Tierra de entes

Tierra de un brujo/ parte uno

El mundo que estaba dividido por dos reinos, una bruja sobrevivió a la caza, se ocultó en un rincón lejano del mundo, donde los dos reinos no tenían autoridad. Ella parió a dos hermosos niños, gemelos. Sin embargo, un día, uno de los niños enfermó gravemente. La bruja no poseía una planta en especial para crear el antídoto, esa planta solo crecía en el reino sol.Preocupada por perder a uno de sus hijos, se adentró al reino sol, oculta en la oscuridad de la noche. El rey del momento sintió a través de sus imponentes seis cuernos la presencia de la poderosa bruja, salió de la comodidad de su tronó y siguió a la bruja. No mandó un guardia, temió que la bruja superara a su gente. Cuando el rey localizó la ubicación exacta de la bruja, cuando ella regresó a su hogar para entregarle el remedio a su bebé. El rey apareció de las sombras, entró a la morada de la bruja y la ahorcó con sus robustas manos. Los habitantes del pueblo se enteraron, debió al grito que pegó la bruja antes de morir. Antes de que el rey tocara a los bebés, salió corriendo del lugar, al ver los habitantes armados dirigirse a la morada de la bruja. Los bebés sobrevivieron, criados por los buenos Entes. Se contó por todos lados la historia como de un rey malvado mató a una gentil bruja, la que cuidaba de la salud de los buenos entes del pueblo. Los niños de la bruja crecieron, dotados de poder y habilidades, aprendieron a usar su poder gracias a los libros y conocimiento que dejó su madre en vida. No obstante, en uno de los niños había odio, demasiado, y se propuso que destruirá a los reinos y todo aquel que deseará controlar. El gemelo que poseía odio en su corazón, dejó el pueblo acompañado de una extraña mujer, y se fue al reino sombra. Su gemelo se quedó en el pueblo, ayudando a los habitantes, como lo hacía su madre.
 

Nobe fue el buen brujo que vivía en el pueblo oculto entre las montañas y el bosque. Seguido gustaba de ir a las montañas para recoger plantas, moras y todo lo que considerara útil para crear remedios. En uno de sus paseos, se encontró con dos viajeros. Asustado de lo que miró, Nobe se ocultó detrás un tronco, intentando identificar los viajeros; si eran buenos o malos.

—Nokto... me siento perdida, veamos, repasemos. Estábamos en el bosque —Catalina detuvo su andar.

—Sí —afirmó Nokto deteniéndose igual.

—Caminamos por una semana por el oeste, luego entramos en la cueva oscura de larvas brillantes y salimos por estas montañas. ¿Por qué las montañas no se veían desde el bosque y el desierto?

—Llegamos aquí por gracia del túnel. Hay muchos túneles que conectan con diferentes lugares, son atajos. En el reino había uno, llevaba a varios lugares, pero con el tiempo lo derrumbaron y cerraron. No me tocó vivir en esa época, pero creo que a mi abuelo sí.

Catalina caminó al lado de Nokto, miró el verdoso bosque donde se encontraban, inmensos árboles impedían la entrada de la luz del sol. Los troncos del bosque, la mayoría, estaban cubiertos de lama. Varios hongos crecían por arriba del follaje húmedo. Catalina casi resbaló al pisar las húmedas hojas. Se escuchó el croar de las ranas, armonizando con el ambiente del bosque húmedo. Muchos helechos cubrían la vista, y algunas plantas de grandes hojas contenían encima ranas.

—Con este bosque y clima, se me antoja un chocolate caliente —reveló Catalina.

—¿Qué es un chocolate caliente? —Inclinó su cabeza y esperó un momento la respuesta.
—Algo muy rico que seguramente no hay aquí —respondió de malas Catalina.

Catalina se sentía cansada, le pesaban las piernas demasiado. También, le preocupó que su periodo le llegará en cualquier momento. Catalina no tenía noción del tiempo, pero había pasado y ella no iniciaba con su ciclo, pensó que en cualquier momento sería.
—En estos momentos me conformaría con tomar un poco de sol, —prosiguió— días que no lo hago... ¡Mira! Escaleras —Nokto apuntó con su dedo índice a unas escaleras alargadas que saltaban a la vista.

—¿Habrá un pueblo? —Los ojos de Catalina se iluminaron— ¿Una aldea? Espero que tengan comida...

Alegres, subieron las escaleras juntos. Sin embargo, las escaleras no los llevó a ningún lado, solo había más del bosque. Catalina se dio cuenta de que había más escaleras así, de piedra, antiguas, cubiertas de lama y helechos. Subieron y bajaron por las demás escaleras de la misma índole, pero ninguna los guio algún lugar diferente.

—No llevan a ningún lado... parece que están diseñas para perder a las personas. Ahora no sé dónde quedó la cueva con el túnel de donde salimos —suspiró Nokto en su cansancio.

Catalina estaba agotada, tomó asiento en un tronco caído, el hambre comenzaba hacer estragos en ella. Mareada, sintió que el húmedo suelo cubierto de follaje dio vueltas, cayó al suelo asustada y rápidamente se incorporó de pie al ver que Nokto se acercó muy preocupado.

—¿Estás bien? —Preocupado, Nokto corrió hacia donde Catalina descansaba.

—Siento que este bosque drena mis energías, las pocas que tengo. —Cruzó los brazos.

—Debe ser porque los árboles están llenos de vida, más de lo normal. Yo también sentí algo extraño, una energía abrumante. Me pregunto si alguien vivirá en este bosque, debe ser difícil sobrevivir aquí.

—Es frío y húmedo, no hay mucho que comer, al menos que se dediquen a la caza de ranas —comentó Catalina, tenía la cara larga y seria.

Nobe siguió de cerca de los viajeros, le llamó la atención la chica de cabellos largos y mieles ojos, era muy similar físicamente a él, pensó que tal vez ella también era una bruja.

No obstante, se preocupó, porque la joven estaba a un lado de un Floroj: una especie de entes que él consideraba cazadores de brujos y humanos.

Nokto se acercó aún más a Catalina, cuando miró las mejillas sonrojadas de ella, indicaba la fiebre que tenía, se le veía agitada y agotada.

—Eres muy débil, Catalina —comentó Nokto.




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