Tierra de entes

Tierra de sirenas

Catalina escuchó la voz agitada de Nokto llamarle. No obstante, una fría mano cubrió su boca mientras ella era arrastrada al rio. Con su corazón agitado e impotencia deseó responder al llamado desesperado de Nokto. Todo se volvió oscuro para Catalina, en su cabeza solo resonó la voz del llamado, repitiéndose en la oscuridad de su mente como una pesadilla. Cuando Catalina abrió los ojos, se encontró en la orilla de un lago en el bosque, echada en las duras rocas. Era de día y los rayos del sol llegaban al centro del lago donde el follaje del bosque no cubría con su sombra. El agua del lago era verde por las algas y lotos acuáticos que crecían, algunos peces grises enormes y bocones nadaban. Los cantos de los pájaros eran constantes y frenéticos, hacían eco en todo el inmenso bosque. Al escuchar los cantos de los pájaros, Catalina recordó el llamado de Nokto, se puso de pie con rapidez. Enfrente de la confundida, en el lago, había cuatro hermosas mujeres desnudas, de largas cabelleras y pieles blancas iridiscentes como la misma nácar encontrada en conchas de mar.

—Hola —saludó la sirena de cabellos y escamas negras.

El rostro de la sirena estaba libre de preocupaciones, sus ojos eran rojizos y su cabello tan largo, pero tan largo, que se unía al fondo del lago. La voz de la sirena era armoniosa, trasmitía confianza y calidez.

—Hola... ¿Dónde estoy?

—En el lago de paso, mis hermanas y yo emigramos hacia el mar, pero descansamos en este lago —explicó la sirena que se ubicaba delante de las otras tres sirenas, la de escamas negras.
Catalina presintió que la sirena de escamas negras era la líder, por tener una cola como la cobra negra.

—Eres linda, nunca había visto una de tu especie —halagó la sirena pelirroja de ojos verdes, la que estaba a la derecha de la sirena líder.

—Creo que soy la única... aquí. ¿Por qué me han arrastrado? —Catalina llevó su mano en su cabeza, todo le daba vueltas.

—Tenemos hambre, y tú posees una presencia cálida. Si te comemos nos darás fuerza para lograr llegar hasta el mar. Nos dirigimos al castillo sumergido —reveló la líder—. No podemos desovar en el mar, solo lo hacemos en el lago místico, para eso hacemos un viaje muy largo y pesado, terminamos agotadas y muchas morimos en el camino.

—¡Me quieren comer! —gritó asustada Catalina.
Su corazón dio un vuelco al saber la verdad.

—No te lo vamos a negar, intentamos comerte, pero nos dio culpa, eres casi como nosotras, solo que tienes esos miembros extraños que llaman piernas. ¿No te molesta si te comemos las piernas? Te dejaremos viva... —Habló de nuevo la sirena de escamas negras.

—¡No! —Catalina encogió sus piernas y se abrazó a sí misma.
Catalina se dio cuenta no tenía sus ropas puestas, solo su largo cabello cubría su desnudez.

—¡Ya sé, hermanas! Lu se murió en el viaje, le comemos las piernas y la unimos a la cola de Lu, a lo mejor si pega —habló la otra sirena del grupo, la que parecía apena y poseía un cabello castaño revoltoso.

—¡Buena idea, Uma! —gritó de alegría la líder.

La sirena de nombre Uma nadó al otro extremo del lago y arrastró con ella el cadáver de una sirena que flotaba en el otro extremo. Asustada, Catalina intentó correr lejos del lago, pero fue sujetada de las piernas con fuerza por parte de las sirenas. Catalina gritó al sentir las delicadas y frías manos tocar su piel, algunas uñas filosas se clavaron en sus piernas, cosa que provocó que ella gritara más.

Nokto que estaba buscando de manera frenética a Catalina por el bosque, escuchó a la lejanía el grito de ella. Cerró los ojos, buscó con su cuerno las hondas del grito, se guio de lo poco duradero del rastro dejado por el grito. Al estar más cerca de Catalina, pudo sentir la presencia cálida que trasmitía ella. Nokto corrió con todas sus fuerzas, se abrió paso en los arbustos y árboles, brincó algunos troncos caídos, casi resbaló al pisar un hongo. No tardó en llegar al lago, donde mujeres hermosas sujetaban con fuerza a Catalina. Una de las sirenas estaba a punto de clavarle los dientes a la pierna de Catalina, se detuvo ante la presencia de Nokto.

—¡Más comida! —dijeron emocionas las sirenas.

—¡Suéltenla! —ordenó Nokto enojado.
Miró la sangre emanar de las blancas piernas de Catalina.

—¡Nokto!—Catalina rápidamente cubrió su pecho con su brazo.

—Hermanas, no me gusta su energía... —comentó la sirena de escamas negras.

Las sirenas se apartaron de Catalina y comenzaron a cantar, entonaron una melodía encantadora. Catalina dejó de sentir dolor en sus piernas rasguñadas cuando escuchó los cantos de las sirenas. No obstante, observó que Nokto perdió el brillo de su mirada y comenzó a caminar lentamente hacía el lago.

—¡Nokto! Para. —Catalina se puso de pie y sujetó el brazo de Nokto.

Las sirenas al ver que Catalina no era afectada por sus cantos, entonaron con más fuerza la melodía. Nokto siguió caminando y jaló su brazo con fuerza, liberándose de Catalina. Ella intentó sujetarlo y detenerlo, pero él avanzaba hacia el interior del rio.

—¡Cállense! —pidió Catalina.

Nokto entró al lago, caminó lentamente. Catalina fue detrás de él, sin saber qué hacer. Impulsada por su temor y nervios, le dio una cachetada a Nokto, con todas sus fuerzas y gritó: vuelve en ti. Una de las sirenas rio cuando miró lo sucedido.

—En los corazones vacíos, nuestro canto es perdición. Nuestro canto es como el mismo amor —reveló la sirena de cabellos castaños que dejó de cantar por reír. Después, volvió a unir su canto con el de sus hermanas.
Catalina se puso enfrente de Nokto, intentó frenarlo con la fuerza de su cuerpo, cosa que le fue inútil, él siguió avanzando a pesar de que ella estaba enfrente.

—¡Nokto! Piensa en tu prometida, ya sé ¡El cuerno! —Catalina alzó su brazo y sujetó con fuerza el cuerno de Nokto.

A pesar de los intentos de Catalina de frenar a Nokto, todos fueron nulos. Las sirenas nadaron a lo más profundo del lago mientras cantaba, Nokto se encontraba lejos de las sirenas, el plan de ellas era que él se adentrara a lo más profundo del lago y se ahogara, para después ser comido. Se alegraron de ver a Catalina seguirlo, si ella se ahogaba por su cuenta, las sirenas se librarían de la culpa de haberla matado.




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