Themma

Capítulo 24


DAVID


 

Regresé a casa con el puño derecho cerrado y el izquierdo ceñido alrededor de una lata de cerveza. Mi madre, a quien había puesto al día con mis planes por si acaso me ocurría algo malo, no se asombró con mi fracaso. De hecho, al admitir la rapidez mental de nuestros enemigos, hizo que me viera obligado a apisonar de un golpe mi lata y dejar la casa con un fuerte olor a cerveza rubia.
 


 

Michelle Rogers también estaba allí, con sus piernas de publicidad de cremas corporales y un incómodo jean azul que le quedaba de maravilla. Nos saludamos y comenzamos a analizar las nuevas posibilidades.
 


 

—Al menos —comenzó mi madre, apiñándose junto a mí en el sofá—, ya sabemos dónde están. Basta con llamar a la policía y acabar con todo esto antes de descarrilar.
 


 

—Si fuera tan sencillo, querida, ya lo habríamos hecho. El único inconveniente es que no hubo ningún testigo de la muerte de tu hermano más que tu hijo.
 


 

—Yo propondría —dije— que la señorita Rogers se presente esta vez en la residencia, dado a que aún la desconocen. Una vez allí, nos aseguraremos de acabar con ellos... a mi manera.
 


 

—¿Y qué haremos?
 


 

Me puse de pie y me cambié al sofá de enfrente, lentificando la revelación. Alterné la mirada entre mi madre, Michelle, los grandes ojos de mi perro siberiano y otra vez Michelle.
 


 

—Todos conocen tu buena reputación —inicié— y es por eso mismo que te encargarás de contactarte con la joven Emma Helling con el pretexto que sea. Una vez allí, atacaremos a Clarissa en donde más le duela.
 


 

—¿Y dónde sería eso, exactamente? —inquirió la periodista.
 


 

—Preferiría reservármelo por el momento.
 


 

Nos despedimos y el encargado la guió hacia una bonita motocicleta que la esperaba a la joven. La saludamos mientras ella cardaba su cabello hacia atrás para colocarse el casco. El plan ya había comenzado a formarse. A continuación, nos dedicamos a reunir aliados a través de las redes sociales, bajo el nombre de Los Enemigos. Además, varios canales de televisión se ofrecieron para entrevistarnos. 
 


 


 


 

Al día siguiente, cuando abrí la puerta, un relámpago de flashes me cegó por completo. Los reporteros acercaban tanto sus micrófonos a su boca que casi podía sentir el sabor a metal en mi lengua. Mas, al final, la campaña del odio había dado sus frutos.
 


 

—¿Qué me dice de la policía, está de su lado? —un periodista comenzó con la entrevista.
 


 

—Por favor, acompáñenme a la sala -me ofrecí, más cordial que nunca en mi vida—. Allí estaremos más cómodos.
 


 

En diez minutos habíamos improvisado una sala de conferencias tras la cual se agolpaban tras las cámaras, obcecados por conseguir las primicias.
 


 

—¿Qué me dice de que la señorita Helling haya decidido colaborar?
 


 

Me alegré mucho al oír eso y formulé una respuesta extensa en donde hablaba de la importancia de unirnos contra un enemigo común que entusiasmó a todos los presentes, que acabaron loando mi nombre con creces.
 


 

—La última pregunta, por favor —anuncié, extenuado tras una la
conferencia de prensa para la cual no me había preparado, mientras señalaba a un jovencito de un canal bastante nuevo.
 


 

—Buenos días, aquí Martín Moreno del diario De la Mañana. Me gustaría saber qué hizo cuando se enteró del nuevo proyecto de ley que los opositores han propuesto.
 


 

—¿Disculpa?
 


 

Su inquietud me descolocó; no sabía nada de ello hasta entonces. Además, no podía permitir que una basura científica quisiera cambiar nuestro país para sentirse a gusto.
 


 

A aquello sí que no se lo permitiría...
 


 

THEMMA
 


 

—Artículo primero —la voz de la presidenta de la Honorable Cámara de Diputados comenzó a recitar el proyecto con el cual habíamos inmolado horas y horas de sueño—: Se establece mediante el siguiente artículo la prohibición de la libre distribución y tenencia de clones por todo el país.
 


 

Varias caras de desaprobación se fueron observando a medida que el camarógrafo cambiaba de una persona a otra. La anciana no pudo disimular su falta de interés por mi protesta.
 


 

Desde la cocina de la casa de Susana nos agolpábamos los tres junto a un televisor de veinte pulgadas a blanco y negro que tenía que haber pertenecido a Colón. Thiago había comprado frituras y me había enseñado a hacer galletas en forma de corazón (siendo que tenía disponibles más de veinte moldes diferentes). 
 


 

La vieja reanudó su discurso luego de depirar su atril con un paño húmedo.
 


 

—Artículo dos: Se prohíbe la utilización, venta, compraventa, tenencia, alquiler o tráfico de clones en el territorio de los Estados Unidos, conforme a la Ley de Protección de Personas artículo número...
 


 

De acuerdo con los resultados de las encuestas, tan sólo cinco diputados estaban de acuerdo con nuestra idea. «Al menos es un avance» me dije. Parecía que cambiar sus pensamientos sería más complicado.
 


 

—Artículo tres: Se le conceden a todos los clones, sin distinción por edad, sexo, religión ni eslabón social, todos los derechos humanos cubiertos en cada uno de los tratados internacionales avalados en nuestra Constitución. Esto incluye la libertad, el derecho a la propiedad, seguridad, justicia, fraternidad, salud y educación, entre muchos otros.
 


 

El momento crucial se acercaba poco a poco; la voz de la anciana anunció que en cinco minutos comenzaría la votación. Antes de ella, tres hombres se abstuvieron y una de las diputadas expresó su desencanto tras abandonar el recinto. 
 



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En el texto hay: 150 capitulos

Editado: 10.08.2020

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