The Stylist

Cap.1 El Estilo De Una Estilista -parte 1-

    Si bien la pasión por dedicarse a trabajar en algo que te gusta es gratificante, obtener buenas remuneraciones por ello lo es más.

    Aunque sus motivos eran “puros”, por decirlo de algún modo, Regina también esperaba recibir pagos equivalentes a la fama de las personas a las que prestaría sus servicios.

    Pero eso era en menor medida para satisfacer su avaricia, y más para obtener prestigio y poder ganar exclusividad, es decir, al mismo tiempo que sus clientes serían solo reconocidas celebridades, ella se volvería también una, y al ganar más fama incluso las estrellas de todo el mundo se pelearían por monopolizar sus habilidades.

    Era una buena meta.

    Sería la realización de su más grande y loca ambición.

    Y lo había logrado, solo que en una forma que se distanciaba “ligeramente” del plan original,

 

    - D-de nuevo volvió a aumentar la cantidad… –

 

    Mientras revisaba una transferencia bancaria hecha a su cuenta en su laptop, Regina palideció un poco.

    Sabía que sus clientes eran especiales y peculiares, y extrapolando sus ideas iniciales de cobrar sus honorarios en base a la “altura” del cliente, perdió el rumbo, ya que de acuerdo a los estándares que había imaginado, si un cliente era muy famoso y reconocido le cobraría mucho, pero ahora tenía el problema de que su clientela pertenecía al lado clandestino e invisible del mundo.

    ¿Entonces eso significaba que no les cobraría?, siguiendo su propia lógica llegó a pensar así.

    Sin saber cuál sería una remuneración adecuada por dar sus servicios a los “fantasmas” del mundo, el cerebro de Regina hizo corto circuito así que terminó usando la carta maestra de todos aquellos que no saben cómo valuar su trabajo,

 

    - Puede pagarme lo que crea conveniente –

 

    Así como regar una taza de café a tu jefe el primer día de trabajo, este error se volvió imposible de solucionar.

    Tal cual la chica que tiró café sobre la camisa de su jefe no podría quitarse fácilmente la etiqueta de “la chica nueva torpe” sin importar que tan diligente fuera, Regina no pudo quitarse la etiqueta de “la estilista que te valúa de acuerdo a tu pago” sin importar cuanto trató después de poner un estándar de precio a sus servicios.

    El sentido común del mundo decía que al usar la frase mágica podías esperar recibir una cantidad razonable que dejaría satisfechas a ambas partes, pero al parecer el sentido común del mundo oculto dictaba que ese enunciado era un reto.

    Así fue el malentendido que llevó a que Regina Walls, una simple estilista, percibiera cifras con cuatro, cinco o hasta seis ceros como pago por sus servicios.

    Llegó hasta el penoso punto de que le daba miedo mirar cuando una transferencia era realizada a su cuenta.

    Actualmente ella tenía tanto dinero que podría dejar de trabajar y pasar el resto de su vida sin hacer nada.

    Pero Regina no era ambiciosa.

    Y definitivamente no era floja.

    Por supuesto que había anhelado tener una gran fortuna, pero solo sería el medio para un fin.

    A decir verdad, Regina ni siquiera necesitaba de grandes cantidades para vivir su día a día, era una persona regular con gustos regulares y nada expensivos.

    Sin embargo, tener dinero suficiente y no hacer uso de él, sería muy tonto, por lo que se “autoimpuso” darse varios lujos, su actual vivienda era un apartamento que compró en Midtown Manhattan, también fue a una agencia y compró un automóvil costoso, después de eso recordó que no sabía conducir.

    Aunque nunca había gustado particularmente de beber alcohol comenzó a crear una colección de vinos como pasatiempo alternativo a su verdadero pasatiempo que era también su pasión así como su trabajo actual.

    Curiosamente, no gastó casi nada sobre su propia persona, no es que careciera de vanidad, simplemente le gustaba su estilo actual.

    Le gustaban sus ojos azules herencia de su padre, y le encantaba su cabello negro un poco rizado cortesía de su madre. No era el tipo de persona que hacía dietas además de que le encantaba comer cualquier cosa que se le antojara, pero la suerte le concedió que su cuerpo se mantuviera esbelto y que todas las calorías que consumía se fueran a los “lugares adecuados”.

    Al hacer del cabello su carrera, se interesó poco en la moda, y si bien a veces gastaba en ropa que estaba en tendencia o era de diseñadores aclamados, siempre estaba más cómoda en unos jeans y una simple playera que en un elegante vestido, prefería usar calzado deportivo que altas zapatillas, y como cereza del pastel gustaba de simplemente hacerse una cola de caballo en lugar de llevar un llamativo peinado.

    No era muy extraño, aunque pareciera mala propaganda.



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En el texto hay: conspiraciones, asesinas, estilista

Editado: 24.04.2020

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