¡Maldición!
¿Por qué rayos me aparecí así, como si nada?}
—No, no, no. Esto no debía de haber sucedido.
—Greg… —escucho como me llama, mas la bloqueo para no aparecer.
Ya hice mucho el día de hoy.
Es lo mejor.
No apareceré, hasta que…
—Greg, ¿Qué sucede? ¿Por qué bloqueaste a Alya?
—Nada. No pasa absolutamente nada. —le digo mientras me agarro la cabeza con las dos manos tratando de mitigar el dolor que tengo. — ¿Dónde está Sisha?
—Donde siempre esta todas las tardes. —asiento ante su respuesta. — ¿Seguro que estas bien?
—¿Por qué no debería? Debo irme.
Salgo del lago antes de que hable, dirigiéndome una vez más como los días anteriores hacia la única persona que puede darme respuestas.
—Valla, pero si es Feiraha, ¿a qué debemos tu visita?
—No estoy para chistes Pool.
—Jajá. Al parecer el café de esta mañana estaba amargo.
—Cierra la boca. —le digo entre dientes.
—Pool, porque no dejas a Greg en paz y vas a buscar una chica, mira que a tu edad ya será difícil.
—¿Me estas llamando viejo?
—¿Me crees capaz de llamarte así? —pregunta incrédula Sisha.
—Te creo capaz de eso y mucho más.
—Mejor ve y hazle caso. —termino y se va.
—Creo saber ya a que has venido. Anda cariño, te estaba esperando. —dice mientras nos adentramos a su casa.
Alya
Me exalto cuando siento un líquido amargo subir por mi garganta, y en eso entiendo…
No otra vez por favor.
Me hinco enfrenté del retrete vaciando mi estomago hasta que no queda nada, hasta que las lagrimas bajan por mis mejillas, creando así una imagen totalmente destrozada de mí.
—¿Por qué a mí me sucede esto? ¿Qué hice mal?
Las lágrimas bajan más y más, provocando un vacío enorme.
Me levanto y lavo mis dientes para que el sabor horrible se balla, evitando a toda costa mirar mi reflejo.
Al salir a mi habitación, observo el libro, y comienzo a llamarlo.
—Greg… por favor, vuelve. Te necesito. —le digo con la voz quebrada. — Necesito… que me mientas, que me digas que soy hermosa… —nada— por favor…
Caigo de rodillas mientras las lágrimas una vez adornan mi rostro, tratando de eliminar ese dolor en el pecho, aferrándome a palabras que nunca llegaran, e inventándome una vida mejor que esta.
En medio de mis sollozos, siento unos brazos rodearme, y pienso que es mama, pero descarto la idea al escuchar su voz…
—Tranquila, ya estoy aquí Evangeline… —me dice con una voz muy suave.
—Regresaste.
—Yo siempre regresare a ti, así no lo quieras.
Lloro cual madre le han arrebatado a sus hijos, como si realmente fuera yo ella, pero no es así.
Engaño a mi mente, para no admitir el porqué.
Greg tan solo se queda ahí, abrazándome, dándome su apoyo sin que se lo pida.
Las palabras sobran, y el lo sabe.
. . . . .
—¿Puedo saber que sucedió? —pregunta mientras acaricia mi cabello.
—Si, solo que no quiero responder.
Suspira. —Entiendo, pero no puedes quedarte con ello, ¿lo saber verdad?
—Si, lo se.
—¿Entonces?...
—Dame tiempo, por favor.
—Toma el tiempo que sea necesario, mas no tardes, que no todo es para siempre, y el tiempo, es uno de ellos.
Me refugio en sus brazos que me brindan protección, ante todo, mientras que mi mente se pierde en algún rincón de todos mis recuerdos.
—Evangeline, es mejor que vallas a la cama, ya es noche y puedes enfermarte. —dice con un deje de preocupación.
Sin tener remedio, decido hacerle caso y me acuesto.
La noche es fría, las estrellas se encuentran el algún rincón del cielo, esperando poder iluminar el cielo con su brilló, y mientras eso no sucede, las nubes grises comienzan a derramar sus gotas, acompañando así a las almas rotas, como yo.
Todos los traumas que llevo guardando, salen a flote una vez más, recordando así lo podrida que estoy por dentro.
Greg tan solo se queda conmigo, ahí tomándome en sus brazos, haciendo miles de promesas no dichas, pero que están ahí.
Necesito decirte que mi corazón no podrá serte fiel por tanto tiempo…
—No te enamores de mí. No lo hagas… —susurro con voz adormilada.
—Me pides algo inevitable, algo que, aunque no quiere, sucederá.
—Tan solo no lo hagas —le digo—. No quiero romperte el corazón.
—El corazón ya lo tengo roto —suspira—, el solo pensamiento en saber que no soy real es el pequeño detonante qué provoca una perdida en mi corazón, por lo que te digo, 99 partes me quedan de él, no te exijo mucho, mas que lo cuides, porque corazones sinceros en estos tiempos, es difícil encontrar.
—¿Por qué no eres real? —pregunto con la voz más bajita que antes.
—Las almas gemelas están destinadas a encontrarse, mas no a estar juntas. Duerme mi Evangeline, que yo cuidare de tus sueños.
Y con esa última palabra, cierro los ojos.
En algún rincón de los recuerdos…
—Mira, ahí viene la huérfana. —dice Stela riendo con sus amigas.
—Es cierto, aquí viene la niña que no tiene papa.
—¿Pueden callarse? —les dio ya harta de sus comentarios.
—No. Porque nos caes mal, y también porque dice mi mami que debemos decir lo que sentimos todos nosotros.
—Pero no debes de herir a las personas.
—Lo sé, pero me gusta hacerte sentir mal, y recordarte que no tienes papa. —termina con eso y se van.
Suspiro. ¿Acaso jamás le importe a mi padre?
. . . . .
Despierto en medio de la noche, tratando de recordar lo que sucedió, mas solo son pequeños fragmentos los que llegan, entre ellos Greg…
¿Por qué llegas y te vas? ¿Por qué no te quedas conmigo? ¿Acaso no vez lo sola que me siento?
—Evangeline… —susurra en mi oído.