Thomas y Francis: Una pareja ideal.

Capítulo cinco: E| d1l3ma

Las palabras que soltó el alcalde fueron directas. No hubo nada más de por medio, no hubo amenaza ni intimidación. Solo fue una petición directa y calmada, como si ese hombre que tenía frente a ella conociera cada rincón de su vida. Pero no sabía qué hacer ahora. El miedo y la incertidumbre se apoderaron de su mente. Comenzó a hiperventilar de forma progresiva. Miró a todos lados, pero solo estaban ella y él. ¿La descubrió? Más que obvio, si no, no haría una petición tan específica.

Pero el mar de pensamientos intrusivos se detuvo cuando el alcalde continuó hablando.

—Todo está perfecto —extendió los brazos— en esta hermosa zona residencial, ¿no es así, señorita Loid? —volteó a verla.

—Hmm... sí, todo está perfecto... supongo. —dio un paso hacia atrás.

—¿Supone? No, no, no. Usted no puede suponer nada. Todo —caminó de un lado a otro, apuntando con la mano el hogar de Francis—. Cada pared, cada losa, cada mueble... —movió la mano en círculos, buscando las palabras—. Todo está hecho para su comodidad y la de su esposo, el señor Warner, quien parece disfrutar bastante la casa, ¿no?

Francis se quedó callada, limitándose a asentir a su pregunta.

—Todo es simplemente... perfecto, sí. Entonces, como todo está perfecto, no hay nada que buscar. ¿No es así?

Francis solo hizo silencio, escuchando atentamente. asintiendo otra vez.

—Todo es espléndido acá —movió la mano en círculos—. Nada está pasando. Todo es normal. Y como acá todo es común y corriente, usted dejará de usar su curiosidad, ¿está bien? La curiosidad es una gran herramienta que puede ayudar... para aprender o adaptarse a un nuevo ambiente. Pero debe usarse con moderación o... —caminó hacia el lado derecho— puede traer consecuencias desafortunadas.

Mientras hablaba, se detuvo frente a un pequeño mueble donde reposaba un marco con una foto: Francis y Thomas, abrazados, sonriendo. El alcalde sonrió, tomó con la mano derecha el marco, usando la mano izquierda y con la yema de sus dedos, limpió con suavidad una esquina del vidrio que cubría la foto. Luego colocó el marco en la misma posición, como si nada hubiera pasado.

—Por eso es que es mejor guardar su curiosidad. Así que, señorita Loid —la miró fijamente, otra vez—, ¿guardará su curiosidad?

Franklin se quedó viéndola, expectante de su respuesta, si era favorable o no. Sus pequeños ojos la observaban a través del cristal de sus anteojos, inamovible.

Ella quedó congelada. Lo único que podía ver era a él. El pitido en sus oídos se apoderó de ella. Intentó inhalar y exhalar para calmarse, pero no pudo evitar temblar un poco producto del miedo. Miró hacia los lados, esperando que alguien le ayudara, pero no vino nadie. Así que, en respuesta a la mirada penetrante del alcalde, dijo:

—Yo... sí, guardaré mi curiosidad... solo para mí —bajó la mirada—. No causaré más inconvenientes, como usted dice, seré una buena residente.

El alcalde solo la miró sin inmutarse. Ella levantó la mirada y se percató de que él solo estaba allí, con su mirada fija y en total silencio. Francis le había dado una respuesta, pero aun así el hombre no se fue del lugar al momento. Eso se rompió cuando, por fin, el alcalde reaccionó.

Esbozó una gran sonrisa, mostrando una sonrisa decadente, torcida, y un diente de metal, seguramente reemplazando alguno que se había caído.

—Ahh, ja —comenzó a reír—. Ahora sí... nos entendemos, señorita Loid —el alcalde parecía más amable de momento mientras se dirigía a la entrada de la casa—. No está mal su curiosidad, pero recuerde, señorita: "La curiosidad mató al gato", ¿no es así? ¡Así que no se preocupe! Usted siga siendo una residente modelo en esta hermosa comunidad, en la cual —la señaló— usted tiene el privilegio de pertenecer. Incluso —giró para verla—, puede hacer su ceremonia de boda acá. Yo me ofrezco de voluntario para cubrir sus gastos —volvió a reír—. Bien, bien, bien —abrió la puerta—. Fue una buena charla, señorita Loid. Pero ya debo irme. Debo seguir dirigiendo un evento, ¿sabe?

Eso fue lo último que dijo, ya que salió riendo satisfecho de su hogar.

Nuestra protagonista solo se quedó viendo la puerta abierta de par en par, analizando lo que acababa de suceder. Poco a poco fue bajando la vista, tratando de aliviarse ante el susto que vivió. Ese hombre era aterrador, y ya se había dado cuenta de por qué no sonreía.

Nuestra querida Francis se dirigió a buscar las llaves, y fue con paso lento a cerrar la puerta. Pero algo la detuvo.



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En el texto hay: distopia, suspenso, #ucronia

Editado: 26.07.2025

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