Tierra de entes

Después de la tragedia/ continuación

Catalina yacía en la cueva donde pasó tiempo con Nokto, sus recuerdos regresaron pasando tiempo en aquel lugar.

—Ya recordé todo —reveló Catalina. Las lágrimas salieron de su vibrante ojo—. Nokto está muerto... él lo está —sollozó angustiada Catalina al recordar lo sucedido.

La noche estaba puesta y la aurora boreal danzaba hondeándose en el cielo nocturno, mostrando la variedad de sus exquisitos colores, destruyó la oscuridad de una triste noche para Catalina.
—Lo siento, Catalina. —Nobe bajó la mirada—. Intenté recuperar su cuerpo, al igual que el de mi hermano, pero el derrumbe los llevó a un lugar inalcanzable para mí, están enterrados debajo de escombro y nieve en el fondo del precipicio —explicó Nobe con mucho pesar—. Los entes dragones apenas se recuperan de la maldición... Y cuando estén recuperados de todo, lo primero que harán es ir al castillo del reino sombra. —Cruzó los brazos.
Nobe se encontraba sentado cerca de la fogata que había hecho, su mirada estaba llena de tristeza, contenía las lágrimas.

—Quiero ir al pozo... —pidió Catalina temerosa—. Soy un caos, causé la muerte de Nokto, su prometida, de tu hermano... Soy una maldición viviente.

—No, Catalina. Te estás confundiendo, detuviste una guerra. Mi hermano la inició, convenció a la reina Odette de llevarla. Él de verdad deseaba cambiar el mundo a toda costa, sin importar las vidas que arrebató. Nada es tu culpa. —Negó lo afirmado por Catalina.

—Nobe... quiero morirme —confesó—. Mátame, libérame de estos sentimientos de culpa—. Catalina dejó su lugar y se acercó al brujo.

—Catalina, no puedo hacer eso. Tienes la flor de Nokto, pasaste a ser la heredera del reino sol, debes protegerlo... eres la última reina, la que tiene el rayo que protege a los débiles habitantes. —Nobe miró la flor que yacía en el ojo de Catalina.

—No puede ser... no puedo sin Nokto... él... —Catalina se derrumbó en el suelo, inquieta, el corazón le estorbaba con sus constantes latidos.

—Nokto quería morir... ley de la atracción —interrumpió Nobe— se veía en lo más profundo de su mirada aquel deseo. La responsabilidad y el unirse alguien que no amaba, sin contar la muerte de la reina, debió ser mucho para él. De alguna manera su deseo se hizo realidad, ahora es libre, de verdad.

—¿Cómo es que lo sabes? —preguntó asombrada Catalina.

—Lo intuí como el brujo que soy. —Sonrió de manera fría—. Los entes dragón se harán cargo del reino sombra y nosotros del reino sol. El plan es...

—¿Hay un plan? ¿Lo hiciste en mi ausencia? Nobe, yo no puedo... no. —Las lágrimas salieron de nuevo del ojo de Catalina— Amo a Nokto como mi misma vida. —Llevó sus manos en sus ojos—. No puedo seguir, no, no... yo no quiero seguir.

Catalina negó repetidas veces con su cabeza, permaneció en el suelo, despejó su ojo y miró el techo de la cueva. No pudo ver con el ojo donde una flor se encontraba. Sin embargo, por un momento le pareció que miró con aquel ojo, precisamente, una luz dorada recorrer el techo de la cueva.

—Catalina... Vive para que él lo haga, en tus recuerdos. Cuando los Floroj intercambian flores, dejan una parte de su alma en la flor, por eso ellos son fieles hasta el final, a pesar de que su pareja muera, porque realmente no muere, se queda en la flor. Catalina, vive para que Nokto lo haga —repitió intentando convencer a Catalina—. La flor en tu ojo es una muestra de que él también te amaba, de no ser así esta jamás se hubiera añadido a ti. Las flores de ellos son como corazones, piensa eso.

—No siento que Nokto esté conmigo —dijo con la voz quebrada. Catalina llevó su mano y tocó la flor, estaba cerrada, al igual que las ideas de ella.

—Lo está, solo necesitas mirar y sentir al recordarlo. —Nobe sonrió al decir eso—. Catalina, por favor, ayúdame... Quiero salvar el reino sol, el que me quitó a mi madre y mi hermano. No debes hacer nada, yo haré todo por ti, solo sé la imagen, preséntate como a quien se le heredó el trono.

—Cuando se salve el reino, —habló dudosa— ¿me matarías? —Observó a Nobe mientras las lágrimas salían de su ojo irritado de tanto llorar—. Solo si dices que sí, aceptaré a ser la imagen de la reina.

—Si deseas aún eso para aquel momento, lo haré —dijo Nobe con mucho pesar.

—¿Lo prometes? —preguntó Catalina.

—Lo prometo —aseguró Nobe. Clavó su mirada en el ojo de Catalina, el que dejaba caer lágrimas que rozaban con los hinchados labios de ella.

La noche pasaba lentamente para Catalina. No pudo cenar, la tristeza le quitaba las ganas de vivir. Intentó dormir forzándose en sus pensamientos. Sin embargo estar en la cueva le invocó en su mente recuerdos dolorosos, repitiéndose estos una y otra vez en su pesar. Su corazón palpitaba con fuerza, sudaba a pesar del intenso frío del lugar, Catalina se encontraba atrapada en la pesadilla de su culpa. A pesar de que Catalina le gritaba al Nokto de su recuerdo que se fuera, no diera su vida por ella, él no la escuchaba y solo la veía a la distancia, en una oscuridad donde nada era claro.

Nobe se percató por los males que pasaba Catalina, dejó su lugar y se acercó a ella, acostándose a un lado, la abrazó con fuerza, intentó consolarla y no dejarla sola.

Catalina lloró desgarrada en los brazos del brujo, no era los brazos que anhelaba encontrar paz. Sin embargo, se entregó al acto bondadoso que ahuyento los fantasmas del pasado. Pensó en Nobe, y en un acto de comparación, se sintió débil, él había perdido a su apreciado hermano, y antes a su madre. No obstante, no mostraba consumirse en tristeza.

—Antes —susurró Nobe—. Mi hermano era todo para mí, sé que es extraño, éramos gemelos y compartimos demasiado. Para mí era como verme en un espejo, jamás me sentía solo. No necesitábamos hablar para entendernos, solo bastaba con mirarnos fijamente, él, de verdad era mi mundo. Nos amábamos. Pero él se murió para mí, el día que se fue con Odette. No le importó dejarme solo en la aldea, no le importó lo que realmente quería. Muchas veces creí que era afortunado, pensé que los dioses bondadosos me hicieron nacer junto la persona que siempre estaría conmigo.




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