Themma

Capítulo 17


DAVID


 

La idea de sacarle la bata a un quirurgo que ya se había ido fue excelente. Ahí estaba ahora, con traje de cirujano y una pequeña pistola entre mis manos, ante la estupefacción de todos los presentes: Clary, con cara de horror y unas calzas negras que resaltaban su silueta; una mocosa de diez años con un cuchillo y un joven apuesto cuyo cabello se abría en dos como una ola. A lo lejos, se veía al cuarto elemento, refugiado tras sus gafas de miope.
 


 

—Tú tienes tus secretos y yo tengo los míos —le respondí, alegando a su pregunta.
 


 

En el ambiente se respiraba la tensión. Clary dejaba ver sus venas debido a la fuerza con la que sujetaba el arma. La niña jugueteaba con el cuchillo y el tercero permanecía cerca de Clary, tal vez, demasiado.
 


 

—¡¡Segurid...
 


 

Comienzo a gritar, pero el muchacho, sin pensarlo ni hesitarlo demasiado, arrojó una jarra llena de agua, la cual se abrió contra mi cabeza. Sentí los cortes que el propio vidrio me causaba, mientras una catarata de líquido incoloro empapaba mi semblante. El joven no lo dudó ni un segundo y se arrodilló frente a mí, ejerciendo presión con su cuchillo contra mi cuello.
 


 

—Un paso más —su voz era demasiado amenazante— y no darás un segundo en toda tu vida.
 


 

Mientras sentía como la sangre dibujaba figuras en mi rostro, Clary se encargó de trabar la puerta con fuerza sobrehumana, para lo que pidió ayuda al puberto que estaba fuera del edificio. Entre ambos resistieron los embistes de los enfermeros, permitiendo así que la niña acuchillara a mi tío cuatro veces. Con cada estocada, sus gemidos de dolor se apaciguaban. Con cada estocada, sentía como Stuart se iba de este mundo. Con cada estocada, podía ver las consecuencias de mi fracaso.
 


 

—¡Lo tengo!
 


 

La niña gritó de emoción, quitando el puñal empapado en sangre, en un ritual letífico para ellos. El color del cuchillo hacía juego con arrebol del cielo, en donde las nubes no cesaban de moverse. Para rematar el golpe, sus pequeñas manos se introdujeron el los cortes hasta quitar el corazón, que aún tenía unos latidos débiles, y colocarlo en una bolsa de residuos patógenos.
 


 

Todos escaparon por la ventana y me dejaron junto al joven —Thiago, según escuché— que no me quitaba la vista de encima.
 


 

—¡Thiago, vamos ya, déjalo! —le ordenó Clary.
 


 

El chico quitó el cuchillo de mi cuerpo (lo cual agradecí con un parpadeo extenso) y escapó con sus amigos, para dejarme solo con el cadáver. Me di cuenta que no merecía la pena llamar a los enfermeros (Stuart ya estaba muerto) ni a la policía (los rebeldes se habían escabullido entre los ligustrines).
 


 

No voy a negarles que lloré un rato largo. Arrodillado como un niño, con mis manos sobre el cadáver, me desahucié hasta quedarme sin lágrimas. Me recriminé el hecho de que, por gofo, mi tío había abandonado el mundo.
 


 

Una vez que acabó el llanto, me puse de pie con dificultad y me acerqué al cuerpo. Las llagas que había causado el cuchillo se encontraban bañadas en sangre seca y se veía un agujero en el lugar del corazón. Sin embargo, y pese a todo el asco que me ocasionaba aquella situación, encontré algo más que nunca había visto.
 


 

Agente: F471- EEUU
 


 

La impresión en la cadenita me dejó impertérrito. No sabía qué significaba aquello. Pero decidí seguir la pista del pez pequeño, para pescar uno mucho más grande.
 


 

THEMMA
 


 

La imagen del cadáver del tío de David me acompañó durante el escape. Ojalá sólo hubiera sido el hecho de que yacía decumbente en su lecho, más el cuchillo empapado en sangre de Estella no decía lo mismo.
 


 

ARMAR RUTINA FÍSICA, agendé para mí misma al ver el pésimo estado atlético de Clark y la niña. Thiago, en cambio, corría abriendo el paso, dejando que su cabello se meciera hacia los lados.
 


 

Al final del camino, arribamos a una cueva que parecía una jungla y nos detuvimos a descansar. Por varios minutos, se oyeron fuertes jadeos por todo el lugar, como si tuviéramos el corazón en nuestras manos (no quiero que suene como una broma de mal gusto, pero uno de nosotros se lo había tomado a literal). No tardamos mucho en abrirnos paso entre los yuyos, marcando varios de ellos con restos de sangre seca, hasta conseguir escapar. 
 


 


 


 

Una vez ya en la ciudad —la de verdad, no la que se asemejaba a una selva de animales salvajes— limpiamos el cuchillo de Estella en el lavabo, dejándolo tan fúlgido como antes. Por supuesto, una vez solucionada la emergencia, debatimos acerca de mi nuevo alojamiento.
 


 

—Mi padre tiene un hotel cerca del centro —me comentó Clark—. Tal vez logre que te haga una rebaja.
 


 

—De todos modos, no te preocupes —le aclaré, esgrimiendo una pequeña tarjeta—, que David invita.
 


 

Estella y Clark se despidieron de nosotros y Thiago se ofreció a acompañarme hasta mi nuevo alojamiento. Pese a la distancia, pude ver el guiño que la niña me hizo, acompañado de una picarona sonrisa. La noche se nos venía encima; el cielo se alumbró con las estrellas y la incandescencia de una luna menguante, que comenzaba a desaparecer entre las nubes. 
 


 

Por fin, llegamos al hotel, con una mano adelante y la otra detrás. El padre de Clark en persona (una versión de él unos veinte años mayor y con una barba desgarbada) salió a nuestro encuentro, a sabiendas de nuestra situación gracias al anticipado de su hijo. Había conseguido muy buenos resultados con Helling, al juzgar por el parecido entre ambos.
 



#9579 en Thriller
#3370 en Ciencia ficción

En el texto hay: 150 capitulos

Editado: 10.08.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.