Those Preferences

Papeles y Engaños

—Querida, ¡ya es tarde! —Mi padre le advierte a su esposa, quien está vistiéndose lo más rápido que le es posible.

—¡Voy a velocidad sobre humana! —Dijo mi dueña en un acto de exageración. Yo la veía desde la cama de su habitación, acostado junto a la almohada, pero sobre el edredón. Ella se encontraba frente al espejo, corroborando que todos los aditamentos de su estilo quedaran a la perfección.

—¡Ya es tiempo de irnos! —Mi padre gritó, tratando de duplicar la velocidad a la que mi madre se alistaba.

Finalmente, una vez pasados 5 minutos, mi dueña terminó de perfeccionar su apariencia al cien por ciento. Mi madre bajó las escaleras y yo la seguí.

—Bien, ¿Traes los papeles? —Cuestionó mi padre una vez que mi madre y yo nos encontramos en la planta baja.

—Sí. Están guardados en este sobre. —Mi dueña le otorgó a mi padre un conjunto de papeles oficiales reprosacristas. Una vez el sobre rozó un poco las yemas de los dedos pertenecientes a mi padre, la carpeta cayó al suelo por acción de la gravedad; una vez en el piso, se abrió por efecto de la caída. Por unos momentos pude ver los papeles:

Nombre: **** Thompson

Pareja: ******* Thompson
(Apellido Anterior: ************)

Sección: 12358W

Futuros Hijos: Sí

Deber según la Ley Socioeconómica del Tributo Reproductivo (LSETR) Cumplido: No.

Mi padre levantó el sobre y leyó el contenido del pedazo de papel. Su cara mostró una mueca de confusión.

—¿Dónde está el papel modificado? Este dice que no hemos cumplido con el deber.

—Está a la vuelta. —Mi madre aclaró, señalando un papel que sobresalía desde atrás del que estaba en el frente. Mi padre tomó la hoja que mi madre le había indicado y la posicionó encima de la carta sin modificar para así, poder leerla con claridad.

—Deber según la LSTER Cumplido... Sí. —Susurró mi padre para corroborar que aquel apartado estuviese correctamente corregido.

Mi padre cerró el sobre, colocando todos los papeles importantes dentro y se los devolvió a mi madre. Él tomo la mano de ella y pronunció unas palabras que transmitían esperanza en su máximo esplendor: "Nuestro plan saldrá bien, no te preocupes. No tendremos que pagar ese horrible tributo para tener hijos a los que querer para siempre, lo prometo."

—No lo sé... ¿No crees que es demasiado riesgoso? —Mi dueña preguntó dudosa; no tenía el mismo nivel de esperanza que su esposa.

—¿Confías en mí?

[...]

—¡Confío en ti!

—De acuerdo. Vayamos de una vez.

Mis padres, tomados de la mano, salieron decididos por la puerta principal. La verdad es que no entiendo para nada de lo que estén hablando, pero por lo menos, espero que tengan éxito.

************

Pasaron treinta minutos desde que mis dueños se fueron a emprender su plan. Por instinto, me senté frente a la puerta principal, esperando que volvieron sin moverme ni un sólo centímetro. Tarde o temprano, terminé cansándome, por lo que decidí acostarme sobre el sillón más cercano.

Ya me estaba hartando del sillón en el que me encontraba, por lo que planeaba levantarme e ir a la cama de mis padres. Justo detuve mi posición de descanso, al pararme, vi que la televisión que se encuentra frente al sillón en el que estaba se encendió repentinamente.

En la pantalla, se podía ver un estacionamiento con unos pocos vehículos aparcados en él. Frente a éste, se encontraba un gran edificio. En la parte superior de la entrada, estaba un letrero en el que se podía leer: "Centro seccional para la vigilancia en relación con La Ley Socioeconómica del Tributo Reproductivo".

El panorama parecía acercarse poco a poco a la entrada del establecimiento. Fue entonces cuando se escuchó una voz: "Perfecto, la cámara ya está encendida". Al escuchar la voz, supe de inmediato que se trataba de la de mi madre.

—Bien, debemos grabar todo lo que suceda; pues si fallamos, puede sernos de utilidad para futuros engaños. ¿La tienes colocada en un lugar seguro?

—Sí. Está dentro de un botón de mi camisa.

—De acuerdo.

Mis padres caminaron un poco y pude ver como entraron. Dentro, el lugar tenía un aspecto bastante serio y minimalista. No había ninguna pizca de diversión o algún elemento entretenido. Era uno de esos lugares en los que sólo entras para un objetivo y, una vez cumplido, salirte inmediatamente.

Pasaron a través de varios pasillos y, al final de uno de estos, había una puerta con el título: "Departamento para la autorización del criado doméstico". Mis padres suspiraron para obtener fuerzas, y finalmente abrieron aquella puerta azul.

Dentro, se encontraban varias estaciones con el título: "Módulo", seguido de un número que se colocaba en relación con su orden. Tras cada caja, había una fila de personas que esperaban su turno para ser atendidos. Cada uno de ellos traía una ropa especialmente elegante; supongo que es el código de vestimenta para ese tétrico y aburrido sitio.

Mis padres se colocaron tras la última persona en la fila del módulo 3.

A medida que la fila avanzaba, mi madre parecía estar cada vez más nerviosa; mi padre trataba de tranquilizarla pero fue inútil, pues ella insistía una y otra vez en que no funcionaría, sin importar lo que dijera mi padre.

Finalmente, cuando la paranoia de mi madre tocó el límite, llegó el turno de mis padres...

—Buenas tardes. –La encargada de la caja saludó de forma extrañamente amable. No le podía ver el rostro, pues la cámara no podía capturarla por lo baja que estaba. —¿A qué asisten hoy al establecimiento?

—Venimos a autorizar que tengamos un hijo... Propio. —Mi padre trató de hallar las palabras correctas para que no sonase demasiado estremecedor y únicamente mencionar una indirecta.

—De acuerdo. Necesito sus papeles.

—Bien... Están por aquí en algún lado... —Mi padre metió su mano a su bolso para darle el sobre con los papeles a la mujer que los atendía. —Ah... Finalmente los encontré. —Mi padre soltó un suspiro de alivio mientras sacaba los documentos del pequeño morral. Una vez afuera, pasó a través de la ventanilla todo lo necesario.



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En el texto hay: sacrificio, mundo distinto, perro

Editado: 12.05.2020

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