Tiempo de Ceniza

Capítulo tres

 

Capítulo tres

 

Me mantengo inmóvil, regresándole la mirada para aparentar que no me afecta, aunque por dentro sea todo lo contrario. Sonríe sin despegar sus ojos de los míos. Las comisuras de sus labios se elevan y, entonces, lanza una carcajada que produce eco.

—¿Tienes miedo, Morpud? —pregunta.

Guardo silencio.

Nunca le he dirigido la palabra. No suele mirar a los humanos por más de dos minutos. Ni siquiera sabía que cruzaba la valla que nos separa del vecindario de los Corvus.

¿Por qué sabe quién soy?

—Te hice una pregunta, humana estúpida.

—No, señor. Me han enseñado a no temerle a la muerte —susurro.

—Eres inteligente. Igual que tus ancestros —responde. Cualquier signo de diversión se esfuma y se transforma en seriedad—. Ahora, escúchame bien. ¿Me estás escuchando?

Con dificultad, debido al objeto que presiona todavía en el medio de mis cejas, asiento con la cabeza. Restriega el arma, enfatizando en que puede matarme en cuestión de segundos si así lo deseara. Yo también podría hacerlo si los Corvus no tuvieran la capacidad de bloquear nuestros talentos. Sé que él lo sabe.

—Lo que viste afuera, en realidad, no lo has visto. ¿Entiendes?

—¿Por qué? —Levanto los párpados, abriéndolos con impacto.

No estoy segura de que haya sido la respuesta adecuada.

—Porque la próxima vez no dudaré en acabar con todos los tuyos —dice al tiempo que enfunda su arma y me mira. Sus dientes marfil se dejan ver y en lo único que puedo pensar es en que no entiendo un solo enunciado de lo que acaba de decir—. Regresa al entrenamiento. Estoy observando.

Da la vuelta y se marcha, dejándome en medio del área común del Centro, sintiéndome confusa y desubicada.

Un timbre resuena y retumba en las paredes, sacándome de mi nube de pensamientos. Sé lo que significa.

Un bullicio se escucha a lo lejos. Eso significa que los demás están saliendo de sus Sectores actuales para dirigirse al Sector de Guerra.

No quiero ir, no tengo ánimos, pero tampoco tengo muchas opciones. No tengo permitido salir del recinto hasta que acabe la jornada.

Arrastro los pies mientras me dirijo al tubo retractor, este me impulsa y, en menos de nada, me encuentro en el sexto piso. Hay estudiantes caminando en el largo pasillo con alfombra azul. Los Corvus vigilan desde los costados.

Unas grandes puertas blancas nos dan paso a la habitación. Es enorme, el color blanco predomina junto con alguno que otro destello plateado en los azulejos del suelo. Como en el resto de las salas, hay pantallas por todas partes. Nos detenemos frente a la que se encuentra en el centro.

El lugar quedó en silencio, tanto que podíamos escuchar nuestras propias respiraciones. Así, esperamos a que apareciera ella.

La pantalla se enciende y muestra a Yenerica Curvo, la presidenta de la Tierra y Corvellar. Sus caireles platinados enmarcan su rostro que luce casi humano. Sus manos retiran el cabello que se le enreda en la corona dorada con una gema preciosa de color verde en la punta: ovalada y brillante.

La extraterrestre se aclara la garganta y muestra una sonrisa discreta. Sus ojos violáceos escudriñan el entorno, como si de verdad estuviera frente a nosotros. No dudo que pueda vernos.

—Jóvenes humanos. Estoy aquí como cada vez que ingresan al Sector de Mentanumérico, mi favorito. —Su sonrisa se ensancha—. Hoy es el último día en el Centro. En unas cuantas horas, todo será diferente y no volverán a pisar las instalaciones que fueron su hogar durante todos estos años. Como confiamos en sus capacidades y en lo que han aprendido, queremos que disfruten este momento. Vayan a casa, hoy se cierran las puertas de este Sector para ustedes. Descansen porque mañana necesitarán más fuerzas que nunca.

La pantalla se apaga dejando un silencio atronador. Creo que solo ahora nos damos cuenta de que verdaderamente va a pasar, y se siente cierto aire de melancolía en el ambiente.

Mi talento no es divertido y no puedo usarlo a menos que sea necesario; muchos sí lo son: recuerdo a una chica clonándose cien veces, y reían al mismo tiempo. Parecía un coro. Qeren una vez predijo que se lastimaría con una flecha, así que no asistió al Sector de Guerra.

Pensar que algunos irán a la guerra y que otros morirán es deprimente.




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