Tiempo de Ceniza

Capítulo uno

 

Capítulo uno

 

Manos pegajosas se adhieren a mi cuerpo, dejan rastros de baba en mi piel. Un asqueroso olor se desprende de dicho líquido y un sonido burbujeante me provoca arcadas. No sé dónde me encuentro porque hay oscuridad por todas partes. Lo único que puedo ver es una hilera de puntiagudos dientes, como agujas, que se abren y cierran, giran a mi alrededor y se acercan provocándome escalofríos.

Abro los párpados de golpe y suelto un grito que queda amortiguado con el ruido del exterior. La tela apretada de mi malla para dormir está empapada en sudor. Sin aguardar un minuto más, me levanto de la cama y pego mi rostro al vidrio de la ventana, buscando la fuente de aquellos alaridos llenos de terror.

Entrecierro los párpados ya que el ambiente no es muy claro, sobre todo a esta hora del día. El cielo se tiñe casi de negro por las mañanas.

Es más que obvio lo que está sucediendo, basta con escuchar los gritos.

Hay un círculo de humanos alrededor del suceso. Un chico está siendo aspirado. Nuestra raza recrea esa figura en nuestra mente en señal de despedida para que la persona se lleve con ella los rostros de quienes lo amaban lo suficiente como para observarlo por última vez.

No puedo imaginarme qué es lo que se siente al ser absorbido. Supongo que antes de esfumarte es grato ver que alguien abajo te va a recordar.

¡Ja! ¡Como si eso importara!

Miro con detenimiento, estudiando la escena desencadenada frente a mis ojos. Un escalofrío se apodera de mi piel. Borro cualquier pensamiento ofensivo y muerdo mi lengua muy fuerte para controlarme. El sujeto que ahora vuela por los aires desaparece conforme se eleva. Aún es un misterio la manera en que lo hacen, como si fuéramos imanes atraídos por la corteza terrestre.

Se va y se convierte en un punto en medio de un mar de color oscuro.

Una cuadrilla de Corvus se acerca al grupo, gritan algo que no logro descifrar. El gentío se dispersa y no queda nada del ser que ha desaparecido.

Suspiro con pesadez. Uno menos.

En estos últimos días se ha incrementado el número de personas desaparecidas. Cada día hay más humanos siendo consumidos por el manto que rodea al planeta. Los Veladores han multiplicado la vigilancia. Se pone peor conforme pasa el tiempo.

Salgo de mi habitación y voy hacia el tubo retractor. Ingreso a la caja de vidrio y me detengo en el centro de la plataforma, la cual desciende tan pronto se cierran las puertas.

Cuando era niña, me daba miedo arrojarme al vacío, pero aprendí que la presión que ejercen no permitiría que ocurriese un accidente.

Mi madre —Udia— se encuentra en la cocina. Me saluda esbozando una cálida sonrisa. Sus ondas castañas caen sobre su espalda y su estómago hinchado topa en ocasiones con la encimera. El embarazo nunca la ha detenido. Es como un remolino.

—Buenos días, cielo —me saluda—. ¿Cómo amaneciste?

—Bien —aseguro.

Me abstengo de decirle lo que vi cuando me levanté.

Me dejo caer en el asiento. Frente a mí ya está el desayuno, así que me apresuro a quitarle la cubierta a mi rollo. La comida es un embutido de los alimentos requeridos en nuestra dieta básica, cosas que ni siquiera conozco. Nos obligan a ingerirlos, ya que contienen los nutrientes necesarios para nuestro organismo. Parece, más bien, una masa gelatinosa e insípida envuelta por una cubierta blanca. El sabor es plano. Como si comiera tierra.

Observo el vientre de mi mamá. En esa pequeña montañita está creciendo alguien. Si no obtengo un puntaje aceptable en la Prueba nunca conoceré a mi hermano, y seré una vergüenza para la familia. Mis padres recibieron el permiso para procrear hace algunos meses. Las mujeres no pueden embarazarse si no tienen la autorización de la Regencia.

Se debe enviar una solicitud con antelación. El gobierno revisa la posibilidad de que algo bueno pueda salir del embarazo, y aprueban las solicitudes solamente si el hijo anterior está por hacer la Prueba, o si ya la ha realizado. A muchos matrimonios no les permiten dicho derecho si consideran que no tienen buenos genes.

Papá se sienta a mi lado. Tiene la frente arrugada y la espalda tensionada. Ha estado preocupado y puedo imaginarme la razón. Mis ojos caen en su brazo mutilado; lo perdió hace algunos años, peleando en una guerra, y la Regencia nunca le ha dado una prótesis. Vlame, mi padre, es un Tantum de valor militar. Puede clonarse y hacer desaparecer algunas partes de su cuerpo. En ocasiones bromea acerca del miembro que le falta, diciendo que es uno de sus juegos. Mamá nunca se ríe.




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