Tierra de entes

Adiós entes sombra

—¡Roi! No quiero ir con esa bruja, manda alguien que no sea yo.

—Nokto, esa bruja proviene del pozo...

—¿Qué hay con eso? En el pasado han venido otros del pozo.

—Tu padre... no era de este mundo, él también llegó del pozo. A diferencia de la bruja, él decía ser un humano. ¿Sabes por qué no lo conociste? Fue sacrificado. Los humanos son un peligro evidente aquí, y un arma. Si un habitante del reino sombra consume sangre humana trasmutan y se hace esclavo ante el humano. Esta en los antiguos pergaminos... los que debiste estudiar. La segunda guerra que se desató, después de que nos acusaron de manipular el sol, fue por culpa de un humano. Ofreció de su sangre a los habitantes del reino sombra y los controló, para intentar dominar el mundo. Todo humano que llega aquí es una desgracia. Llévate lejos a la bruja, que nadie se entere de donde viene, puede tener sangre humana. Los brujos también fuero sacrificados, a pesar de que ofrecieron su poder para traer paz, por tener una relación cercana a los humanos. Son muy similares a los humanos, la diferencia es el poder y sabiduría que poseen. Una vez que entran aquí, ya no pueden irse. Intentamos regresar a tu padre, pero el pozo solo volvió a ser un pozo común y no un portal. Todo lo que provenga del pozo debe conocer la muerte. Es el decreto. Aprovecha el viaje para conocer las tierras que gobernaras y a los habitantes que cuidaras, incluyendo a esa bruja. Pronto vendrá Odette y no quiero que descubra esto, tal vez pensará que deseamos continuar con la guerra y por eso conseguimos una bruja, por suerte no es una humana, eso sería peor. Solo nosotros debemos saber que ella llegó del pozo.

—Entiendo... —Bajó la cabeza.
No obstante, Nokto sintió que Roi deseaba que él se fuera, tal vez para protegerlos de algo que él mismos desconocía.

—Nokto, cuídate. —Colocó su mano en el hombro del príncipe—. No confió en Odette... Ella insiste en que deberás ir y vivir en el reino sombra después de tu unión con Luz. Supone que yo cuidaré del reino sol... ¿Pero quien te va a cuidar a ti? Necesito que seas más fuerte, y este viaje te ayudará. Estoy seguro.

Nokto recordaba en sueños la conversación con su consejero y cuidador. Pensó si su padre fue como la bruja, físicamente, ya que nunca lo conoció.


Cuando abrió los ojos, el sol apenas se manifestaba en el cielo, mandando tenues rayos; iluminó de manera armoniosa. Las nubes dispersadas adoptaron tonalidades rojizas y azuladas en el lienzo blanco del cielo.
Catalina se encontraba dormida a un lado del príncipe, acurrucada en sí misma, temblaba de frío. Ella se había quedado dormida cuando el último ente sombra desapareció. Nokto se estiró, colocó sus lentes y dejó su lugar. Al final decidió cubrir a la temblorosa bruja con su frazada, después de analizarla un tiempo y ver que la pasaba mal por el frío.
Llevaba flores con él, decidió ya no consumirlas, para solo obtener energía mediante el sol. Después de atender su higiene personal, se quedó quieto donde los rayos del sol comenzaban a tocar la tierra. La flor de su cuerno se abrió al sentir los cálidos rayos. Catalina no tardó en despertar, se levantó adolorida, con los músculos engarrotados. Miró a lo lejos a Nokto, lo tranquilo que él se encontraba recibiendo el sol. Con los ojos cerrados y un rostro pacifico libre de emociones. Se reflejaron los rayos del sol en el cristal de los lentes, coexistió la luz del rayo con la paz del rostro. El delicado viento rozaba las mejillas del joven y jugueteaba con su cabello, moviéndolo de un lado otro; suceso que no logró ahuyentar la concentración que había en él. Una sonrisa apareció en Catalina, cuando imaginó al príncipe ser una planta en una maceta. Imaginó los cabellos de él ser hojas danzarinas por el poder del viento. Catalina rio sola por un momento. Dejo de observar al príncipe. Hambrienta, arrancó margaritas y las comió. Devoró las mismas flores que crecieron por deseo de los muertos dejados en el desierto, sin tener en mente aquello. Al final, se alistó para partir, deseaba salir del desierto de margaritas y ver más del mundo que ella desconocía.

—¡Vamos! Nokto. —Dio unos pequeños brinquitos de emoción.

Nokto no respondió, abrió sus ojos, dejó su lugar y comenzó a caminar donde Catalina esperaba. Estaba emocionado, aunque se lo negara a sí mismo, no había ido más allá del desierto de margaritas.
La felicidad no tardó en desvanecerse, caminaron por horas, hasta que el sol perdió fuerza en el cielo. Grises nubes comenzaron a ser empujadas con el aire. Nokto se sintió aburrido, solo le daba vueltas y vueltas a sus pensamientos mientras caminaba en silencio detrás de Catalina.
Ella mientras caminaba, pensaba en libros leídos, en tramas para escribir y en qué podrían estar haciendo sus padres ante su ausencia. Dejó de pensar en sus progenitores y revivió el momento donde la acusaron de plagiar. Sus mejillas se pusieron rojas, y se regañó a sí misma desde sus adentros. No solía ponerle nombre a sus escritos. Catalina suspiró, no le hacía bien recordar el momento bochornoso donde fue juzgada con la mirada punzante de sus compañeros. Y ni recordar los cuchicheos, esos que le parecieron salir de lenguas viperinas y clavarse en lo más profundo de su corazón.

—Me gusta ese mundo, probablemente me quede a vivir aquí para siempre —platicó Catalina a Nokto.

—No, cuando cumplas tu deber regresaras por donde viniste, no quiero brujas en mi reino —Entrecerró sus ojos, para evitar la pesada y represiva mirada de Catalina.

—¿Pero qué me dices?, no todo el mundo es tu reino, bobo. Me quedaré donde tú no seas Rey. No que fueras el dueño de este mundo, no puedes, y no debes, prohibirme —Catalina cruzó sus brazos y caminó lentamente para ir al paso de Nokto.

—Pues no quiero que te quedes y punto. Si estoy viajando contigo es para mantener todo en orden, y comprobar que realmente seas una bruja —Clavó su mirada en Catalina.




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