Themma

Capítulo 50


DAVID


 

Nemo garabateó un par de notas en su desvencijado cartapacio y lo cerró de un sopetón al instante. Luego, se acercó hacia mí caminando con impericia, lo cual confirmó mi dialéctica de que un posible disparo había logrado herirlo, y me susurró unas palabras al oído, cual si estuviera demasiado seguro de que alguien estaba tras nosotros, dado a la cautela de su tono.
 


—Tenemos órdenes superiores de asistir al Puerto Municipal, muelle quince dentro de una hora. Allí recibiremos las próximas instrucciones —me glosó.

—¿Tenemos? —lo interrogué, percatándome de que podría ser una encerrona para librarse de mí.
 


 

—No hay tiempo que perder —concluyó él, jalándome del brazo para que lo siguiera y, tras mis vanos intentos para desasirme de sus brazos, comencé a correr a la par suya.
 


 

Penetramos en el frugal pasadizo por segunda vez, esta vez, se parecía más a una sala de estar eterna, con lucecillas tintineantes a los lados y una alfombra de segunda mano sobre el piso y una guarda con motivos bélicos y medievales que casi no alcancé a comprender, por la velocidad con la que pasamos por ellas. Nemo no cesaba de encomiar las maravillas realizadas por sus socios, afirmando que, sin su trabajo, nada de eso estaría ocurriéndonos en aquel momento.
 


 

Un niño inclusero, uno más de la pandilla, nos indicó la ubicación del muelle y deslizó una nota furtiva a mi compadre mediante un apretón de manos, que éste se cuidó de abrir en un lugar apartado, valiéndose de un pequeño fanal, ocultándolo ante mis propios ojos, axioma que delataba su importancia. Acto seguido, sacudió su mano izquierda para espantar una mosca molesta y, con la derecha, se deshizo en señas para indicarme el camino a seguir.
 


 

A las cuatro de la mañana (más tarde me enteraría de un modo de determinar la hora con tan sólo ver las estrellas gracias a un video que vería por Internet) todo el paisaje del puerto parecía como si un enorme gigante lo hubiera puesto en pausa; lo único que bamboleaba a lo lejos era el cuerpo de un beodo que no cesaba de atizar su botella contra la cubierta de un barco, metiendo la lengua en el pico para recolectar las escasas gotas de su elixir, alicentado por el alcohol. Tres barcos amarrados con fuertes cuerdas reposaban sobre las aguas en calma y el silencio que se desprendía de ellos daba muestras de que nadie habitaba allí.
 


 

—Mira —me señaló Nemo, indicándome un poste con la inscripción XV tallada en madera vieja, y me maravilló su inefable visión.
 


 

Nos acercamos, cachimbas en mano, y procedimos a zafar las cuerdas con esfuerzo, maldiciendo la infalibilidad de los nudos de los marinos. Tras un enorme esfuerzo, unos desdeñables trozos de soga continuaban amarrados al enorme tronco, viéndonos obligados a desgastar nuestras uñas casi carcomidas por la tensión que habíamos pasado en la prisión. Mis dedos acabaron llenos de callosidades, infectados asimismo, por astillas que nosotros mismos habíamos ocasionado. Mis dedos ardían hasta cuando intentaba peinar mi hirsuta cabellera, resignándome a continuar por la noche como un científico maníaco.
 


 

Siguiendo las instrucciones que Nemo había recibido de su misterioso jefe, debíamos ocupar la embarcación y buscar por dos bidones de bencina que estarían sobre la cubierta, bajo los cuales se encontraba una trampilla que nos ocultaría durante el resto del viaje. Las estrictas órdenes de no provocar ruido alguno bajo ninguna circunstancia, se vieron a un lado tras el crujir de las maderas, obligando a mi compañero a desplegar sus conocimientos y a demostrar cuán funambulesco podía llegar a ser.
 


 

En un principio, conectamos el golpeteo que se oía en cubierta con el choque de las olas contra el barco, mas a medida que estas aumentaban en su intensidad, nuestra teoría se ponía cada vez más en duda. Henchimos nuestros pulmones con aire, a la espera de arrojarnos a la mar ante cualquier inconveniente, mas los intrusos no nos dejaron reaccionar. Sujetaron, en cambio, mis brazos y pies con sus tenazas y su aliento a pescado atosigó mi olfato, pese a que había pescado un resfrío al exponerme desabrigado a una noche ventosa, lo cual me hizo pensar en mi madre persiguiéndome con un pulóver rojo que a mí me encantaba por toda la plazoleta cuando tenía tres años.
 


 

—Con que hurgando en mi barco —la voz del godo capitán, un hombre gigantesco a juzgar por su caudal vocal, nos sorprendió a ambos—. Les enseñaré lo que hago con mis intrusos —concluyó.
 


 

Luego, una cachiporra me derribó unos cuantos dientes antes de someterme en un letargo profundo.
 


 

THEMMA
 


 

Al martes siguiente partimos rumbo al aeropuerto Thiago, Estella y yo, los tres Elegidos —como nos hacíamos llamar, entre risas, desde que los demás nos habían elegido por nuestras aptitudes para viajar hasta San Diego a saldar cuentas con una nueva vendetta con la dueña de la pobre Mónica antes de que fuera demasiado tarde—, cargados de unas pesadas maletas, que el gentil conductor del taxi se negó a cargar.
 


 

Si bien no eran siquiera las seis de la madrugada, más de una víctima del incorregible apetito mañanero de zampaba con un desayuno a base de huevos y tocino que debían de haberle valido una fortuna. No obstante, miles de naifes circulaban a nuestro alrededor, ignorantes de nuestros propósitos; varios hombres se detuvieron en mis atributos y pude observar cómo se tomaban su tiempo para recordar a la perfección mis curvas.
 


 

Haciendo caso omiso a todo aquel (o aquella, no se imaginan lo envidiosas que pueden llegar a comportarse las mujeres cuando sus maridos se voltean tras otras) que nos miraba, nos dirigimos al tercer andén del cual, de acuerdo con nuestros boletos sacados por Internet, partiría el Ráfaga Two, el nuevo modelo de aviones que tanto había revolucionado a la humanidad en el último tiempo. Se decía que morir por una falla era meramente imposible y hasta varios cazafortunas intentaron varias veces métodos ilegales para conseguirlo, delitos punibles que acabaron con sus esperanzas de ganar el millón de dólares que la compañía prometía a todo aquel que lo consiguiera en el primer lugar.
 



#8552 en Thriller
#2987 en Ciencia ficción

En el texto hay: 150 capitulos

Editado: 10.08.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.