Tierra de entes

Después de la tragedia

Cuando Catalina abrió los ojos el tiempo había pasado, y ella había olvidado lo que pasó, desde el día que estuvo con Nokto, semanas atrás. No comprendió por qué estaba en una habitación tan amplia y ostentosa. Su cabeza le atormentaba en un dolor envolvente, llevaba un vendaje que cubría su ojo derecho; y tampoco vestía ropas, solo una suave sábana cubría su desnudez. Se sintió cansada y fuera de sí, no entendía nada, considerando el momento producto de una quimera. Para ella, en el último momento en que cerró los ojos fue en los brazos de Nokto, no en la habitación de pinturas extrañas que retrataban esbeltos entes con miradas juzgonas e iluminación tenue. Tampoco sabía que hacía postrada en una enorme cama abarrotada de cojines bordados. Cuando se paró de la cama un extraño ruido apareció en el interior de su cabeza. Catalina lloró por algún motivo que ella misma desconocía, estaba consumida en una tristeza y desesperación que no comprendió. Caminó, hasta que se reflejó en el espejo del ropero. No poseía idea de por qué tenía vendada la cabeza cubriendo un ojo. Pegó un grito al momento que retiró la venda, se derrumbó en el suelo y lloró de manera desgarradora.

La puerta de la habitación fue abierta, entró de manera apresurada el brujo de rojos cabellos.

—Catalina... despertaste —Nobe se acercó, le rompió el corazón ver a Catalina llorar—. Catalina, por favor, no llores.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy así? —Dejó el suelo y sujetó al brujo de la camisa— No entiendo nada... ¿Dónde está Nokto? —preguntó en su desesperación—. ¡Quiero verlo! ¡Necesito verlo! Dime... dime. —Tragó saliva—. Por favor, ¿por qué no fue él quien entró a consolarme?

—Catalina, necesito que recuerdes por tu cuenta. Cálmate —Nobe se acercó, abrazó a Catalina y la tomó en brazos, llevándola y acostándola de nuevo en la cama—. Necesitas descansar. —Cubrió a Catalina con las sábanas.

—¿En que momento dejaste de ser un zorro? —preguntó Catalina.

—¿No lo recuerdas? —Tomó asiento en la esquina de la cama y entrelazó los dedos de su mano—. Me maldijo la bruja mitad dragón y Floroj. Dormía mucho para intentar obtener fuerzas y así romper el maleficio, pero me era imposible. Me perdí de mucho. ¿Qué es lo último que recuerdas? —Volteó por un momento y fijó su mirada en Catalina—. Tienes que hacerlo por tu cuenta... recordar.

—Estaba con Nokto... decidimos descansar en una cueva —respondió mientras las lágrimas se escapaban de sus ojos.

—Entiendo. Eso fue hace casi un mes atrás. Cuando te sientas lista para caminar iremos a esa cueva, tal vez recuerdes—dijo con mucha tristeza en su entonación.

—¿Por qué simplemente no me cuentas? —preguntó Catalina enojada y triste.

—Tienes que recordar por tu cuenta —Nobe bajó la cabeza, una expresión sombría opacó su mirar, las esmeraldas parecieron ser césped muerto.

—¿Me puedes decir en dónde estoy? —Catalina cubrió más su cuerpo con las sábanas.

—El paraíso de dragones. Ellos decidieron vivir en las montañas, forjaron su reino en un lugar complicado para que habiten humanos, pero ellos son dragones.

Nobe dejó su lugar, caminó hacia la ventana, recorrió las pesadas cortinas y observó como lentamente caía la nieve, cautivándose con la frialdad que arrastraban los lentos copos de nieve al caer encimas de los tejados vistosos.

La puerta de la habitación fue tocada, Nobe respondió cuando solicitaron entrar. Entró una mujer que vestía pomposas ropas oscuras con detalles y encajes blancos. La oscuridad era todo en aquel ente, su piel eran escamas negras, al igual su cabello y sus ojos; todo como el mismo carbón. Era muy alta para ser humana, también sumamente esbelta, pegado a sus huesos. Poseía dos cuernos enormes enrollados entre sí en los costados de la cabeza; también, unos gruesos muslos y piernas curvadas como las de una cabra. Catalina enfocó su mirada en la larga cola de escamas negras, sobresalía debajo del vestido, y se arrastraba por la alfombra. Caminó haciendo un sonido inusual, el roce de las escamas con la alfombra. Su rostro alargado y serio era terrorífico ante la juzgona mirada de Catalina. El ente abrió sus rígidos y alargados labios, Catalina no entendió lo que anunció El ente con su lengua viperina purpura, le parecieron ruidos y rugidos, no más. Nobe escuchó con atención y movió su cabeza de arriba hacia abajo. La extraña ente se dio la vuelta y salió lentamente de la habitación, mientras el sonido de su cola arrastrar anunciaba su partida.

—¿Qué te dijo? —preguntó Catalina consumida en su curiosidad—. ¿Eso es un dragón? Tiene un cuerpo humanoide... me parece familiar.

—No pueden volver a su forma original, todos los entes fueron hechizados. Esa forma humanoide que viste es adoptada por los dragones débiles. Ella es la reina, pero supongo que no la recuerdas.

Nobe se acercó al ropero vistoso que era parte de la habitación, lo abrió, sacó ropas y un vestido para Catalina. Ella miró todo sorprendida y llevó su mano en su ojo derecho, su corazón latió con intensidad, deseaba recordar a toda costa. Catalina, con muchas preguntas en la mente, se vistió detrás de un biombo, poniéndose el oscuro vestido pomposo, le quedaba un poco grande, cosa que arregló con el corsé. Se miró en el espejo, antes de fijar su mirada en ella, suspiró, se sentía extraña.

—Te queda muy bien—dijo Nobe mientras analizaba con una mirada penetrante a Catalina.

Catalina dejó de mirarse, observó a Nobe, él también llevaba ropas diferentes, se trataba de un antiguo traje casual que antes vestían los humanos; un abrigo negro con acabados discretos en dorado, una ajustada camisa roja de cuello alto, corbata negra como el chaleco y pantalones. Catalina ya no le pareció un brujo, sino un príncipe, uno sacado de un maravilloso cuento de hadas. Los ojos de Nobe volvieron a brillar como esmeraldas, y su cabello de fuego enmarcaba su apacible rostro.

Catalina tomó los pomposos extremos del vestido y caminó hacia fuera de la habitación. Antes de salir, Nobe puso en ella un pesado abrigo, igual que todas las vestimentas del lugar, negro.




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