Tierra de entes

Tierra de noche

Cuando la noche estaba puesta, y el único sonido relevante era el crujir de la leña ante el fuego, Catalina mataba el tiempo platicando, solía contar cuentos. Ella se sentía protegida con la presencia del príncipe y brujo, tanto, que fluía su creatividad y sus cuentos eran amenos para los oyentes.

El sol se rendía pronto ante la noche, tampoco había luces artificiales que iluminaran la oscuridad, a veces la luna y estrellas se encargaban de eso —también algunos entes—, pero no siempre estaban presente. Las nubes solían ser tercas, y a veces parecían tener vida propia, eso supuso Catalina. Por un tiempo, las nubes la siguieron por varios días, no eran nubes normales, eran caóticas nubes que formaban tormentosas espirales en el cielo; y como si cabalgaban, seguían velozmente al paso de los viajeros. Nokto reveló el misterio cuando Catalina se sintió perturbada por las nubes, eran espíritus de viento y agua.
Nobe se encargó de las nubes, una feroz llama invocada con el humo de un cigarrillo las evaporó.

Para Catalina las noches eran muy largas. Una vez oculto el sol, ya no había mucho que hacer. Catalina, Nobe y Nokto se refugiaban en lugares que consideraban seguros para pasar la noche.
Nokto solía acostarse cerca de las llamas y fingía estar dormido mientras escuchaba los cuentos, y lo platicado por Catalina. Nobe prestaba mucha atención a todo lo que salía de Catalina, le parecía sumamente importante. A veces resonaba en conjunto la armoniosa risa de Catalina con la de Nobe; se la pasaban muy bien y conectaban demasiado.

La leña crujía, y a la lejanía la orquesta de los insectos ambientaba el lugar, no siempre. Otros días, el sonido de caer de la lluvia se encargaba de la ambientación. Nokto encontró reconfortante esos momentos, deseó que no se terminaran. En especial porque le invocaban buenos recuerdos, momentos de cuando él era un niño y se refugiaba en el regazo de su madre mientras ella le contaba historias para que lograra hacerle dormir. Nokto había olvidado esos preciosos momentos que vivió su madre, hasta que Catalina llegó a su vida. Para Nokto la presencia de Catalina era importante, porque las palabras de ella lo sacudía, despertaba algo en su interior que lograba contemplar la realidad que vivía, en otras palabras, lo hacía sentirse vivo; le recordaba cosas buenas de su pasado, y aprendía bastante de ella. Nokto no lo dijo, pero admiraba muchas cualidades de la bruja que consideraba escuálida. Sin embargo, desde la llegada de Nobe, pareció un muro que se interpuso entre ella y el príncipe.

 




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