Themma

Capítulo 33


DAVID


 

Tardé una hora y media en narrar mi historia, interrumpido por un millar de preguntas protocolares y sólo unas pocas de veras importantes. No quería sonar que, a mi edad, con las hormonas a flor de piel, buscaba a alguien para satisfacer mi lujuria, mas lo cierto es que sólo necesitaba alguien que me comprendiera y consintiera.
 


 

—¿Tienes pruebas de todo lo que dices? —frunció el ceño tras unos enormes lentes mariposa que se había colocado para concentrarse mejor.
 


 

—Tengo un contrato con el Doctor Helling que lo prueba —aseguré.
 


 

—Está bien, aceptaré la evidencia —se resignó ella—. Pero no creas que esto te libere de sospechas.
 


 

—En absoluto.
 


 

Me despidió con un beso cerca de la boca y me pasó su número de teléfono por si encontraba o recordaba algo. Tomé su contacto como realmente era, un asunto demasiado serio, y no como una señal de triunfo en mis pesquisas femeninas.
 


 

Mi madre, que me esperaba en la puerta con un sándwich de pavo recién armado instó para conocer los detalles y cuál había sido el ultimátum de la detective. Una vez más tranquila, regresó al trabajo, sin importarle que llevara veinte minutos de atraso.
 


 

Mi teléfono vibró en mi pantalón y una voz femenina perforó el aire. Casi podía oler su perfume cada vez que hacía ondear su cabello para escucharme mejor.
 


 

—¿Eres David Cecil, sobrino de Al Stuart Maldonado? —tenía el presentimiento de que a aquella joven la conocía.
 


 

El modo en que lo llamó, usando su primer nombre —Al—, me sorprendió. Desconocía que otra persona ajena al círculo familiar lo tratara de aquel modo.
 


 

—¿Quién habla? —inquirí, esperando escuchar algunos avances en la investigación.
 


 

—Eso no importa, al menos, no ahora —su presencia me transmitía calma, por más lejos de mí que estuviera—. El punto es —se apresuró por ir al grano— que necesitaremos que recojas un documento en casa de tu tío. Según me han informado, tú tienes las llaves de su casa. ¿Es eso cierto?
 


 

Dudé unos segundos en si debía responderle o no. La detallada confesión que acababa de hacerme me hizo estremecer, sobre todo, dado a que aquello era un secreto familiar. Comenzaba a dudar de sus intenciones.
 


 

—¿Eres subordinada de Nemo? —pregunté.
 


 

—No sé quién será ese tal Nemo. Obedece y ya —me ordenó.
 


 

—¿Por qué debería? —intenté sonar como un tipo rudo.
 


 

—Querido David —su tono denotaba un sarcasmo que sólo se consigue con la práctica—, ¿acaso eres tan necio para creer que, al igual que a tu número, te podremos encontrar en cualquier lado que nosotros queramos? 
 


 

—¿Qué quieres de mí? —procuré hacer más tiempo.
 


 

—Sólo ve a la casa de tu tío y llámame al llegar —concluyó.
 


 

—¿Y después?
 


 

—No te apresures. Ve y cumple con lo que acabo de pedirte. ¡Adiós! —estrelló el teléfono para cortar.
 


 

Le mentí a Esther, afirmándole que estaba por visitar a mi tío en el cementerio y partí hacia casa, para recoger las llaves y luego marcharme. Tomé unos cuantos atajos (no quería enfadar a la mujer misteriosa) y me encaminé rumbo a mi hogar. 
 


 

Al abrir la puerta, sin embargo, me topé con mi madre sujetando una aspiradora (lo cual era un gran progreso para ella), quien me miró extrañada.
 


 

—¿No ibas al cementerio? —comenzó ella.
 


 

—¿Y tú a trabajar? —contraataqué, con la famosa evasiva de la segunda pregunta.
 


 

—Me dieron el día libre, pensé en llamarte pero me decía que estabas hablando con alguien más. Al parecer, te colgaste bastante, je, je —bromeó—. A propósito, ¿quién era?
 


 

—Una vieja amiga de la primaria. Nadie importante —le aseguré.
 


 

—Ahora pasemos al segundo punto, ¿qué haces aquí? Deberías estar en donde prometiste.
 


 

—¿E ir con una remera estampada floreada y unos shorts rosa? —aventuré.
 


 

—Tienes razón. Ve a cambiarte, que no me gusta que salgas solo a la siesta menos con esa pinta. Vas a un cementerio, no a la casa de tus amigos —remarcó.
 


 

—Está bien mamá —respondí levantando la mirada en señal de ofuscación.
 


 

Media hora más de caminata me llevaron a una cabaña de madera antigua y descuidada, con macetas bajo las ventanas y una puerta de madera a medio caerse. La empujé un poco y esta cedió, de más, hasta acabar cayéndose de un porrazo (lo cual significaba que me había preocupado y arriesgado por buscar unas llaves que no necesitaría). Una vez dentro, palpé mi bolsillo y devolví la llamada al último número con el que había hablado, con prefijo árabe.
 


 

—Ya estoy aquí —confirmé—, a la espera de más órdenes.
 


 

THEMMA
 


 

Thiago se había pasado todo el día insistiendo en que quería encontrarse él mismo, cara a cara, con su padre, hasta que acabó convenciéndome. Me vi obligada a encargarle a Estella una peluca rubia, otorgándole a mi novio un pelo corto ondulado, agrandándole la nariz con masilla y colocándole lentes de contacto azules. Visto de ese modo, con el nombre de Lord Swiller, se entrevistaría con su propio padre.
 


 

En un local de cinco metros cuadrados, todo pintado de blanco y con un inmenso cartel que versaba Clean King junto a su respectivo logo, se sentó Thiago a esperar la entrevista. Por fortuna, la cuadra no era muy concurrida, mucho menos por la noche, lo cual nos pondría al margen de las sospechas.
 



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En el texto hay: 150 capitulos

Editado: 10.08.2020

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