Tierra de entes

Tierra de gemelos/ parte uno

Catalina cansada de rondar por el lugar, se preocupó, Nokto demoró más de lo que ella supuso. Otro servidor de la reina, un pequeño ente de escamas verdes y cuello alargado encorvado, invitó con señas a Catalina descansar en una habitación que no se utilizaba en mucho tiempo, Catalina accedió, estaba exhausta. La habitación contaba con una agradable cama para dormir, a pesar del polvo que danzaba en el ambiente, el lugar no dejaba de ser cómodo.

Catalina no observó a detalle los cuadros, después los cojines del lugar, y al final solo se arrojó a la cama sin más. No pudo dormir, sin importar lo cómoda que fuera la cama, dio vueltas de un lado a otro, buscó consuelo en abrazar el zorro, pero no lo obtuvo. Ella solo pensaba en Nokto, sentía su corazón afligido por la ausencia de él. Sobre todo, una preocupación incompresible y abrumadora la acosaba en sus pensamientos.
Suspiró, dejó lo que consideró una grande cama para ella sola. Catalina atendió su higiene personal y cambió sus ropas. Al final, salió de la habitación con el zorro en brazos.
Planeó en buscar ayuda con algún ente dragón, para hacer volver a Nobe en su forma original. El frío no era tan intenso en el interior del palacio, algo que la alegró. Caminó por los pasillos, miró embobada a través de las ventanas el poblado, las casas amontonadas con chimeneas humeantes y techos tapizados de nieve. Observó hasta que fue interrumpida su actividad con el ruido de una vieja bisagra oxidada, el sonido secó y rechinante regresó a Catalina a la realidad. Una puerta se abrió, de esta salió un joven exactamente idéntico a Nobe, salía de la que era biblioteca, cargaba una pila de libros. Vestía un traje blanco que resaltaba con un chaleco y botas de cintillas oscuras. Catalina analizó al joven, el rojizo cabello, la delicada silueta, la altura y más... era idéntico a Nobe. No dudó en alcanzar al pelirrojo que cargaba con una pila de libros.

—¡Nobe! Así que no eres el zorro —gritó Catalina emocionada mientras alcanzaba al joven—. Sabía que pudo ser una clase de error, un brujo tan poderoso como tú, sería imposible de doblegar.

Él se giró al escuchar el nombre. Catalina miró que era un tanto diferente, tenía pecas, el cabello más largo, hasta la cintura, y unos ojos de ira. Paró en seco cuando se dio cuenta que no era Nobe.

—¡¿Pero qué hay aquí!? —La expresión del joven cambió de un momento a otro, una sonrisa iluminó y difuminó la ira de su mirar—. ¿Quién te hizo esto? —Se acercó al zorro que cargaba Catalina.

—¿Disculpa? —Asombrada Catalina miró al joven.

—Lo siento. —Sonrió triste—. Nobe es mi gemelo. Le dije que se quedara en la aldea, después iría por él. Ahora está hechizado. —Rio tímidamente—. No es un hechizo complejo, si se rompe desde afuera. —Fijó su mirada en Catalina—. Ah, lo siento, soy Orben, el gemelo de Nobe—. Estiró su mano.

—Mucho gusto... —Catalina tomó la mano, cargando todo el peso del zorro en un solo brazo—. Soy Catalina —dio su nombre apenada—. Nobe no habló de tener un gemelo. Me da gusto encontrarte —Catalina sonrió despreocupada—, ¿puedes romper el hechizo? —Soltó la mano y estiró sus brazos con el zorro en manos.

—¿Humana o bruja? —Dejó en el suelo la pila de libros y tomó al zorro.

—A este punto no sé que soy. —Catalina bajó la mirada.

—No importa, siento si te incomodó mi pregunta. —Miró fijamente al zorro—. No podré romper el hechizo en el palacio... hay una maldición que debilita todo, hasta la magia — Orben se quedó pensativo por un breve momento—. Creo que si voy al mirador podré escapar un poco del efecto del maleficio.

Catalina no habló, estaba desconcertada, el gemelo de Nobe le pareció sumamente encantador, hablaba con mucha seguridad en sí mismo y su mirada era fuerte, emanaba mucha energía. Cuando él se sintió observado por Catalina, sonrió y pidió que le acompañara. Caminaron juntos por el palacio, el lugar pareció estar abandonado, debido al estado débil de los entes. En el trayecto ningún ente dragón hizo acto de presencia. Orben le hizo muchas preguntas a Catalina en el camino, ella respondió apenada y a secas, sin dar datos importantes. Para dejar de acosar con su mirada al hermano de Nobe, Catalina decidió enfocar su mirada en las esculturas y acabados del palacio.

—¿Por qué hueles como un Floroj? —Orben soltó la pregunta de un momento a otro, cuando le incomodó solo escuchar el eco de sus pisadas.

—¿Cómo un Floroj? —Alzó su brazo y se olfateó.

—Catalina... —nombró con un tono de voz serio— Te tengo malas noticias —Dejó de caminar— Tu presencia está manchada. — Ladeó su cuello y miró a la joven de mejillas rojas—. Creo tener un hechizo que te podrá ayudar a eliminar algo la presencia del Floroj que te persigue. Son como chinches —expresó enojado—. La verdad, lo que me incomoda de ese olor, es que me es sumamente familiar. Sabes, la reina del reino sombra huele como tú. ¿La conoces? Odette.

—No. —Negó Catalina con la cabeza, lo escuchado no le dio buena espina, su corazón dio un vuelco y comenzó a latir con rapidez.

—En fin. —Sonrió y eliminó su sombría mirada—. Hay que enfocarnos en mi torpe hermanito. — Orben abrió una puerta de cristal que daba con unas escaleras tapizadas de nieve.

Orben y Catalina bajaron con cuidado por las escaleras, llevaba a su hermano zorro en sus brazos. Cuando bajaron demasiado de a las alargadas escaleras, fue visible el mirador del lugar, pareció ser un espació de tierra flotante en el cielo, estaba a la misma altura de las espesas y frías nubes, aquellas nubes que se agitaban como si tuviesen vida; debajo de ellas se reflejaba de manera tenue varios colores. Catalina respiró con dificultades, el aire en el lugar era más húmedo y frío.

Orben caminó con cuidado, hasta quedar en la orilla del mirador. Miró hacia abajo, parecía que había más camino, pero aparentemente, ya que solo eran nubes muy espesas, y debajo de ellas había un profundo precipicio.




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