Capítulo 3: Catalejos y Colonos

Ambos barcos siguieron su curso hasta llegar a la isla africana de Saint Marie. Las leyendas cuentan que allí se encuentran las valiosas monedas de plata de los antiguos navegantes que surcaron las olas hace unos siglos atrás. Sin embargo, esto nadie lo ha podido comprobar, porque dentro de ella se encuentra un espesa selva capaz de cubrirlo todo con su vegetación. No se conoce ni siquiera las criaturas que habitan en ellas, podrían ser unos simples animales o bestias que se devorarían a toda tu flota de un sólo bocado.

Los sangrientos y temibles piratas se habían reunido y los rencores del pasado afloran como si fueran actuales. Engaños, delitos y asesinatos se mezclaban en ese ambiente tan hostil.

-Así es, ahora todos me conocen como Barbanegra.

-Creí que estarías en las Indias Orientales, saqueando a los navíos franceses. Es lo que mejor sabes hacer - dijo Bittergrog.

-Me pareció más oportuno venir hasta este hermoso lugar. Lamentablemente ninguna flota francesa tenía planeada viaje. Así que me pareció más oportuno cambiar de ruta.

-Eso no parece muy creíble de tu parte. Estás engañándome de nuevo. Tal como los viejos tiempos en los que nos reuníamos para asaltar a los indefensos colonos.

- No eres tan torpe como te creía. Hace algunos años habrías confiado en mis turbias palabras, pero veo que ahora te has convertido en algo más astuto. He descubierto que en ese lugar - desenfunda su espada y señala hacia dentro de la selva - Se encuentra el preciado tesoro.

-Así es y él me pertenece y no creas que vas a poder impedirlo - dijo Bittergrog confiado y con una sonrisa que ocultaba en el interior su odio.

Barbanegra se acercó hasta su oído y le susurra -Mira con tu catalejos en el horizonte, al oeste.

Bittergrog accedió y se quedó asombrado. Una decena de barcos, todo ellos aliados de Barbanegra se acercaban a la isla con la intención de quedarse con el botín.