Tierras Del Norte

Red Dog Saloon

Juneau no es tan solo la capital de Alaska, sino que también es la capital de los cruceros que recorren los fiordos del sureste de Alaska. El gran puerto de Juneau permite la llegada de cinco cruceros simultáneos y muy a menudo estos cinco coinciden, descargando en las calles de la pequeña capital ingentes cantidades de turistas ávidos de experiencias.

Por suerte, las experiencias que buscan este tipo de turistas se limitan a las que pueden encontrar en la gran cantidad de tiendas de souvenirs y todo tipo de objetos lujosos que hay en la parte baja de Franklin Street, la calle principal de Juneau. Los turistas que son más aventureros suben a los autocares que ya les ha preparado la misma compañía de su crucero para ir a pisar el centro de información de Mendenhall Glacier o cogen el teleférico que los lleva hasta seiscientos metros de altitud, por encima de los árboles del monte Roberts, para contemplar las vistas del canal de Gastineau y pasar el día en el restaurante y en las tiendas del complejo.

Para aquellos que quieren recuperarse de tanta actividad, el día puede acabar con un reconstituyente en el Red Dog Saloon, el ancestral bar que ocupa un edificio de madera en una esquina delante de la biblioteca. Es una de las atracciones principales de la ciudad, y cuando entro intrigado por su renombre entiendo el porqué.

La entrada tiene las típicas puertas batientes de las películas del Far West, bajo un gran cartel con el nombre del bar y su logotipo, la silueta de perfil de un terrier de color rojo. Como es por la mañana, aún no ha llegado la oleada de turistas que lo ocuparán a partir de media tarde. Solo una pareja de ancianos nostálgicos ocupa una de las mesas redondas que hay en la amplia sala interior, con el suelo cubierto de una gruesa capa de serrín y las paredes de plancha de madera envejecida llenas de objetos y souvenirs de todo tipo.

El barman, que se sostiene los pantalones sobre un gran vientre con los mismos tirantes rojos que venden en la tienda del saloon, me mira de reojo mientras limpia vasos de cerveza y habla con una parroquiana sentada a la barra. Le pregunto si puedo sacar fotos. Encoge los hombros resignado. Tú mismo.

Una de las paredes está llena de tarjetas de visita de los miles de clientes que han pasado por el saloon, otra expone una colección de cabezas disecadas de todos los grandes mamíferos que se encuentran por las montañas de los alrededores y en otra cuelgan las armas que los habrían podido matar, entre ellas una de las pistolas del famoso Wyatt Earp. En la pared que hay tras la barra del bar sobresale el tórax y la cabeza de un inmenso grizzly, que tiene el resto del cuerpo en el otro lado de la pared, donde se encuentra la tienda de souvenirs del saloon. En un ángulo cuelga una colección de flotadores salvavidas y en el centro de la sala, en la gran columna central que soporta el techo de madera, han colgado la figura de un leñador que escapa de un oso disecado que lo persigue columna arriba. Pintada sobre la madera, se lee una advertencia: «Si nuestras bebidas, comida o servicio no llegan al nivel que desearías, baja el nivel».

Me imagino el aspecto que debía de tener el interior de este o de cualquier otro saloon de la ciudad a finales del siglo xix, cuando los bares estaban llenos de mineros de la zona que iban a refrescarse las gargantas llenas de polvo de mineral después de las duras jornadas laborales y buscaban todo tipo de distracciones. Juneau vibraba en aquella época con las máquinas que perforaban la montaña buscando el mineral y con la frenética actividad que la industria minera comenzaba a adquirir en Alaska.

Ahora la ciudad solo vibra con la presencia de oleadas turísticas vertidas por los cruceros. Y estos, como las olas, son intermitentes.



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En el texto hay: viaje, america, alaska

Editado: 17.02.2022

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