Siempre se me ha sido posible ir muy atrás en los recuerdos de mi vida entera, a tal nivel que puedo decir con bastante seguridad que toda mi historia en la Tierra está perfectamente catalogada y ordenada dentro de mi cerebro.
Al necesitar recordar algo, no es de desmedida dificultad hacerlo, sin importar cuan profundo necesite llegar en cualquier etapa de mi tiempo aquí.
Obviamente, en el pasado me he preguntado cual es lo más lejos del presente que ha sucedido en relación con mi vida. El día uno, el comienzo, el momento de la primera imagen observada...
Luz... Luz es la primera cosa que recuerdo. Una luz intensa que está justo en frente de mí. Parece ser un foco led lo suficientemente luminoso para cegar a cualquiera. Llorar, la primera acción que realicé; todos los recién nacidos expulsan toda su energía para demostrar que respiran con facilidad, y yo no era diferente.
Por último, vi la primera imagen fuera del vientre: A Laffy, el nombre de mi querida madre. Luego, vi a mis otros ocho hermanos que nacieron ese mismo día. Había sido el último en nacer, al parecer.
Entonces, me percaté de que no me encontraba encima de algo inmóvil, sino que estaba siendo desplazado por unas manos con guantes cubriéndolas. El humano me llevó hasta su cara y es en aquel momento en el que pude ver la cara de Elisa, la dueña de mi madre. "Qué lindo perrito", dijo ella, con una expresión de ternura en su rostro. Ella era muy bella.
Acto seguido, me devolvió con mi madre, la cual se veía muy cansada. Una vez junto a ella, me acerqué a sus tetillas para dar varios sorbos de leche materna. Mis hermanos siguieron mis pasos.
Por un momento, voltee a ver a Elisa una segunda vez. Su cara de ternura crece cada vez más. ¿De verdad éramos tan susceptibles al cariño extremo?, no es que seamos la raza de can con el mayor índice de ternura en el mundo entero, ni siquiera entrábamos en el top 50 siquiera.
Seguí bebiendo sin parar, se sentía como un instinto que debía cumplir sin importar qué. Mientras continuaba poniendo leche en mi boca, volteé a ver a mi madre. Parecía fatigada a niveles astronómicos, tanto que ni siquiera quería vernos, lo único que necesitaba era dormir horas infinitas.
Mientras mi necesidad de beber leche era saciada, comencé a vislumbrar el futuro. Pude imaginar con bastante claridad y seguridad una vida con mi madre y mis ocho hermanos, al cuidado de nuestra amable dueña, quien tenía un aspecto lo suficientemente amistoso como para saber que cuidó con extrema precaución a Laffy. "Nuestra felicidad será la emoción predominante en nuestra vida", pensé con una diminuta sonrisa psicológica.
Cada vez iba más profundo y detallaba mucho mejor el futuro más probable; sin embargo, esas alegres suposiciones se transformaron en sólo deseos que nunca serán alcanzados.
Un hombre entró a la habitación. Un sombrero y lentes negros le tapaban la cara. Traía puesto un abrigo del mismo color. Tenía una expresión de seriedad en el rostro. Al verlo, me dieron escalofríos, tanto que dejé de chupar la tetilla de Laffy.
El hombre tomó un conjunto de bolsas de tela negra desde el bolsillo de su abrigo. Abrió una de las bolsas y metió a uno de mis hermanos dentro de él para acto seguido, meter al animal dentro de un morral de deportes negro que traía colgado en el hombro.
Mis hermanos y yo dejamos de beber y tratamos de escapar, pero el hombre actuó rápido y logró meternos a todos en las bolsas. Por un momento vi a Elisa, quien estaba llorando por lo que estaba pasando; todo era tan confuso. Mi madre se puso a la defensiva y atacó al hombre, pero no tuvo efecto alguno.
Antes de que el hombre me metiera a su mochila, pude ver a Elisa tomando al hombre del brazo para tratar de impedir que se saliese con la suya, llevándonos a quien sabe dónde sin previo permiso.
El hombre, con aún su cara seria, metió su mano en el bolsillo del abrigo y lentamente, sacó un objeto metálico. Éste tenía una forma peculiar, pues tenía un tubo estrecho y un mango para que el hombre lo sostuviera. Más tarde supe que se trataba de algo mortal. El hombre sin piedad apuntó con el objeto a Elisa. "Por favor, no lo haga", ella imploraba una y otra vez, mientras alzaba las manos y se arrodillaba a velocidad imperceptible. Haciendo caso omiso a sus palabras, el hombre tiró de la tira de metal unida al objeto de metal antes dicho.
Se nos fue capaz escuchar un sonido ensordecedor que por poco nos revienta los oídos. En un parpadeo, un agujero apareció en la frente de Elisa, de él, salía un líquido rojo a muy rápida velocidad. Ella se desplomó sobre el piso, aparentemente ya no tiene la habilidad de respirar mucho más tiempo.
El hombre devolvió el objeto al bolsillo de su abrigo y me metió a su morral de una vez por todas. Es entonces cuando el primer miedo en mi vida apareció: Oscuridad. No podía ver nada, y eso me estaba asustando horriblemente.
Una vez más, quise imaginar lo que me pararía para el futuro, pero ya no se trataba de un porvenir con alegría sin bajones, sino que una vida miserable. No volvería a ver a Laffy y menos a Elisa, pues ya no tenía vida.
No podía creerlo, pero en el día 1 había aprendido lo horrible que puede ser la muerte.
En la bolsa, me decidí quedarme despierto el mayor tiempo posible para estar alerta, pero mi joven cuerpo no soportó tanto y caí dormido allí dentro.
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Sentí un fuerte golpe desde la parte inferior del morral y me desperté de inmediato, arrepentido por no haber estado al pendiente por completo el mayor tiempo posible.
Una mano abrió el cierre de la mochila y, uno por uno, sacó a mis hermanos. Mientras iban saliendo, pude sentir una fuerte sensación de que habíamos llegado al lugar que sería el protagonista en mis pesadillas.
Finalmente, el hombre tomó la bolsa que me contenía y me sacó como a mis hermanos segundos atrás. Nos colocó en una mesa de metal sucia y destartalada enfrente de la entrada de un extraño establecimiento. La noche era tormentosa y con tanto viento, pude ver a las alturas: "Perrera".