—Estoy realmente sorprendido. —admite Kevin para si mismo—. No importa a dónde vaya, siempre conoce mi ubicación.
Rincones, detrás de carrozas, al lado de una casa y hasta, si se atreve, debajo de la arena. No importa el sitio en que se encuentre, el tirador nunca lo pierde. Pero Kevin no lo puede percibir. Se está moviendo casi constantemente con la intención de ubicarlo al usar su habilidad de percepción. Los disparos son pausados, no le presionan mientras corre. Sin embargo, se vio obligado a tomar dos píldoras de curación. «Listo. Ahora, es importante que tengas cuidado con el suministro de las píldoras. Puedes consumir un máximo de tres durante el día. Si excedes, tendrías afecciones en el cuerpo o consecuencias irreparables», recuerda la explicación de Merlyn, quien es el que produce y se las proporciona. Tan solo le queda una. La guardará para un momento clave y de urgencia. «No debería perder más el tiempo. Su radio de alcance es mucho mayor que el mío, sin duda. Necesito acercarme», piensa.
—Vaya, entiendo cómo fue que enfrentaste a Suki. —habla Payton desde su escondite—. Captas cada bala antes de que se acerque, y tienes una reacción rápida. Pero me pregunto cómo pudiste derrotarla si ni eres capaz de hallarme.
De repente la bala de un rifle atraviesa la pared y pasa por un lado de la pierna, la cual fue movida poco antes del tiro realizado. Payton observa detenidamente el agujero que dejó el enemigo, asumiendo sin dudas que fue Kevin. «¿Cómo coño se dio cuenta?», se pregunta él, alterado. Una vena brota de su frente. Las balas y proyectiles pequeños de Payton recorren largas distancias. Por eso es fácil detectarlos para alguien con el 4to nivel. La bala viaja alrededor de una calle, pasa al lado de algunas casas, por arriba de personas hasta finalmente llegar al objetivo. Esto significa que cambian de dirección como un misil controlado. Fue fundamental para Kevin entenderlo, y lo hizo al recordar que Boonie lo ayudó una vez al utilizar esta habilidad.
El radio de Kevin es de menor alcance que Payton, dejándolo en completa desventaja. Sin embargo, como estrategia para conocer su ubicación, siguió el rastro de la bala. No fue al contrario de su trayectoria, ya que cambia muchas veces la dirección para mantener oculto el escondite. Siguió cada primer rastro de la bala, desde el primer punto en que la percibió. Así fue avanzando hasta encontrarlo. Pero no permitió que el entusiasmo revelara la estrategia, por lo que esperó el momento justo para atacar; siendo el instante que Payton bajó la guardia al hablar solo. No únicamente se necesita buen ojo, sino también saber cómo funcionan las armas del enemigo y qué habilidades posee.
«Maldita sea, ¡me descubrió!», piensa Payton, nervioso.
—Tu don te permite crear armas mágicas, algo que yo estoy tratando de aprender. —asegura Kevin, cambiando de posición—. Lo más destacable es cómo mantienes el control del combate desde una posición segura. Ahora que estás a mi rango, ¿qué planeas hacer?
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—¡¿Por qué te escondes?! —pregunta Beck, alterado. «¿Qué necesidad hay de alzar la voz? Tú eres un niño educado y obediente. Continúa así o no te daré más caramelos», recuerda de pronto las palabras de su madre. Respira profundo para mantener la calma.
«Lo hice... lo hice, lo hice, ¡lo hice! Pude enfrentarlo por un corto tiempo, ¡sintiendo esa adrenalina!», piensa Rooper con respiración agitada y el corazón acelerado. «¿Qué se supone que deba hacer ahora?».
—¿Cuánto tiempo planeas esconderte? Creo que debería ir a por tu amig...
La sustancia pegajosa de Rooper golpea ligeramente la mejilla del adversario. Esto no sería suficiente para herirlo, así que ejerce bastante fuerza al alzarlo bien alto y luego estamparlo contra el suelo arenoso. «¡Qué sucio! ¡Ve a bañarte que te ves terrible!», otras palabras de su madre corren por la mente cuando siente la arena en su ropa y piel. Él grita de rabia e impotencia, generando conos de dulce en los dedos. «¿Por qué no puedes contener tus emociones? Eso es un signo claro de debilidad, Becky». La mamá le llamaba como una chica, Becky, lo que tanto le enfadaba pero debía mantener la compostura. Firmeza y serenidad en todo momento, aunque estés ardiendo por dentro. Enseguida apunta con sus dedos y dispara los conos. Son clavados levemente en los brazos, pecho y muslo de Rooper. Los saca de inmediato con el error de quitarle el ojo al enemigo.
—Cometiste un error. —le informa Beck.
Con un enorme ataque de líquido dulce, lo atrapa y alza muchos metros sobre la arena. Una vez este líquido se endurece, Rooper se da cuenta que no hay escapatoria. Lo tiene acorralado. Luego el rival sube el gran pedazo de caramelo para tenerlo frente a frente.
—Me gusta que hayamos cambiado de posiciones en tan solo unos segundos. —confiesa Beck mientras acaricia la barbilla de su enemigo.
—¡Suéltame! —ordena Rooper, tratando de zafarse, pero el caramelo es muy duro y está justo a su medida para presionarlo desde las rodillas a la cintura. «Debo usar el teletransportador para mandarlo directo a la base. ¿Cómo lo haré?».
—¿En verdad crees que me atrevería? —interroga con una sonrisa de oreja a oreja—. Tú eres el único cobarde que golpea a su enemigo y luego huye. ¿Qué clase de estrategia estabas haciendo?
—Ah, creo que... bueno...
—Ninguna. —concluye Beck, sobándole la cabeza—. ¡Así que hazme un favor y cae de una buena vez!