Tierra de entes

Mientras tanto en el castillo sombra

Un caballero bajó con prisa de su corcel, caminó apresurado, sus pasos y la armadura resonaron en su andar. No contempló la resplandeciente luna del momento, la encarga de iluminar al caballero en los pasillos del castillo. La azulada luz se filtró por los ventanales, mientras las cortinas se agitaban. Varios guardias se encontraban parados fijos, simulando ser armaduras que decoraban; protegían el pasillo que daba acceso donde se encontraba la reina.
El caballero abrió la chapeada puerta de par, la que daba acceso al trono. Caminó con firmeza hasta llegar al imponente trono.

—¡Odette ! Las varitas no sirven más, alguien eliminó mi hechizo. Me dijiste que no había más brujos... —El caballero se retiró el casco con enojo y lo lanzó al suelo, al caer y rebotar sonó un eco estruendoso.

Enfrente del enojado yacía la reina, sentada de manera imponente. Portaba una corona poco usual, hecha de los cuernos de sus enemigos caídos; poseía flores blancas que adornaban los cuernos entrelazados, se encontraban preservadas en cera. Vestía totalmente de blanco, en su delicada cintura se ceñía la tela del fino vestido que a momentos parecía fusionarse con su pálida piel. Su cabello era ondulado y largo como una oscura cascada iluminada por la luna. Lo más atractivo en ella fue su rostro, uno pacífico y tranquilo; fuera de lo normal para los de su especie. La tranquilidad de su delicado rostro resaltaba con sus grandes ojos, negros como un universo a punto de hacer colisión. Dejó su lugar en el trono y caminó hacía el caballero, sus pasos no sonaron, ya que se encontraba descalza, disfrutaba de sentir el frío suelo. Alzó su mano y acarició el enfurecido rostro del pelirrojo.

—Calma, Orben. Debe ver una explicación. —Odette bajó su mano, y miró los ardientes ojos del caballero, aquellas esmeradas que vibraron con intensidad.

—Solo yo puedo ser el único brujo en este mundo, el rey brujo.

—Te daré una nueva varita, el dueño del cuerno aún sigue vivo, así que es más poderosa que quiera. Investigaré sobre el asunto. Algo me dice que tiene que ver con la desaparición del príncipe del reino sol. El consejero ha mandado una carta, demasiada extensa para mi gusto. Te la resumiré: el príncipe ha abandonado el reino, por lo tanto, y derecho legítimo soy el nuevo rey, el tratado de paz se anula. —Soltó una carcajada—. Roi, enano, no es tan idiota como pensaba, sabe mis planes y está protegiendo al príncipe.—Mordió sus labios con fuerza.

—Va a ser un dolor de cabeza... si un brujo logró venir a este mundo y se alió.—Suspiró—. Las varitas eran lo que le daba poder a tu ejercito, ustedes son demasiado débiles ante esos cuernudos, y los demás entes.

—Tengo un plan. Atacaremos el reino sol y tomaremos rehenes vivos, les cortaremos un cuerno, así haremos más varitas. Nokto no está, nadie puede proteger el reino.

—¿Por qué el tal Nokto siempre representó un problema? —preguntó, pero Odette no respondió y solo se limitó a poner una mala cara—. Lo importante... —cambió el tema— es que ya no hay tratado de paz, él se fue. Me gusta tu plan, después de hacer más varitas, atacaremos a quien no acepte tu reinado.

—Uniremos todo, serás el rey brujo, y yo tu reina. —Sonrió de manera natural y despreocupada.

—Así será, querida. —Llevó sus brazos a la cintura de Odette, la rodeó y abrazó con fuerza, elevándola en el brazo, dejó libre su cuello para ella.

Odette no dudó en abrazar y en morder el cuello del pelirrojo. Disfrutó cada gota que consumió. Sintió cálida y reconfortante la deliciosa sangre del brujo, algo vital para ella.

Años atrás había sido tentada por la sangre de él, ofrecida como parte de un ritual de unión.

Detrás del trono se encontraba Luz, temblando de miedo, escuchar hablar su hermana con el brujo caballero le heló la sangre. Cuando ambos abandonaron el salón del trono, Luz salió corriendo, con el corazón intentando escapar de ella. Corrió mientras desbordaba lágrimas, hasta llegar al establo. Montó el primer caballo que se le cruzó en la mirada y salió disparada hacía el reino sol.

Cansó al caballo, también a ella en el camino. Sin dormir en ningún momento, logró llegar al reinado del sol a los dos días. Agotada, bajó del caballo en la entrada el reino. Caminó entre los campos de girasoles, miró las pequeñas cabañas y los entes que trabajaba en el campo. No pudo evitar llorar, cuando imaginó todo destruido y a los entes masacrados. Deseó de corazón que no fuera destruido el lugar que amaba. Anduvo consumida en su tristeza hasta llegar al castillo, respirando con dificultad, estirando sus fuerzas como podía. Los guardias de enormes cornamentas y túnicas negras, inclinaron su cabeza ante la presencia de Luz. Agitada, caminó más calmada hasta el salón del trono. No había guardias custodiando la puerta, algo que la extrañó. Entró y se encontró con Roi dando vueltas de un lado a otro.

—¡Roi! Alerta a tu gente, mi hermana esta aliada con un brujo, viene para acá, con intenciones de matar y esclavizar. No sabía que el caballero era un brujo, tampoco que hacían varitas con los cuernos cortados. ¡Roi! —gritó al ver que el pequeño hombre no dejaba de dar vueltas.

—Luz, que buena niña eres, gentil y amable. Estoy seguro de que amas más este lugar que el mismo príncipe. Tengo que darte malas noticias, él se ha ido con una mujer —informó Roi.

Cuando Luz escuchó lo dicho, su corazón dio un vuelco, su mirar se hizo borrosa y un zumbido invadió su escuchar.

—Es broma, nos íbamos a unir, por la eternidad. Dime que es broma.

—Lo siento, es la verdad pequeña. Sabía que tu hermana vendría después de enterarse de que el príncipe se fue. Le temía. —Rio sin dejar de dar vueltas de un lado a otro— Ya no tiene sentido nada. Cuidé el engendro de la mujer que amaba. Todos amaban a la reina, poseía una maldición, su belleza, pero ella prefirió al humano... eso mismo hará su hijo, seguirá sus pasos, se enamorará de la chica y al final la sacrificaran. —Volvió a reír— Me pudrí, princesa Luz. —Miró hacia el ventanal, precisamente al cielo—. Esto pasa cuando nos rompen el corazón, nos pudrimos.




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