Tierra de Sangre y Fuego: Sol y Luna

14. Batalla de Sol y Luna

Yachay se movió con la agilidad de un jaguar cuando Tupac se acomodó en su asiento entre las gradas. El murmullo del público era un río de voces que fluía alrededor de ellos, pero en su burbuja de silencio, solo se oían sus susurros confidenciales.

—Yachay, siento un dolor en el hombro —murmuró Tupac, su voz apenas un hilo tenso de preocupación.

—En el último instante, el joven Newen le ha acertado un golpe de aire, justo antes de caer —respondió Yachay, su sonrisa era un destello de orgullo que no podía disimular.

Con una discreción que rozaba lo ceremonial, Yachay comenzó a examinar el hombro de Tupac. Su tacto era el de un maestro que conocía cada recoveco de la anatomía humana.

—Tupac, tienes el hombro dislo... —comenzó a decir Yachay, pero fue interrumpido.

—¡Ah! —exclamó Tupac cuando Yachay enderezó su hombro con agilidad, un grito que nació profundo en su ser y que de inmediato sofocó, consciente de las miradas que podrían volcarse sobre ellos.

—Cado —terminó Yachay, quien en la intimidad optaba por llamar a Tupac por su nombre de pila. Le trataba con la familiaridad de quien había sido mentor y figura paterna, especialmente tras la muerte del progenitor de Tupac.

Cuando un guardia se aproximó, alertado por el exabrupto, Tupac le calmó con un gesto, una señal que despejaba dudas y alejaba preocupaciones.

Mientras tanto, Newen observaba la tensión que se tejía en la arena. Al lado de Namku, no pudo evitar comentar:

—Tupac es extremadamente poderoso.

—Me quedó claro —admitió Namku con un tono que destilaba una mezcla de admiración y resignación—. Aunque sabía que perderías desde antes que comenzara el duelo, nunca imaginé que tuviera un poder tan asombroso.

—Si lo sabías, ¿por qué no me advertiste? —replicó Newen, la frustración tiñendo sus palabras.

—¿Habrías hecho caso? —intervino Antu, su juventud e ímpetu le instaban a efectuar oportunos cuestionamientos.

—No estaba hablando contigo, mocoso —espetó Newen, cruzando sus brazos en un gesto defensivo.

En ese momento, Sofia pasó por detrás de Newen, posando sus manos sobre él con la delicadeza de quien ha sido instruido en los secretos más sagrados del Acllahuasi.

—Permíteme —dijo con una voz que era un bálsamo—. He aprendido artes curativas en el Acllahuasi de la ciudad.

—Era evidente, Newen. Tupac jamás se hubiera dejado vencer frente a su gente —explicó Namku, mientras observaba la escena—. Si hubiese pensado que tenías alguna oportunidad, jamás te hubiese elegido para pelear. Más bien, te estaba probando.

—¿Probando? —preguntó Newen, una mezcla de incredulidad y revelación cruzando su mirada, mientras a Sofia le decía—: Esto se siente muy bien.

Sofia respondió con un guiño cómplice.

En las alturas de Ingapirka, el aire se cortaba con la tensión del inminente duelo. Sumaq se giró hacia Newen, su expresión grave.

—Estamos siendo evaluados, para ver si somos dignos de la meta que nos hemos propuesto —confesó Sumaq, su voz apenas audible sobre el murmullo de la multitud—. Aunque no sé si hemos demostrado nuestra valía, Newen. Eres probablemente el más fuerte de todos nosotros; ninguno tendría posibilidades en un enfrentamiento directo contra él.

Newen asintió, pensativo, su mirada perdida en el vacío.

—No estoy seguro, pero antes de que subiera a las gradas, Tupac me dijo que "ahora vendría el gran espectáculo" —recordó Newen, su tono revelaba una mezcla de respeto y curiosidad—. Parecía tener un interés particular en el duelo que estamos a punto de presenciar.

Namku se inclinó hacia adelante, la anticipación brillando en sus ojos.

—Y yo comparto ese interés —admitió, captando la atención de los demás.

La vibración de los tambores llenó el aire y un silencio expectante se abatió sobre el estadio.

—Habitantes de Ingapirka, estamos al borde de presenciar el último duelo del día —anunció el moderador, su voz potente y clara, capturando la atención de todos los presentes—. Este enfrentamiento es único, ya que participará la hija de nuestro Sapa Inca, Lawra, y nuestra distinguida invitada del sur de nuestro continente, Rayen. Hay una norma especial para este duelo: se ha permitido el uso de báculos.

El estadio se sumió en un murmullo de sorpresa e incertidumbre. Los báculos, asociados con la magia, habían sido relegados al reino de las leyendas, y a pesar de la asombrosa muestra de poder entre Newen y Tupac, la mayoría aún no comprendía lo que había sucedido. Era como si los viejos poderes, los cuales habían sido relegados al mito y la leyenda, estuvieran despertando de un largo sueño, listos para revelarse una vez más ante los ojos del mundo.

—¿Están listas? —dice el moderador con voz potente.

Ambas asienten y, en un gesto de mutuo respeto, se inclinan la una a la otra.

—¡Entonces... que comience el duelo! —grita el moderador, desatando una oleada de emoción en el estadio.

Las miradas de Rayen y Lawra se cruzan, destilando una mezcla de resolución y cautela. Ambas coinciden en una estrategia no verbalizada: la primera fase del combate será puramente física. A pesar de estar lejos de la maestría en las artes antiguas que Tupac y Newen habían demostrado, saben que el recurso a sus báculos significaría ceder el primer asalto psicológico.

Rayen, veloz como un puma, cierra la distancia con agilidad felina, desatando una lluvia de golpes. Uno, dos, tres impactos buscan su objetivo. Lawra, con una destreza que parece bailar al ritmo de los ataques, esquiva y bloquea, pero es ella quien se ve forzada a retroceder. Decidida a cambiar el flujo de la pelea, Lawra toma impulso y salta hacia Rayen con un puño dirigido a su adversaria. Rayen, presta en su reacción, bloquea y logra golpear el hombro de Lawra, quien retrocede frotándose el punto de impacto.

Rayen, sin conceder un respiro, avanza nuevamente, pero Lawra, consciente de su desventaja en fuerza, deja que Rayen avance. Con cada patada y cada puño que Rayen lanza y ella esquiva, Lawra prepara su contraataque. En un movimiento fluido y casi coreográfico, salta hacia atrás, invoca su báculo y se envuelve en un pilar de fuego que deja a la audiencia en un estupefacto silencio.



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Editado: 16.02.2024

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