Tierra de entes

Tierra de tierra

Los aventureros continuaron por su viaje; Catalina, Nokto y el miembro reciente: Nobe.

El mundo divido por dos reinos era inmenso, nadie lo conocía en su totalidad ni los más longevos. Debido a las guerras mucha información sobre el mundo fue destruida. Nokto sabía poco, y Roi no le habló mucho del mundo, lo mantenía más ocupado en entrenar, estudiar y en deberes.
Nokto, aburrido de caminar y sentir que daba vueltas, bajó la mirada, no supo en que momento exacto dejaron atrás el húmedo bosque, para encontrarse en una tierra negra, donde crecía tomates en abundancia. Catalina comió un par en el camino, le parecieron sumamente dulces. La tierra del lugar era tan negra y abundante, que simuló ser un espació, y los tomates los planetas. Las estrellas se reflejaban en el brillo de los frutos. Las hojas verdes de las matas resaltaban en la oscuridad de la tierra de manera esperanzadora. Nobe recolectó algunos tomates pequeños, con el propósito de obtener semillas para plantar en el futuro.
Un rio cristalino de agua caliente corría por el lugar, algunos peces albinos nadaban, llevados por la ligera corriente. Catalina en su cansancio sugirió descansar algo cerca del rio, aunque temió por encontrar sirenas. Sin embargo, le apeteció demasiado tomar un largo baño en las aguas que humeaban. Nokto le pareció la idea, estaba cansado de tanto andar. Mientras Catalina se bañaba, Nobe y Nokto buscaron ramas secas para la fogata. Nokto no hablaba mucho con Nobe, se sentía incómodo cerca del brujo. Adelantó caminó por el campo de tomates, buscando plantas secas para obtener las ramas. En su búsqueda, se topó con una rata albina de gran tamaño, como el de un perro labrador. La rata comía tomates de manera muy civilizada, llevaba puesto un babero y en las manos sostenía cubiertos. Nokto miró asombrado a la rata de ojos rojos, como está rebanaba los tomates.

—¡Hay una cosa bañándose en el rio! —comentó un rata que se acercó a la que comía.

Nokto se sorprendió, aún más, por la rata que caminaba en dos patas; y porque hablaban.

—¿Se ve buena? ¿Para comer o visualmente? —preguntó la rata con babero.

—Para tocar, tiene una cabellera negra y larga, su piel es blanca como luna... parece la noche encarnada —contó la rata que caminaba en dos patas.

—Vamos, si en verdad es hermosa como dices, la haremos la reina —comentó la rata de babero.

Las ratas albinas salieron disparadas, ni notaron al príncipe que escuchó todo. Sin embargo, Nokto corrió detrás de ellas, para alertar a Catalina. Por correr, pasó encima de unas mantas de tomate, haciendo caer los tomates maduros al suelo. Más ratas salieron cuando sintieron el alboroto y los tomates caer. Nokto rebasó a las ratas y estas lo miraron sorprendidas, no supieron de dónde salió el joven rubio de un cuerno.

Nobe que estaba por la zona, miró desde lejos la insólita escena, se preguntó el porqué competía el príncipe con unas ratas.

—¡Catalina, unas ratas te quieren ver desnuda! —gritó Nokto mientras corría agitado.

Corrió y corrió, a la lejanía miró la silueta de Catalina en el rio.

Entró al rio agitado y asustado, no prestó atención a la expresión de asombro que enmarcaba el rostro de Catalina. Disgustada, clavó la mirada con enojo, al ver la osadía de Nokto. Sin embargo, al ver las ratas, entendió porque Nokto corrió hacia donde ella estaba. Un puñado de ratas enormes, albinas de ojos rojos, corrían. Frenaron antes de entrar al rio. Nokto se plantó enfrente de Catalina y la cubrió con su cuerpo.

—¡Ratas enormes! —gritó Catalina.

—Oh, que grosera, y nosotros que pensamos hacerla nuestra reina —habló la rata que andaba en dos patas.

—¡Ella no será su reina!, largo —ordenó Nokto.

—Pues que más da, si como esta flaca, total, hay muchas más en la aldea.
Enojadas, las ratas se dieron la vuelta y regresaron a los campos de tomates.

—¡¿Hay más como yo?! —preguntó asombrada—. ¡Mira a otro lado! Saldré del rio.

Catalina se apresuró a salir, mientras Nokto desviaba su mirada.
Nokto alzó su cabeza y miró el cielo nocturno, el que estaba poblado por estrellas brillantes. Catalina salió del rio, y no demoró mucho en vestirse con las ropas que dejó encima de una gran roca. Nobe no tardó en aparecer, con las manos llenas de tomates pequeños.

—¿No iban a buscar ramas? —preguntó Catalina al ver el brujo feliz con los tomates en sus manos.

—Olvidé decirles, puedo invocar espíritus de fuego, no necesitamos leña. ¿Viste a las ratas que seguían a Nokto? ¿No crees qué sería buena idea capturar un puñado y usarlas en un trineo? —sugirió Nobe y esbozó una amplia sonrisa.

—Odio las ratas —confesó Catalina.

Nokto en su intento de salir al rio, terminó resbalando con una roca y cayó a lo profundo del rio. Con rapidez se levantó, empapado. El contraste del aire frío y el agua caliente no le gustó. Volvió al agua, pero no le vio sentido estar con ropa. Sin pensarlo mucho, se quitó las botas, después la gabardina roja y mientras desabrochaba su camisa, se dio cuenta de que Nobe y Catalina le clavaban la mirada.

—¿Qué? —preguntó desconcertado Nokto, alejó su mano de los botones de su camisa.

—Nada, adelante, ambos somos hombres. No tienes nada que no he visto, aparte de un cuerno y una flor —comentó Nobe mientras miraba a Nokto.

Catalina se giró, apenada, y se concentró en ver las matas de tomate.

—Qué raro eres Nobe, piérdete —dijo Nokto.

—¡Buena idea! Me perderé en el rio, contigo. —Nobe retiró su máscara, abrigo, y en el camino lo demás que llevaba puesto. Cuando quedó en calzoncillos, se lanzó al rio.

—No... alguien debe cuidar a Catalina... las ratas pueden regresar —comentó Nokto.

—Que va, ella nos va a cuidar a nosotros, desde la distancia. ¿Verdad Catalina? —Nobe alzó su brazo y saludó a Catalina.
Catalina se giró en sí misma y respondió el saludo. Apenada, observó al pelirrojo de alegre sonrisa. Nokto se sumergió y solo se veía su cuerno sobresalir en el rio. Extrañó los días donde él solo viajaba con Catalina. Nobe nadó como un koi en el rio, su piel blanca y cabellos rojos le hicieron parecer uno. Estaba feliz y despreocupado. En su nado, pescó ágilmente con sus manos algunos peces albinos, y los llevó a la orilla del rio. Nobe salió del rio, vistió sus ropas y tomó una vara seca del suelo. Con la vara en manos, dibujó un círculo en la tierra y le dio forma de estrella de cinco picos. En uno de los picos dibujo un triángulo. Recitó en voz baja algo incompresible para los oídos de Catalina, sus manos lentamente brillaron, hasta ser llamas que dejaban a la vista los huesos del brujo. Lanzó las llamas de sus manos en el pentagrama, estas se quedaron atrapadas adentro del círculo, simulando ser una ardiente fogata. Catalina se quedó con la boca abierta al ver tal control de magia. Nokto no tardó en salir del rio, cambió sus ropas húmedas donde nadie lo viera. Dejó su gabardina roja secándose, y vistió totalmente de negro. Como era el príncipe del sol, debía vestir de negro, como dictaban las costumbres. Mientras Nokto secaba sus lentes, se sentó cerca de la cálida fogata, pensó que era muy útil el brujo, sin embargo, no le expresó lo pensando a Nobe.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.