Un síntoma clásico e inevitable de los workaholics* que no sabían que lo eran, es que en algún momento chocaban con la cruel revelación de que ciertamente, cuando no estaban trabajando o haciendo algo relacionado a su trabajo, se encontraban a sí mismos sin nada que hacer y con una incómoda sensación de vacío.
*Workaholics/Trabajólicos: Personas adictas al trabajo.
En el camino de convertirse en la estilista que era en la actualidad, Regina tuvo que practicar y estudiar mucho, la parte de estudiar sí que le había sorprendido bastante, entre los trabajos a media jornada para pagar sus cursos y materiales, y el tiempo que le dedicó a estudiar las técnicas y tendencias de estilismo de todas las clases y modas, los años pasaron.
El fruto de sus esfuerzos era innegable, pero ahora que tenía éxito como estilista, Regina Walls notó que era un fracaso en las relaciones sociales, o más bien dicho era un fracaso al no haber experimentado lo que una chica joven de 22 años debería.
Nunca tuvo novio o alguna clase de romance de ningún tipo, en vez de pasar una tarde paseando con un chico ella pasó ese tiempo aprendiendo una nueva técnica francesa de corte de cabello.
Sería exagerado decir que no tuvo amigos, pero lo más certero era catalogarlos como conocidos con los que se llevaba bien, ya que nunca había salido con ellos en un fin de semana de fiesta, o salir a tomar algo en las noches de vez en cuando, Regina prefería mejor estudiar y grabar en su mente las leyes de la colorimetría de los tintes del cabello y experimentar con nuevos tonos.
Pero no hay que equivocarse, Regina Walls no era ni asocial ni tenía nada en contra de las relaciones amistosas, por supuesto no tenía objeciones en materia amorosa, era simplemente que el tiempo fue insuficiente para incluir esas actividades en su agenda diaria.
Mirando su propio camino hacia atrás, Regina estaba satisfecha y por supuesto no existía remordimiento alguno en la vida y decisiones que la habían puesto en el lugar donde actualmente estaba.
Era de noche, en el camino a su departamento compró una pizza mediana, al llegar se sirvió una copa de vino de una botella que costó varios miles de dólares para acompañar su rebanada de pizza hawaiana, que era el único tipo de pizza que le gustaba, y soltó una gran sonrisa.
En el pasado Regina tuvo una compañera que decía que su fantasía culinaria era beber un vino muy caro y fino mientras comía pizza fría barata y de la peor calidad, así que una de las primeras cosas que Regina hizo cuando tuvo la oportunidad, fue cumplir aquella extraña ambición de su fallecida amiga, y comió y brindó a su salud mientras la recordaba. Ya sea porque le daba nostalgia, o porque de verdad le agradó esa combinación, la pizza y el vino se convirtieron en parte de su dieta regular.
Anteriormente, Regina no se hizo de amistades regulares y cercanas porque estaba muy ocupada, ahora sentía que no sería muy conveniente.
La razón era muy simple, a pesar del hecho de que ella solo ofrecía los mismos servicios que cualquier otra estilista de alto nivel, había un mundo de diferencia con el tipo de clientela a la que atendía.
La prueba era lo que pasó ese mismo día.
En la mañana recibió una nota en una carta que luego fue quemada, luego ella fue a un restaurante de lujo a dar una contestación.
En esta era de la tecnología, había algunos clientes que la contactaban de esa "extraña" manera.
Un cartero le entregaba un mensaje en papel, luego de que ella lo leyera el mensaje era destruido sin dejar evidencia alguna de que hubiera existido, después iría a un lugar determinado y enviaría una respuesta por una vía diferente, se le dijo que esto era necesario para mantener la confidencialidad y la seguridad tanto del cliente como de ella misma.
El razonamiento era así, el cliente hacía su solicitud por medio de una persona confiable, y luego Regina contestaba por otra vía también muy confiable, aquí el truco es que ambas vías al ser diferentes e independientes una de otra y no saber los contenidos de los mensajes, los hacía un método más seguro de comunicarse que si un solo mensajero se encargaba de todo el trabajo.
Aunque para alguien como Regina que no vivía ni necesitaba vivir en el anonimato todo esto era algo como de película de espías, para algunos de sus clientes era el único y correcto método para hacer las cosas.
Volviendo al tema de las amistades, una vez Regina hizo pleno contacto con el mundo oculto, supo de manera tácita que no podría ir por ahí contando que existían personas con toda clase de poderes extraordinarios, o que había gente que dominaba en las sombras a los que las personas comunes creían que los gobernaban.
Entendió que necesitaba aplicar la ley confidencialidad abogado-cliente, o más bien estilista-cliente.
Y de hecho su discreción y profesionalismo en este aspecto fue lo que la hizo cada vez más popular en el lado invisible de la sociedad.
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Editado: 24.04.2020