Hace nueve años...
-¿Y...? -le pregunto, sonriendo de oreja a oreja -¿Cuál es tu platillo favorito?
Él recarga su lápiz contra los labios, sus ojos, sus hermosos ojos -una mezcla entre turquesa y gris -me miran por un segundo antes de ver hacia arriba, y ahí se quedan, por uno, dos, tres minutos.
¿Pues que hay en ese techo? Sigo su mirada, para encontrarme con un techo normal y corriente, aunque me entretengo un rato con las líneas en el, vuelvo la vista a él, confundida.
Sonríe cuando nuestras miradas chocan, y un extraño calor comienza a subir por mis mejillas.
¿Qué pasa? -preguntó, con voz de hilo.
-La carne.
Tardo un segundo en comprender y entonces frunzo el ceño ¿Este chico es tonto? -La carne no es un platillo.
-Claro que no -rie, algo que causa estragos en mí ¿Que... Es...? Tragó saliva -Los platos no se comen... Duh...
¿Duh? ¿Qué significaba aquello? Lo miro mal.
-La carne es deliciosa por si sola... -recarga la nuca sobre sus palmas unidas.
-Es bueno saberlo, Sherlock -chasqueo con la lengua.
El metal en sus dientes destella por un segundo cuando sonríe y las comisuras en mis labios se elevan sin razón.
-¿Tomaran un libro, o no?
Oh no...
-Profesora Tatiana... - parece asustado al hablar.
Y no dudo el porque, la profesora Tatiana nos mira desde sus desgastados lentes de luna con fiereza, su camisa le cuelga por las manos y su falda larga se arrastra por el piso -¿Y bien? -pregunta, rechinando los dientes, ya harta de vernos entre sus dominios.
-En verdad, que debe estar ciega... -coment... ¡Oh Dios! -Quiero decir... -¡¿Qué quiero decir?! -Que su voz... Digo sus lentes, no,no... Mejor... Emmm -¡Me va a matar! -Sus ojos... Parecen dos luceros en una tormenta.
Ambos me miran, atónitos.
Ya sabía yo, que ver las novelas de mi madre no era buena idea.
La vieja abre lo boca, ó es para hablar, ó es para comerme, no lo sé... Pero me suena más lógico lo segundo.
Pero es el chico a mi lado el que habla.
-Lo que ella intenta decir... -y me mira, me mira mucho ¿Qué, que quiere? ¿Que es lo que quieres de mí? -Es... - suspira, inclina el rostro y cierra los ojos ¿Esta rezando? Debería imitarlo -Lo que ella quería decir, es que ya tenemos un libro, y estamos estudiando para un examen.
La vieja se acerca a nosotros.
-¡No nos coma, lo sentimos! -lloriqueo -no quería decir que estaba ciega... Bueno sí, pero aún soy muy joven para morir ¡Aún tengo mucho que comer en este mundo!-ella me mira -Me enferme hace poco... ¡Mi carne no le sabra bien!
Si yo muero, ella vendrá conmigo.
La profesora Tatiana rueda los ojos, frustrada por algo y se da la vuelta.
Antes de alejarse del todo la escuchamos decir: -Debemos cambiar los programas...
Es cuando ya no la vemos, cuando los ojos hermosos se estrellan contra la mesa y me sobresalto justo a tiempo cuando la risa sale de su boca.
-¿Qué pasa? ¿Qué ocurre? -le pregunto y lo zarandeo para que despegue el rostro del libro -?Acaso, eres de esos que ríen cuando acaban de vivir una situación de riesgo mortal?
Mi amigo está loco…
Por fin deja de reír como un maniaco y me mira.
-Eres increíble.
De pronto, las cortinas se agitan, volando al capricho del viento, el libro abierto en la mesa, pasa las hojas cuál si alguien las moviera, y una brisa ligera choca sobre nosotros y el pelo de David Landgrave, cenizo y rubio se agita, ligero y sin solturas.
Y quiero volar, quiero volar con el y seguir persiguiendo al viento.
Porque al fin comprendo que es lo que hormiguea en mí y quién tiene la culpa.
En la actualidad...
Ahí estaba David Landgrave, atormentandome con su presencia, de nuevo.
Editado: 01.09.2021