Suaves trazos carmesíes en el cristal…
¿Los verás?
Mis dedos duelen mientras sostengo el lápiz, escribiendo en una caligrafía que podría denominarse una de las mejores de la clase.
La señorita Lucía se pasea por las hileras de alumnos que intentan seguirle el ritmo mientras ella lee en un fluido inglés la lección de la clase de hoy.
Apreto los labios, mi mano casi hablándome para que la relaje un poco, mi brazo entero implorando el descanso que no he tenido desde hace una hora en los que ella no se ha detenido ni para respirar.
Loys resopla en la silla a mi lado al momento en el que no puede más y suelta el lápiz haciendo que este caiga al suelo. No se molesta en recojerlo y por el rabillo del ojo noto que se cruza de brazos en una pose enfurruñada y molesta.
El sol del mediodía se cuela por los grandes ventanales de la universidad chocando de frente contra la parte izquierda de mi cuerpo.
Mis ojos escuecen y casi estoy a punto de hacer lo mismo que Loys cuándo la señorita bruja finaliza el relato mas largo que ha hecho desde que llegó como nueva a trabajar en este nido de cerebritos.
Cuando cierra el libro con fuerza y gracia una ola de suspiros temblorosos y aliviados sale de todos los que fuimos capaces de llegar hasta el final, hasta escribir el último punto en la hoja.
Mis dedos rojos y tensos agradecen el cambio de posición y relajación cuando estiro y encojo mis dedos relajando mi espalda contra la silla.
—No sé como eres capaz de escribír tanto.
—Casi lo logras esta vez— la miro— no es fácil, habla muy rápido.
Loys hecha su cabello hacia atrás cuando pone ambos codos en la mesa.
—Yo diría que parece un robot. Siquiera logro procesar que es lo que esta diciendo. Mi cuaderno es un desastre.— examina lo que escribió frunciendo el ceño— no entiendo que escribí… ¿aquí dice «mierda»?
Me inclino para mirar y suelto una risa.
—No recuerdo que haya dicho esa palabra ni en inglés ni en español…
—Fue un deseo de mi corazón entonces— lo cierra encogiéndose de hombros.
—Puedes tomar mis apuntes— ofrezco.
—¿Creíste que no lo haría?— me da una sonrisa de lado.
—Prefiero pensar que lo tomas porque ya te di el permiso a que lo agarras por que te da la gana.
—¿No es eso lo que hacen los mejores amigos?
—No sé. Yo no hago eso.
—Te falta coraje chica— sonríe.
—Tengo mucho coraje.
—Para algunas cosas.
—Para las necesarias— le recuerdo.
La señorita Lucía avanza hasta el escritorio en completo silencio con la espalda tan recta como una columna cuando toma sus cosas y sin decir nada más se retira del salón.
Una sacudida a mi cabello me hace rodar los ojos cuando con una mano en el respaldo de mi silla Mike se une a la conversación.
—¿Debo seguir rogándote para que me enseñes a escribir más rápido?
—Enseñarte a escribir más rápido sería como lograr que un pez sobreviviera fuera del agua— respondo— imposible.
—¿Siempre tienes una referencia cada vez que te hablo o es que acaso sientes mi presencia acercandose y las preparas para cuando te hable?
—Me nacen solas.
—Odiosa.
—Lento.
—Hieres mi orgullo— pone una mano en su pecho.
—¿Tenías?
—Genial, Mike, sólo vienes a ser víctima de esta piedra— lo felicita Loys.
—En realidad, vengo a visitarlas a este humilde rincón para maravillarme con su belleza y así poder tener un día lleno de brillo…
—Me harás vomitar. Para— pido cerrando mis ojos.
—Venía invitarlas a una fiesta organizada por mí— dice orgulloso.
—¿Planeas que muera en ese matadero compuesto de aburrimiento?— inquiero guardando mis cosas en la mochila.
—Planeo que se diviertan y conozcan gente, amargada.
—Yo voy— salta Loys de inmediato.
—¿Eh?
—Ah, no te hagas, necesito diversión.— me imita.
—¿Diver…ción? ¿Para qué quieres eso? ¿Se come?
—Definitivamente irás conmigo— sentencia dándome una mirada que demuestra que no cederá.
—No me arrastrarás nuevamente a una tortura de esas.— me levanto— suficiente tuve con la de la otra noche.
La peor fiesta a la que he asistido. Bueno, no puedo llenarme la boca diciendo eso ya fue la primera vez que asistí a una. El punto es que terminó en desastre.
Loys se fue con unos de los machotes mas guapos —como ella los llama— a una de las habitaciones de la casa mientras que a mi me acosaba un tipo rarito con pinta de que iba a asesinarme al final de la noche.
Sin embargo supongo que debo agradecerle a los chicos que llevaron la exagerada hierva en cantidades ilegales y en una idea completamente estúpida la pusieron en el patio y le encendieron fuego.
No sé de donde sacaron tanta o es que seguramente querían hacer una sopa con tanto monte pero la cosa fue que luego de que todos estaban casi con un pie en el cementerio y otro en la fiesta de tanta consumidera que uno de ellos propuso esa idea y no tardó mucho en que el humo se dispersara por las demás casas y los vecinos llamaran a la policía.
¿Trágico? No. Para nada.
Fue mi salvación.
Sin embargo como la única que llevó auto fue Loys tuve que esperar escondida entre el ajetreo cuando ella salio con pinta de que le arruinaron el orgasmo y pudimos largarnos de ahí.
—Fue divertido— dice ella.
—Dejame decirte, querida amiga— le pongo una mano en el hombro— tienes una idea bizarra sobre lo que significa la diversión.
—Ah. Es que la tuya es muy, muy convincente— me reta.
—Leer en mi tiempo libre no es nada de malo— camino hasta llegar a la puerta. Ya todos han salido camino a la cafetería y solo quedamos en el salón nosotros tres.
Loys suelta un suspiro pesado y cargado de aburrimiento.
—No, es interesantísimo— dice con el tinte sarcástico.
—Es más interesante que verles la cara a un monton de chicos y chicas de mi edad con ganas de follar.