Themma

Capítulo 5


DAVID


—Llegaron tarde —nos recrimina mi madre, para después agregar, orgullosa de mí:— Te vi en las noticias. Tu hermosa carita apareció en todos los canales —me dijo, estrujando los cachetes, ignorando mis buenos modos para evitar avergorzarme con mi novia.

—¿Qué hay para comer? —le pregunté, intentando desviar la conversación, acompañado de unos sutiles movimientos de ojos.

—Comida —me respondió, ofuscada. Después, se dirigió hacia Clarissa—. ¿Te gustan los macarrones con queso o prefieres tocino con huevo?

—Elijo los macarrones. La simple idea de matar a un animal inocente me parece descabellada —argumentó con toda seriedad, dejándome perplejo al descubrir que había un punto en el que no coincidíamos, demostrando que la parte del contrato que establecía que «La relación entre el sujeto y su clon tendrá una concordancia del cien por ciento de las preferencias del primero, si así éste lo decide».

En definitiva, aquello demostraba que el experimento no se había concretado con éxito. Me quedé perplejo, mas no tuve inconveniente alguno en aceptarla como era, pero yo deseaba recuperar algo de dinero.


 


 


 


 

Me quedé más tranquilo: ahora sí tendría a la mujer perfecta en todos los sentidos. Y aquello, sin dudas, no podía con mi genio.
 


El agudo grito de mi madre, seguido por el estallido de la cacerola para anunciar que la cena estaba servida, me sobresaltó, al punto de casi arrojar el teléfono al suelo. Le grité, recalcándole cuánto odiaba que hiciera tanto ruido para anunciar que era hora de comer. Le solicité que, para la próxima, me llamara como una persona normal.

—Ni tú ni yo somos normales. En la locura está la vida —se limitaba a responderme cada vez, como un monólogo bien aprendido.

Pasé a buscar a Clarissa, a quien encontré recostada en el sofá de mi habitación, aún con su azulado mono. Agendé en mi teléfono un recordatorio para salir de compras al otro día.

Y así, tomados del brazo, llegamos a la mesa, donde tres humeantes platos esperaban impacientes. El cuarto plato, tan en desuso desde la partida de mi padre, ni siquiera había sido colocado en su sitio, como conmemoración. La simple idea de no verlo me provocó escalofríos. Ahora se encontraba en el lado de Themma, tan útil como todos los demás.

—A decir verdad —dijo mi madre, buscando romper el hielo—, esta chica es mucho mejor que Sophie. La otra ni siquiera me saludaba al entrar y sólo quería que tú le pagaras las salidas— el mero pensamiento en ella hizo que casi me corrieran las lágrimas.

—Gracias, Esther —se limitó a decir Clarissa.

A decir verdad, su nombre no acababa de convencerme. Me parecía, al igual que aquel osado periodista, que se trataba de algo anticuado y creía que (si esta vez, la compatibilidad funcionaba) a ella tampoco le agradaba. Sin embargo, me dejé llevar por la recomendación del doctor, sin oponer resistencia. Ahora, se me sumaba una nueva duda a las tantas preguntas que quería hacerle la tarde siguiente.


THEMMA


 

Al parecer, dormir con un mono de veinte dólares con olor a humo no es lo más cómodo ni lo más recomendable del mundo. Por eso mismo, David sugirió que tomara prestado del ropero de su madre unos cómodos joggins y una destartalada blusa, mas yo me rehusé, temerosa por la impresión que podría yo causar en Esther si a la primer noche que durmiera en su casa ya hubiera tomado prestadas sus ropas. Me decidí, en cambio, por un pantalón negro y una remera de los Rolling Stones que encontré entre la ropa de David. No era lo mejor, pero peor era dormir con aquel vestido.
 


 

Tal como me indicaba el doctor, mi cerebro debía descansar la mayor cantidad de tiempo posible para óptimos resultados, por lo que decidí frenar la reproducción de una música que había puesto para relajarme, me trepé en una escalerilla para ocupar la parte superior de la cucheta y me recosté a descansar.
 


 

Al despertar, me encontré sola, en el oscuro cuarto y con la puerta cerrada. En principio, me aterré, mas decidí comprobar que la puerta estaba abierta y, por suerte, estaba en lo correcto. Tomé del clóset la ropa más unisex que pude encontrar: un traje de baño color salmón y una remera con una estampa al estilo Pop Art.
 


 

Mi curiosidad pudo más que mí al encontrarme con un portarretratos en donde se podía observar a David en la playa, besándose con una joven. En el mismo marco, se leía la expresión Seis meses de amor, junto a la fecha: 14 de septiembre de 2018. Escaneé el rostro de la chica para sonsacar información.
 


 

NOMBRE: SOPHIE MALDONADO
EDAD: 16
ESTADO ACTUAL: EN RELACIÓN
 


 

Al descubrir ese último detalle, me entristecí por David; no cabía la menor duda de que aquella muchacha de rizos rojizos lo había cambiado por otro tipo. Aquello, a lo que mi sistema llamó «UNA POSIBLE PRUEBA DE INFIDELIDAD», me rompió el corazón, pero no me atreví a confesárselo por dos razones: la primera, porque resulta muy ingrato de mi parte el haber investigado a aquella muchacha y luego, porque ni siquiera había estado allí un día entero que ya quería armar embrollos. Además, consideré que, tan afectado como estaba, no cesaría de seguir su actividad por las redes sociales.
 


 

—Ya veo que despertaste —me dijo David, abriendo la puerta—. Está bien que una de mis características es dormir demasiado, pero creo que el Doctor exageró —bromeó—. Alístate, porque nos vamos de compras.
 


 

—No tengo dinero —confesé, avergonzada.
 


 

—Yo tampoco. Pero tengo esto —desenfundó la tarjeta de crédito de su madre con una mueca de satisfacción—. Ella invita —aclaró, entre risas—. Puedes gastarte todo lo que necesites. Pero no tardes tanto, que a las seis tenemos cita con Helling —observé el reloj y noté que recién eran las once de la mañana. ¿Acaso tardarían tanto las mujeres en elegir un trozo de tela?
 



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En el texto hay: 150 capitulos

Editado: 10.08.2020

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