El sol brillaba intensamente sobre la ciudad costera de Avelar , iluminando las calles adoquinadas del mercado central. El bullicio era constante: el sonido de los pregoneros que anunciaban sus mercancías, las charlas de los vendedores, el cántico de las aves en las jaulas. Rowan Gray caminaba entre los puestos, observando más de lo que compraba. No era un hombre que se dejara llevar por las compras impulsivas, pero sí por las historias y los rumores que surgían en estos lugares. Un buen rumor , pensaba, era más valioso que cualquier prenda de seda o jarra de vino.
Se detuvo frente a un puesto lleno de mapas . Los papeles antiguos estaban cuidadosamente dispuestos, algunos con rastro de tinta desvanecida , otros con dibujos extraños de islas remotas o fortalezas olvidadas .
Mientras miraba un mapa que mostraba lo que parecía un puerto, el dueño del puesto, un comerciante de rostro arrugado y ojos afilados, se acercó a él con una sonrisa taimada.
— ¿Buscando un viaje? —preguntó el comerciante, con voz suave pero cargada de intención .
— No más de los que ya he hecho. —Rowan respondió, manteniendo su tono relajado, pero con una chispa de humor.
— Aunque si tienes un mapa que me lleve directo a la cama con una botella de vino, sería perfecto.
— Quizás algo mejor que eso. —dijo el comerciante, acercándose a Rowan con una pieza envuelta en lienzo gastado . Al deshacerla, reveló un mapa antiguo , con símbolos extraños y bordes rasgados.
Un mapa para encontrar tesoros perdidos, o solo otro de esos que me prometen llevarme a la tienda de "recuerdos" de la ciudad? —Rowan bromeó, pero su mirada se detuvo en el mapa. Había algo peculiar en él, algo que no podía ignorar.
El comerciante, viendo la oportunidad de hacer su venta, le explicó en voz baja, como si temiera que alguien lo escuchara:
—Este mapa... lleva a un lugar olvidado por el tiempo. No muchos lo conocen, y los que lo han buscado, nunca regresaron.
—¿Y tú... lo has encontrado? —Rowan lo miró con una sonrisa burlona.
—No. Pero sé que alguien lo hará, y quién lo hará... cambiará la historia.
El tono serio del comerciante atrapó la atención de Rowan, y por un instante, el humor desapareció de su rostro.
— ¿Por cuánto? —preguntó con cautela, mientras evaluaba las intenciones del hombre.
—Lo que quieras darme Joven , al final ya estoy viejo para estas cosas , dijo con un tono de lástima.
Rowan le pago a aquel hombre y se quedó con el mapa, dándose cuenta de que algo en su interior le decía que no era simplemente una pieza de cartografía. Había algo más en él, algo más importante de lo que el comerciante estaba dispuesto a compartir.
Rowan guardó el mapa bajo su capa y se despidió del puesto con una última broma.
—Y recuerda si alguna ves encuentras ese tesoro , guardame un poco .
El mercado seguía su curso, pero Rowan no pudo quitarse la sensación de que algo extraño comenzaba a moverse a su alrededor. Decidió salir del bullicio, pero al girar en una esquina cercana, notó a dos hombres rudos que lo observaban desde una distancia. No era una mirada casual, sino una que indicaba algo más.
¿Qué tenemos aquí? —murmuró uno de los hombres, mientras el otro no dejaba de mirarlo, como si esperara que Rowan reaccionara.
—¡Oh, no! —Rowan exclamó en voz alta, girándose de repente hacia los dos hombres. — ¿Dos guardias más? ¿O acaso me han confundido con el tipo que les deben a todos?
El primer hombre no pareció entender la broma y avanzó hacia él. —Nosotros no te debemos nada, chico simplemente queremos el mapa que tienes.
La tensión aumentó, pero Rowan, sin perder la calma, aprovechó su agilidad para retroceder rápidamente entre la multitud. Con una sonrisa astuta, se desvaneció en el caos del mercado, cruzando pasillos estrechos y saltando por encima de los puestos. Sabía que no era el momento de pelear, pero sí de escapar .
Al llegar a un callejón lateral, se detuvo a tomar aire. Sus pensamientos giraban sobre el mapa que había adquirido. ¿Qué era lo que realmente le había mostrado al comerciante? ¿Y por qué esos hombres lo seguían?
Mientras tanto....
La niebla comenzaba a envolver las afueras de la ciudad, donde los edificios se volvían más distantes y las sombras se alargaban bajo la luz de la luna. En una taberna rústica oculta entre árboles y rocas escarpadas, tres hombres se adentraban en el lugar con el aire cargado de frustración. Sus rostros estaban surcados por cicatrices, y sus ropas, aunque de aspecto común, denotaban un estilo de vida rudo. Sin duda, eran hombres acostumbrados al peligro.
El primero de ellos, un tipo de cabello oscuro y ojos fríos, con una cicatriz en la mejilla que le daba un aire de dureza, se llamaba Garrick. A su lado iba Lorne, un hombre de complexión fuerte y mirada sombría, cuyas ropas deshilachadas indicaban que no temía ensuciarse las manos para conseguir lo que quería. El último de los tres, Finn, parecía ser el más ágil del grupo, con un rostro afilado y ojos muy observadores, siempre atento al entorno.
Al entrar a la taberna, el pirata al que buscaban los observó desde una esquina. Era un hombre de edad avanzada, con una barba espesa y ojos penetrantes. Sus ropas eran de un estilo antiguo y llevaban adornos que evidenciaban que había navegado mucho tiempo en los mares. A su lado, su mascota, un lagarto verde de tamaño impresionante, descansaba sobre la mesa, con sus ojos amarillos brillando en la oscuridad. El pirata no era un hombre cualquiera: se llamaba Lazarus, conocido en los bajos mundos por su habilidad para hacer desaparecer tesoros y secretos sin dejar rastro.
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Editado: 16.03.2025