Tierra de entes

Tierra de sentimientos

—Tal vez uso mucho poder, por eso no despierta. Jovencita, mantenme al tanto, por favor. Quiero agradecerle a tu amigo de corazón por la ayuda brindada. Nos salvamos gracias a él. Es triste, que murieran los salvajes, pero no había otro remedio. Tengo que ir a supervisar, estábamos reconstruyendo lo dañado. Para la próxima primavera, mi gente se repondrá por completo y seremos más. Ya no le daremos entra a extraños, nuestro error fue ser amable con el caballero. Hablamos después.

Al que era el alcalde hablando con Catalina, le faltaba un brazo y uno de sus ojos se encontraba mordisqueado. Catalina sintió mucha pena por él, no se atrevió mirarle hacia los ojos mientras él hablaba y movía sus palpos.
 

Catalina siguió a Nokto, cuando él salió corriendo detrás de los insectos entes salvajes. Eliminó un por uno, cada vez que fijaba su mirada un rayo silencioso salía disparado de la flor. Sin embargo, cuando llegó a una colina y eliminó al último ente en pie, cayó inconsciente ante la vista de Catalina. Pensó ella que a él le faltaba sol, así qué lo arrastró donde los rayos llegaba. Catalina analizó a Nokto, le pareció diferente, y era porque él no llevaba puesta su gabardina roja impermeable, tampoco el suéter que parecía ser un buen aliado cuando el frío era todo. El rubio cabello resaltó en el negro de la camisa, al igual que la piel. Catalina se sentó a un lado, no tenía idea de qué hacer. Los rayos del sol que acariciaban la fina hierba, y todo a su paso, fueron como somníferos para Catalina. No se dio cuenta, pero terminó quedándose dormida encima de Nokto, envuelta en la paz que ofreció el momento.
Catalina despertó cuando el sol se alejó y solo quedaba un ocaso precioso.

Las nubes se pusieron de acuerdo para ser el marco ante el sol anaranjado que se despedía por aquella ocasión; eso creyó Catalina al ver el arrebol que se formó en el cielo. Mientras Nokto seguía dormido, ella contempló las nubes marchar lentamente detrás del sol, los rayos anaranjados que pintaron por un momento el cielo, terminaron creando un degradado con el azulado de la noche. Catalina llamó a Nokto para que observara lo mismo que ella. No obstante, él seguía dormido. Curiosa se acercó, fijándose en el rostro del príncipe, miró lágrimas estancadas en las cuencas de los ojos. Comprendió la culpa que cargaba Nokto, la culpa de sus acciones.

Los entes insectos salieron de la protección de las murallas, enterraron a los muertos y el alcalde se encargó de llevar a Nokto de regreso a la pequeña casa.

En la noche cayó una triste lluvia. Catalina se sintió melancólica y culpable. Sabía que si no hubiese mentido, no hubiera expuesto tanto a Nokto. No obstante, él sabía la verdad y aun así decidió acompañar a Catalina en el viaje.
Catalina se sintió sola después de mucho tiempo. Nobe era un zorro, uno que no hablaba y solo dormía demasiado, y Nokto estaba perdido en sus recuerdos.
Catalina en su soledad se puso a cantar:—Cuando llega la lluvia, mi corazón se estremece, me emociona, el cielo es cambiante, como nuestros sentimientos —calló de golpe—. «Cierto, las emociones cambian como el cielo, antes no me daba el lujo de tenerlas, no importaba lo que dijeran las personas, no podía llegar a ellas. Pero ahora... importa. Nokto... me importas. Un amigo con quien comparto una aventura. Me gustaría poder ayudarte, me gustaría entender qué te pasa. No quiero que te sientas solo, pero no sé cómo expresar mis sentimientos. Aquella vez, cuando sentí que morirías, pude fluir. Fui honesta cuando sentí que te perdía. ¡Soy una idiota!»—pensaba Catalina.

Catalina siguió observando el cielo desde la dura silla de un comedor rústico, miró como los rayos descendían donde el pastizal era todo. Aburrida de solo ver la lluvia y los rayos, escribió en un papel aparte del papiro:

Cuando comienzas a vivir tu propia aventura, olvidas de escribirla, porque te enfocas en lo que ves y sientes. En estos momentos no me entiendo, no sé qué quiero con claridad, me engaño, me miento. Aprendí apreciar a alguien, cuando antes solo vivía en mi burbuja, alejada de todos. Ya no puedo escribir como antes, no me siento inspirada, porque quiero vivir el momento, no detenerme. Quiero sentirme por completo en este mundo. Me siento agradecida, no sé muy bien cómo es que logré llegar aquí, pero agradezco a las identidades que me han arrastrado a este mundo. Siento que aquí realmente sí pertenezco, me siento feliz. Me siento enamorada de lo que veo y con quien comparto mi aventura. ¿Podré tener mi final feliz a su lado? Cómo en los cuentos de hadas...

Catalina leyó lo escrito, y le dio vueltas en su mente. Lo terminó tachando levemente por encima, lo hizo bola y lo lanzó al suelo. Nokto tenía rato despierto, observó las caras que hacía Catalina mientras ella se concentraba en escribir. Vislumbró en lo más profundo de su mente la esbelta silueta de Catalina, concentrada escribiendo, consumida por sus pensamientos, emocionada; iluminada por una lámpara. El momento, para Nokto, fue semejante a un sueño lucido. Él levantó el pedazo de papel, intentó leerlo en voz alta.

—Cuando comienzas a vivir tu propia aventura olvidas de escribirla porque te enfocas en lo que ves y sientes —leyó con rapidez.

Catalina dejó su lugar y se lanzó a Nokto, arrebatándole el arrugado papel.

—No lo leas... —dijo apenada y volvió arrugar el papel

—Parecía interesante, más el final.

—No lees tan rápido, no sabes de qué iba el final —Catalina desdobló el papel y cortó en pequeños trozos, después comenzó a comerse los trozos.

—¿Tienes hambre? —preguntó Nokto preocupado.

—No. —Negó con la cabeza—. Los entes insectos me ofrecieron insectos rostizados. Al principio me dio asco, pero cuando los comí, los disfruté. Es raro, insectos comiendo insectos.

—Son entes insectos, no insectos como tal. Estaba pensado en volver al palacio de lluvia. Siento que dejamos atrás a Nobe y llevamos un zorro por error. Si él estuviera con nosotros hubiera conocido más sobre la maldición.




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