Entre el murmullo, Namunkura se aproximó a los muchachos, su voz firme cortó el aire:
—Debemos hablar de esto más adelante, es crucial que procesen esto con tranquilidad.
Catriel y Víctor, aún inmersos en sus pensamientos, asintieron, aunque apenas lograron enfocarse en las palabras de Namunkura.
Tras una pausa, Namunkura captó la atención de todos con su siguiente declaración:
—Los muchachos dicen que se han encontrado a Quaras —afirmó Namunkura con seriedad.
Todas las miradas de los ancianos se posaron instantáneamente sobre él.
—No estamos para bromas, Namunkura —replicó Winao, el toki Huilliche, con un tono que evidenciaba su incredulidad.
—Jamás le faltaría el respeto a este consejo —aseguró Namunkura, su voz resonando con firmeza.
—Quaras el Vagabundo —murmuró Uruchkech, sumido en sus pensamientos. Luego, tras una breve pausa, continuó— De ser así, estos jóvenes no estarían presentes en este consejo.
Uruchkech volvió su mirada inquisitiva hacia los tres muchachos y preguntó:
—¿Cómo era aquel hombre que decía ser Quaras?
—Cabello largo, parecía fuerte físicamente y su aspecto era el de un mapuche —respondió Catriel—. Vestía ropajes antiguos, con símbolos extraños y una capucha. Pero por, sobre todo, era un hombre extremadamente poderoso.
Los ancianos, sorprendidos, intercambiaron miradas.
“Inverosímil”, “No es posible”, se escuchaban los murmullos entre ellos.
—El aspecto que has descrito es como el del legendario brujo —dijo Uruchkech, su voz teñida de escepticismo—, pero es imposible que hubiesen sobrevivido a él en batalla.
—No pudimos contra él —intervino Kalkin—. Buscaba a Víctor, pero se fue cuando al ver el resplandor de su anillo.
Víctor, ahora algo más recuperado y siguiendo el curso de la conversación, volvió a extender su mano para mostrar el anillo.
—Creo haber visto símbolos similares en las tierras del sur —comentó Yaike, su interés claramente despertado.
—Desconozco este anillo —dijo Uruchkech, inspeccionándolo cuidadosamente—, pero sin duda emana un poder significativo. ¿Cómo llegó a tus manos?
—Me lo entregó Marco cuando era pequeño —respondió Víctor, su voz llena de recuerdos—. Él me dijo que estaba conmigo cuando me encontró. Siempre insistió en que nunca debía quitármelo.
—Si el hombre que vieron es realmente Quaras, y conoce el anillo —continuó Uruchkech, con un tono de gravedad—, entonces es esencial que este objeto permanezca contigo. Parece tener sellos de protección. Sinceramente espero que ese hombre no sea quien afirma ser; de lo contrario, la amenaza que enfrentamos podría ser aún mayor.
Uruchkech se tomó un momento antes de continuar.
—Los brujos no sirven a nadie más que a sí mismos. Es difícil predecir cuáles son sus verdaderos objetivos. Desde este momento, la precaución debe ser nuestra máxima prioridad.
Entre murmullos Uruchkech termina la sesión y los participantes se comienzan a retirar. Uruchkech se acerca a los muchachos y les dice:
—Jóvenes, hemos compartido con ustedes todo lo que sabemos. En el sur hallarán más respuestas. Sin embargo, los siguientes pasos a seguir son decisión suya —dijo con seriedad.
Los tres jóvenes asintieron con respeto.
Tras despedirse, Uruchkech se retiró, dejando a los jóvenes aun asimilando la información. Namunkura, que había estado dialogando con los demás tokis, se acercó al grupo.
—Antes de embarcarse en cualquier ruta que elijan, les sugiero permanecer aquí un tiempo —aconsejó Namunkura—. Descansen y reciban entrenamiento. Deben estar preparados para enfrentar lo que sea que les depare el futuro.
Kalkin, con una expresión seria, se dirigió a Namunkura:
—Chachay Namunkura, hay algo importante que olvidé mencionar —comenzó Kalkin, su voz algo tímida, algo inusual en él—. Mi padre, Anganamon, me indicó que en el momento adecuado, usted debería ser el Gran Cacique. Que cuente con su apoyo y que confía plenamente en su liderazgo.
Namunkura observó a Kalkin, percibiendo el significado detrás de sus palabras. Comprendió que Anganamon anticipaba un conflicto cercano y, al recomendarlo para el cargo de Gran Cacique, revelaba su confianza en la capacidad de Namunkura para guiar a su pueblo en tiempos difíciles. Aunque Namunkura reconocía en Anganamon a un estratega más experimentado, la propuesta lo llenó de una mezcla de honor y responsabilidad.
Tras una breve pausa, en la que sopesó las implicaciones de tal encomienda, Namunkura respondió con una voz firme y serena:
—Cuando llegue el momento, abordaremos este asunto con la debida consideración. Por ahora, nuestro enfoque debe estar en que ustedes se preparen.
Al llegar a la residencia de Catriel, Kuyen y Lafken aguardaban con evidente impaciencia, ansiosas por conocer las novedades que los jóvenes podrían traer de su encuentro. Ambas, profundamente interesadas en el periplo que se cernía sobre el grupo, no ocultaban un matiz de decepción por no ser parte de la travesía.
Justo cuando estaban a punto de indagar sobre los sucesos recientes, la figura de Namunkura emergió tras ellos, avanzando con una calma que imponía respeto. Su sola presencia diluyó cualquier intento de las jóvenes por satisfacer su curiosidad. Conocían bien el carácter reservado de Namunkura respecto a los asuntos que conciernen a la nación mapuche y su postura inquebrantable sobre mantener ciertas conversaciones en la discreción de los implicados directamente.
Tierra de Sangre y Fuego: Sol y Luna
Katria observó a Namunkura, quien con un gesto discreto les indicó dirigirse a la sala principal. Luego, con voz firme, dijo:
—Reunámonos todos en la sala. Ustedes también, Kuyen y Lafken.
Una vez acomodados, Namunkura tomó la palabra con solemnidad:
—Los muchachos partirán hacia el Sur. Los ancianos han cumplido con lo dictado por nuestros ancestros y consideran que su misión está completa. Ahora, la elección del camino a seguir recae en ustedes.