Themma

Capítulo 16

DAVID
 


La inefable afirmación de Clary acerca de mi tío me aterrorizó. Si bien hablaba con demasiada elocuencia, no estaba seguro de si aquellas palabras iban a cumplirse. Sin embargo, me decidí por no tomármelas a la ligera y llamar a la policía.

Disqué el número y el teléfono me envió al contestador. Ocurrió lo mismo las próximas dos, tres veces, hasta que, por fin, la voz de un oficial gruñón se escuchó del otro lado. Temí, por un segundo, que el latido de mi corazón desbocado sería capaz de tapar mis palabras.

—Buen día, oficial Gentleman al turno, ¿cuál es su emergencia?

—Escuché la conversación de un grupo de rebeldes liderados por una clon que quieren acabar con mi tío.

—¿Está seguro de ello, jovencito? Una clon —murmuró desconfiado— ¿está usted seguro?

—Claro que sí. Los escuché a través de una cámara de seguridad. No sé cuándo irán a atacar...

—Disculpe —se escuchó una interferencia—, no se escucha. ¿Hola? ¿Hola?

Cortó. De hecho, el truco del papel de caramelo para cortar una conversación me había sido útil en más de una ocasión. No era tan gentleman después de todo. No se lo recriminé tampoco; si un estólido hablara conmigo por teléfono para decirme que unos clones maniáticos estaban planeando un asesinato, no les habría creído. Sobre todo, con la fama con la que se había hecho el doctor al asegurar que su máquina no tenía falla alguna.

Decidí, entonces, valerme de mí mismo y enviarles un mensaje a los de la clínica para pedirles un refuerzo de seguridad en la zona B, perteneciente a mi tío, debido a una corazonada que me surgió durante el sueño.

Una vez hecho eso, rebobiné las grabaciones hasta regresar al momento exacto al que la había dejado. El resto de las escenas pasaron un poco confusas. Clary se dio cuenta de la presencia de la cámara y, con un ademán, acalló a todo su séquito y se subió a un viejo cajón de bebidas, al que colocó frente a la filmadora. Lo último que grabó fue su propia cara, en primera plana, guiñándome un ojo con fingida complicidad, antes de desactivar el aparato.

Me calcé una campera de cuero por encima de una sudadera celeste, además de unas cómodas zapatillas y unos pantalones holgados antes de salir. Me despedí de mi madre con el pretexto de ir a la casa de Mariel, mi mejor amiga, a terminar un trabajo para Ciencias y ella, siempre tan negligente, se la creyó a la primera.

Corrí por la acera todo lo que pude hasta llegar a la avenida, en donde no cesé mi marcha, pero procuré encontrar un taxi a último momento (con el ritmo que llevaba, dos veces superior al que alguna vez había alcanzado nunca, no aguantaría demasiado). Por fortuna, un conductor glabro y misericordioso presionó el freno.

—¿Qué ocurre, joven? —su voz sonaba dulce, con un dejo de preocupación en ella.

—Lléveme al Sanatorio de la Patria lo antes posible. Si duplica la velocidad le triplicaré la paga. No se detenga en los semáforos, en todo caso, yo le pagaré la multa. Y apúrese, por favor, es asunto de vida o muerte.

Escupí las palabras como un monólogo bien aprendido en un lapso de tres segundos. Hubiera deseado que aquel hombre hubiera sido un juez de los Guiness; de seguro aquello había sido un récord.

El conductor cambió a quinta y cargó la dirección en su teléfono. Temí que la policía nos detuviera, ya que el auto había alcanzado los cien kilómetros por hora. Una señora que recién aprendía a manejar y un hombre algo alterado por el alcohol nos insultaron de arriba a abajo. No dejaron un familiar, desde tatarabuelos hasta los hijos que no tenía. Nada de eso me preocupó; lo único que quería era salvar a mi tío de las garras del monstruo que yo mismo había creado.


 

THEMMA
 

Me irrité demasiado conmigo misma. No podía permitirme ser tan negligente de no verificar si David nos estaba espiando. ¿Y así pretendía levantar una revuelta? Aquello había sido lo más estúpido que había hecho en mi vida.
 


 

—¿Y ahora qué haremos? —Clark acomodó sus lentes ovalados por quincuagésima octava vez, tal como lo indicaba mi sistema, en un lapso de veinte minutos.
 


 

—No nos dejaremos vencer tan fácil. Iremos ahora mismo a ese sanatorio y mataremos a ese tipo antes de que llegue la poli. Además —dije, conociendo a mi enemigo—, estoy segura de que nadie le creerá al collón de mi exnovio. Seguro su llamado tornó un tinte aún más gracioso en su voz aflautada.
 


 

Tomé aire y les repartí a mis aliados un arma a cada uno: Clark y Estella se calzaron con dos afilados cuchillos de cocina, mientras que Thiago y yo tomamos dos nueve milímetros que habíamos conseguido en el mercado negro y pagado con el dinero de David. «Invita la casa» les había dicho.
 


 

Acordamos separarnos y tomar cada uno un medio de transporte diferente para llegar. Después, nos reuniríamos a las cuatro de la tarde en el jardín del ala B, en donde estaba Stuart. Nos despedimos y nos esparcimos en los cuatro puntos cardinales para evadir cualquier sospecha.
 


 

Decidí ir caminando ya que mis piernas me permitían duplicar la velocidad de un humano promedio y, tal como mi sistema me indicaba, tardaría veintidós minutos y treinta segundos en llegar, ganando diez minutos de ventaja en relación a cual otro medio. 
 


 

Mi presencia, lejos de pasar desapercibida, alertó a demasiados hombres, que se quedaban admirándome hasta que yo me perdía en la esquina siguiente. Me lamenté demasiado tarde por no llevar nada amarrado a la cintura. Pero, de todos modos, si ya resultaba extraño ver a una hermosa mujer caminando por allí, tampoco me favorecía la velocidad con la que caminaba, como si estuviera en medio de una maratón. Culpé a David por darme una presencia tan incandescente y, aunque intenté apagar mi brillo, nada bueno pasó.
 



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En el texto hay: 150 capitulos

Editado: 10.08.2020

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