Capítulo cinco
Los Corvus se están derritiendo.
¿Qué está sucediendo?
Gotas de una viscosa sustancia resbalan de sus frentes y pómulos. Corren de un lado a otro, gritando cosas sobre estabilizar el ambiente y absorber el calor, mediante las fibras de las paredes. El bochorno desciende, y el calor se convierte en frío.
Se estaban derritiendo. Verlos escurrirse de a poco es como contemplar la cera junto al fuego. Una cosa más que, probablemente, tendré que soportar en mis pesadillas: ojos, dientes y piel que se derrite.
¿Algo más que tenga que agregar a la lista?
Vomito y jadeo, recuperando el aire. Me quedo estupefacta, plantada en el suelo, sin moverme.
Las gotas en el rostro de los extraterrestres regresan a su lugar de origen.Van en reversa. Ninguno de ellos se percata de mis ojos indiscretos, de mi mandíbula desencajada.
¿Qué clase de seres son?
Sin embargo, una mano sostiene mi antebrazo con dureza y me lleva al exterior, donde toda nuestra raza se encuentra, alarmados y confundidos. Al principio, pensé por un momento que sería Gareth, pero no era él. Era Qeren.
—¿Qué se supone que hacías? ¿Juntar los huesos de Sabatino?
Repito el nombre que dijo: Sabatino.
Ese era el nombre que no podía recordar. El nombre de un valiente que se ha ido, alguien que buscó su destino, y que no esperó a que otra persona lo dictara.
No solo rompió las reglas y desafió a los Corvus. También mató a dos, incluso creyendo que sería imposible.
Los Sentinamos poseen la capacidad de crear energía y provocar explosiones. Pueden hacer que cualquier ser vivo explote. Creo que ese era el talento de Sabatino.
Yo también soy Sentinamo. Quizás sea la razón por la que me siento tan identificada, a pesar de que nunca le dirigí la palabra.
—¿Viste eso? —le pregunto a Qeren con asombro—. Los Corvus se derriten.
—¿Qué? ¿A quién le importa eso cuando pueden matarnos, Ara?
Como si escucharan, un grupo de Corvus sale del interior del cuarto, interrumpiendo nuestra conversación. Me sorprendo al notar que no hay rastro de lo que pude detallar. Sus pieles son tan lisas y perfectas como antes…, como si no hubieran estado desintegrándose hace un par de minutos.
Yelinton Tenmoon encabeza a su tropa, mirándonos con odio. Estoy segura de que le gustaría acabar con la Tierra. Su rencor se siente cada que se encuentra cerca. No sé qué es lo que lo detiene de asesinarnos sin piedad.
El cúmulo de personas guarda silencio. Pareciera que nadie estuviera respirando.
—¡Escuchen todos, porque no lo repetiré! —Yelinton levanta la voz y relame sus labios delgados con su lengua bífida—. Si se atreven a desafiarnos, tendremos que recordarles qué es lo que no deben hacer.
Levanta un arma pequeña y apunta al alguien de la multitud. Apenas puedo procesar lo que está sucediendo, cuando se escucha un disparo y los jadeos ahogados. Respiro hondo y contengo el aire en mis pulmones. Acaba de dispararle a un chico inocente, acaba de desintegrar a alguien. Me trago las palabras de rabia. Cierro los párpados porque no quiero ver las cenizas ni la desesperación en los rostros de los demás.
Pudo haber sido cualquiera.
Todo esto es doloroso y extraño. Y más desconcertante es la quietud silenciosa del manto del planeta ante mis descarriados pensamientos.
¿Por qué no resuena y me consume?, ¿acaso soy la única que piensa sobre lo que está sucediendo?
Una vez más, somos obligados a formar hileras. Esta vez nos organizan por apellidos. Todavía no entiendo cómo lo hacen. Tanto orden y disciplina es imposible. En algo han de fallar, pero si lo hacen, nosotros no podemos verlo… Al menos, yo no lo hago.
Una infinidad de minutos pasan hasta que comenzamos a movernos. Las filas de Provincia B se convierten en una sola, provocando una línea extensa.
A pasos cortos, salimos por una puerta de cristal que se desliza hacia arriba cuando siente el peso del Corvu guía. Hay más Veladores que al principio, se mantienen como cuerpos inertes, observándonos. Sus armas listas para dispararle a cualquiera.
Los ojos violetas de Yelinton, quien se encuentra en una de las esquinas del edificio, se mueven siguiendo el movimiento de la fila al avanzar.