos. Preferían que él estuviese dentro de ese ambiente, porque consideraban que así crecía o maduraba más rápido. Pero nunca pudo abandonar su mentalidad de niño, lo que volvía un aburrimiento extremo cada reunión familiar en casa del abuelo, la iglesia y las bodas.
Se casó una prima, a los dos meses otra, a los seis meses su hermana. Sesiones interminables de fotos se tomaban ellas con el niño bien vestido, Bazasel. En la celebración, el tío le ofreció chicha. Al beber del vaso, percibe un sabor fuerte y algo desagradable para él. No era chicha, sino ponche crema. «Vamos, toma para que te vuelvas un hombre», fue la primera vez que alguien se lo dijo. Parece que muchos estaban ansiosos por verlo crecer y, quizás, con la intención de acelerar su desarrollo. Pero su padre lo hacía de otra forma. Lo llevó a conocer hoteles, pen house, mansiones y residencias de la clase alta para convencerlo de estudiar. «Estudia y conseguirás todo esto», lo aseguraba cada vez que visitaban lugares de ese estilo.
Sin embargo, en plena adolescencia, Bazasel estaba harto de seguir un camino recto que tanto estructuraban sus padres. «Nada de videojuegos» «No pierdas el tiempo con tus amigos, mejor ve a estudiar» «Si sales mal en las notas, te echaremos de casa» «No queremos un hijo holgazán. Si no quieres estudiar, tendrás que trabajar cargando sacos de cemento; solo así sabrás lo que es bueno» «¡Escuela militar para ti!». Tantas frases amenazantes que presionaban a Bazasel para que continuara por el camino que lo han estado guiando. Pero, durante una época, comenzó a salir mal en las evaluaciones escolares. No sentía preocupación ni interés por estudiar, sino miedo de hacer lo incorrecto y de no ser el prototipo de persona que deseaba su familia.
—¿Puedes explicarme qué te pasa? ¿Ahora ya no tienes ganas de estudiar? ¿A caso nosotros estamos criando a un vago? —tiró un montón de preguntas que Bazasel no sabía si responder, porque cualquier contestación alteraría más a la madre.
—No queda de otra, le tocará estudiar en una escuela militar para que tenga disciplina. —comentó el papá, decepcionado."
«Desde que vine a Bextruz, comencé una nueva vida en la cual nadie me conocía. No habían notas ni expectativas sobre mí que ejercieran un peso en los hombros». Bazasel esquiva nuevamente un ataque múltiple, pero esta vez las flechas le generaron dos cortadas: una en el muslo y otra en el hombro. «Siento que hay mucho menos peso de responsabilidad ante la imagen que otros se creen de mí. Aunque me di cuenta que lo más importante era la forma en que yo me veía». A propósito, permite que una flecha sea clavada en el brazo y otra en la pierna. Esto con intención de acercarse lo mejor posible. Al lograrlo, conecta un cabezazo contundente que desequilibra a Deametry.