Un ambiente tenso. Todos convocados a la única hora para charlar, exceptuando a Karthus, quien está en Halstatt. Nadie habla durante unos minutos. Keiser anda de brazos cruzados con los ojos entre cerrados. No se mueve desde que se sentó allí hace media hora. Alba le tararea a las plantas mientras las riega desde la ventana. Su voz dulce y suave las encanta. Mercy no para de maquinar su cabeza al preguntarse qué hacen ahí, aunque intuye perfectamente la respuesta y prepara su propia opinión. Todo lo contrario a ella, Merlyn duerme plácidamente encima de la mesa, sin importarle que tendrán una reunión ni que esté en pijama todavía. Su hermana envidia el nivel de relajación que él puede obtener en casi cualquier lugar. Zefirth intenta aprender de Alba en el trato a las plantas. Minerva lee un libro que le está gustando bastante, no para de mover las piernas y dar brincos cada cinco minutos.
—Deberíamos comenzar. —sugiere Keiser, a lo que todos le contestan que sí—. Los convoqué a esta reunión para hablar de un tema muy importante. Será sobre el futuro de Bextruz.
—Prometheus me ha comentado que no falta mucho para dejar el puesto. —confiesa Merlyn, sorprendiendo a su hermana por creer que andaba dormido—. Parece que quiere jubilarse.
—No es una jubilación. —corrige Alba—. Él cree que pronto dejará su vida.
Todos se congelaron por el shock del momento, pensando bien lo que acaba de decir Alba. Hasta Merlyn se despertó por completo de un brinco en su silla. «Ella es la más consciente del miedo que tiene Prometheus. Aunque, quizás, no se lo haya contado; sino que lo intuyó con la asombrosa percepción que posee», concluye Keiser, mirándola fijamente. Alba solo continúa atendiendo las plantas, el tema la pone más tensa que el resto. «Sabía que hablaría sobre esto. De seguro querrá ponerse como el próximo director de Bextruz», previene Mercy, buscando tener la palabra antes que los demás.
—¡El próximo director de esta escuela estaría por verse! ¡Aún no es tiempo para tomar esta decisión! —exclama ella de pie.
—Opino igual, pero quería contarles que él conversó conmigo para que tomara el puesto. —confiesa Keiser—. Ahora, no significa que sea la mejor decisión.
—¿De qué se tratará? ¿Por qué piensa que perderá la vida pronto? ¿Padece una enfermedad de la que no nos hemos enterado? —bombardea a preguntas Zefirth. Está muy confundido y preocupado.
—Prometheus siempre ha sido un hombre de cabeza fría, je, je, je. —comenta Minerva, jugando con el libro como si fuera una pelota pequeña—. Dudo que se haya vuelto loco.
—Si tuviese una enfermedad, nos lo habría informado. —aclara Alba.
—Todos le tememos a la muerte en cierto grado, pero, que alguien como él pierda esperanza en su propia vida, resulta extraño. —comenta Merlyn.
—Uno mismo trae a la muerte si pierde la esperanza de su vida. —opina Zefirth de hombros bajos y haciendo puchero.
—¿Tendrá algún enemigo? —pregunta Mercy, frotándose la barbilla.
—¡¿Cómo alguien como él podría tenerlo?! —interroga Zefirth en voz alta.
—Quizás no lo pregunta porque dude de su amabilidad, sino de su época como Mago Santo. —explica Merlyn.
—Yo considero la idea de que esté enfermo. —comenta Minerva, alzando la mano para hablar—. Todos llegaremos a una edad insoportable.
—Creo más en que sea por una simple jubilación. —interviene Zefirth, muy serio.
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—¿Qué haces aquí? —le pregunta Raiden a su compañero.
—Estoy calculando quién golpea más duro. —responde él, observando la pelea.
Mihael es empujado fuertemente por una onda expansiva. Consigue parar y correr directamente hacia ella, quien no titubea en el enfrentamiento. Abriendo su mano, detiene el puñetazo del chico león, mandándolo a volar de nuevo. Él muestra su persistencia al continuar realizando distintos movimientos para acercarse y meterle un golpe. Después de tantos intentos, logra despistarla e impactar uno en las costillas que la hace gemir de dolor. Dilvana trata de evitar el próximo puñetazo, pero solo fue un engaño para darle una patada en el abdomen, seguida de un gancho en su cuello. Ambos están realmente heridos, gimen de cansancio. Mihael descarga su furia contra ella con cada ataque mientras él también recibe mucho daño.
—¿Puedes parar? —pregunta Dilvana—. ¡Ya estoy cansada!
—Sí, claro, cansada. Pero terminaste aun peor que yo, y siempre creíste que eras más útil para los equipos. —se queja Mihael, señalándole con el dedo—. ¿Por qué sigue habiendo aires de superioridad? ¿Cómo no eres capaz de aceptar la derrota y valorar lo que yo hice?
—¿Qué tanto te debe importar lo que yo valore de ti? ¿Acaso no conoces tu valor propio?
—¡Lo que no entiendo es por qué no aceptas el fracaso! ¡Perdiste y no pudiste hacer na...!
Un golpe con la palma de su mano recibe. Es impulsado varios metros y arrastrado hasta detenerse por si solo. Aunque intentara luchar, el simple hecho de levantarse ya le costaba. Los dos continúan el entrenamiento mientras discuten. Por otro lado, esos dos compañeros los espectean desde cuatro pisos arriba en el estadio. Mihael y Dilvana arreglan cuentas en una de las esquinas al salir de este.
Hazel es un chico muy lindo. Mide 1,64 de estatura. Piel blanca, pecas en la cara, lunares en la parte alta de la espalda y brazos, ojos color grises como su cabello liso, suave y que le llega hasta los hombros. Suele mostrar mucho la perfecta sonrisa que tiene. Animoso, alegre y entusiasta. Viste zapatillas color café como su pantalón, camisa blanca holgada y sarcillos de cristales. Es de los más fuertes en su clase, acercándose al nivel de Hera. Disfruta bastante competir, aunque es muy solitario. No apoya el trabajo en equipo. Utiliza sus manos para apuntar como cámara a los dos tórtolos, sacando cuentas de la potencia que llevan los ataques de ambos.