PRÓLOGO
Cuando estalló el ruido blanco estábamos en el jardín, arrancando malas hierbas. Yo siempre reaccionaba mal, estaba harta de ese sonido, da igual si estaba en el exterior, comiendo en el salón o encerrada en mi habitación. Cuando sonaba, sus tonos agudos me explotaban los oídos como una bomba de fabricación casera. Mi familia lograba serenarse pasados unos minutos, y se olvidaban de las náuseas y de la sensación de desorientación con la misma facilidad con la que sacudían los brazos.
¿Pero yo?, yo necesitaba horas para recomponerme.
Esta vez no tendría que ser distinta.
Pero lo fue.
No entendía que podía haber pasado para provocar aquel castigo, estaba de camino al pequeño parque que hay cerca de mi casa, cuando de repente sentí un olor a chamuscado y percibí en los dientes las vibraciones del voltaje. O tal vez, con un poco de suerte, alguien había hecho realidad nuestra fantasía y había lanzado una piedra a esa maquinita. En ese caso, habrá valido la pena.
Lo único que sabía seguro era que los altavoces acababan de vomitar dos bramidos de advertencia: uno corto, largo el otro. Me incline un poco, con los pelos en punta, las manos en los oídos y los hombros tensos, dispuesta a recibir el sonido.
Los altavoces no emiten nada, lentamente quite las manos de los oídos y me acerque a esos altavoces, cuando de repente un sonido sintonizado a un volumen lo bastante elevado para hacer sangrar los oídos.
Literalmente,
El sonido desgarró los altavoces y me hizo añicos hasta el último nervio de mi cuerpo.
Se me llenaron los ojos de lágrimas. Intenté aplastar mi cara contra el suelo y el sabor de la tierra y sangre me llenó la boca. Una chica cayó al lado mío, con la boca abierta en un grito que no pude oír. Y todo a mi alrededor se desenfoco.
Sacudi el cuerpo al compás de las interferencias, enroscándose a mi misma sobre el suelo. Note unas manos que me zanzarmeaban; oí a alguien pronunciar mi nombre –Mellery–, pero yo estaba demasiado lejos y no podía responder. Me iba, me iba, me iba, me sumergía en la nada, era como si la tierra me hubiese engullido de un solo trago. Luego la oscuridad.
Y el silencio.