The Magic World

C196: Zed

«He quedado solo con él. Los demás continúan allá arriba», piensa Leo, intercambiando miradas con el adversario.

—Tanto que me gustan las historias de dragones. No es casualidad que tenga frente a mí un dragon slayer. —confiesa Hazel, encantado de presenciar este momento.

«No es la única vez que enfrento a un enemigo por mi cuenta. Sé que es fuerte, pero estoy seguro de que podré».

—¿Sabes qué me resulta interesante de ustedes? —pregunta Hazel, caminando tranquilamente hacia él—. Que son la fusión perfecta de humano y dragón. ¿Cómo una persona puede obtener esos poderes?

—Ah, veo que conoces más que cualquiera sobre nuestra historia.

—Sí, sé que con la magia oscura es posible volverse un dragon slayer sin haber nacido como uno.

—Vas bien, pero ya no podemos seguir hablando de esto. —comenta Leo mientras señala a una esfera que transmite los escenarios en vivo, la cual se está acercando.

Inmediatamente tuvo que retroceder de manera brusca, ya que Hazel viaja a grandes velocidades para acortar la distancia. Una vez lo consigue, lanza un corte con el diente de tiburón; el cual es bloquedo. Leo tiene su brazo cubierto de llamas. Estas reducen levemente la fuerza del impacto. A pesar de ello, no fue capaz de evitar el pequeño corte que le hizo. Antes de que realizara otro movimiento, lanza un puñetazo de fuego directo al rostro. Es esquivado y enseguida recibe una patada en la cara. Parece que Hazel cuenta con cierta flexibilidad. Luego desliza su pierna para hacerlo caer, pero el dragon slayer realiza un giro en el aire mientras prepara una carga potente. «Las llamas tienen una corriente en sus brazos. En vez de cubrirlos, se mueven sin tocarlos», analiza visualmente el enemigo, sacando una enorme sonrisa.

—¡Qué divertido!

—¿Divertido? —se pregunta Leo.

Al apuntar con ambos puños, las llamas son disparadas, formando una bola de fuego de gran tamaño; cinco veces mayor al del humano. En vez de ser razón de preocupación para Hazel, él se lo toma como parte de un juego. Apretando fuerte los pies, opta una postura firme para recibir el impacto. Con su diente de tiburón, bloquea las ardientes llamas. «¡Fuah! ¡Cuánto quema!». El ardor es muy alto, tanto que lastima las manos de él aunque no entren en contacto directo. Sin embargo, al pasar cinco segundos, el fuego se desvanece. Luego toma aire, y realiza un movimiento con el diente para devolverle las llamas. Exactamente el mismo ataque que Leo lanzó.

—Contraataque. —dice Hazel.

¥¥¥.

En un abrir y cerrar de ojos, una explosión es generada en el piso inferior donde el resto se encuentra luchando. La torre se estremece, alguna parte debió desmoronarse. El hecho desconcierta a casi todos, exceptuando a Zed, quien tiene su concentración puesta en los demás. «¡Debo hacer algo para librarlas! No me lo perdonaría si me quedo aquí parado», piensa mientras trata de empujar a Raiden, pero ambos demuestran tener una fuerza similar. El enemigo no le permitirá realizar ningún otro movimiento. De repente, las palabras de alguien importante suenan dentro de su cabeza: «Congela tanto como el ardor de tu corazón». Sin entender cómo la escuchó, él abre los ojos en grande y empieza a cubrir sus brazos de hielo.

"—¿Por qué papá es así? —le preguntó Zed de pequeño a su madre.

—Él es tan frío como el hielo. —respondió, conteniendo las lágrimas en sus ojos. «Debo ser fuerte por mi hijo, no mostrarle debilidad».

Parecía ser un témpano de hielo en sentimientos. Zederick, el padre, era un formidable y valeroso mago que luchaba contra los males. Luego de una década de trayectoria, comenzó a formar parte de una división del 2do Mago Santo para ese entonces. No tuvo el papel de comandante, pero obtuvo varios logros honoríficos. Sin embargo, un hecho irrefutable era el descuido que le dio a su familia. Semanas y semanas de arduo trabajo fuera de casa. Pero lo peor nunca fue la falta de su presencia, sino las veces en que él regresaba. Como héroe, realizaba trabajos impecables y sabía muy bien cómo terminar las misiones en equipo. En casa era diferente, no quería hacerse cargo de Zed, y siempre lo negó como hijo.

No había nada interesante en ese niño para él. Saca buenas calificaciones, pero no las mejores. Buen estudiante, aunque no el más destacable. Le gusta jugar con Legos, usar piezas para armar casas, edificios, carrozas, parques y criaturas exóticas. Algo común en los niños, no es más que jugar. Se mantenía tan ocupado que ni siquiera tuvo ganas de conocerlo. Lo veía como cualquier otro pequeñín. A diferencia de la madre, quien consideraba que todos los seres humanos eran especiales; ya que cada persona tiene su propia escencia. Esta fue la razón principal de las incontables peleas en casa, de las cuales Zed buscaba esconderse bajo la cama o en un closet.

—¡¿Qué me estará importado ese niño?! —preguntó Zederick, enfadado, levantándose bruscamente de la silla y golpeando la mesa.

—¡Es nuestro hijo!

—Será tu hijo y el de ese "amigo". —corrigió mientras le apuntaba con un dedo en señal de culpa.

—8 años... Han pasado 8 años y ¿tú aún sigues creyendo que tuve algo con él esa noche?

—No tiene rasgos míos, solo los tuyos, y aquella noche, te escapaste.

—¡Porque quería darme una pausa! ¡Todo para ti debe ser planificado, estructurado y hecho tal cual como quieres! —aclaró ella con lágrimas en los ojos.



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En el texto hay: personajes variados, combates epicos, lugares magicos

Editado: 27.10.2022

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