Tirita: Vendas de humor para tiempos fríos

Pégame un toque

 

Hacía tiempo que no nos veíamos apenas, por eso del virus de la corona y todo aquel rollo... de papel higiénico que tuvimos que gastar en el capítulo anterior para que Víctor TodoPEDOroso pudiera por fin hacer honor a su nombre, más que escatológico o escayolado, yo diría, simplemente, todológico. Pues eso, que nos vimos. Le llamé y Víctor dijo que vale, que quedábamos para hacer un café. Yo pensé que aparte de hacerlo estaría bien bebérselo.

Llegó Víctor al lugar en que nos habíamos citado. Como no me divisaba, le saludé desde arriba. Yo estaba subido a una farola.

—¡Hola! —le dije.

Él tardó en mirar hacia arriba porque no se creía que yo estuviera volando o algo así.

—¡Óscar, ostras, la hostia! ¿Qué haces ahí?

—Es que estudio inglés. Y claro: “far” es lejos en inglés. Si deconstruyes la palabra “farola”, obtienes “far” y “hola”. Es como saludarte de lejos. Eso hago.

—¡Eres un genio!

—Pues tú Arévalo.

Bajé, tipo bombero, por el cuerpo metálico del cacharro alumbrador. En cuanto nos vimos frente a frente Víctor me dio un abrazo. Eso ya me puso de mala leche. Tiré la leche, ya que estaba mala, y nos dirigimos al bar que estuviera más lejos, así andábamos un poco, que pensé que nos sentaría bien, tras tanto confinamiento, confitamiento y encajonamiento sin fin (no miento).

Digo que me molestó el abrazo ya que, aunque llevábamos mascarillas baratillas yo quería guardar una distancia de 3 metros, que siempre sería mejor que 2, pero Víctor, super emocionado por el tiempo que hacía que no quedábamos, no solo me abrazó inicialmente (o sea, con las iniciales de su nombre, en forma de V, etc., clavadas en mi mente.) sino que además me tocaba todo el tiempo mientras me contaba sus cosas de casa.

—Ostras —le dije, al fin—, deja de toquetear tanto, pareces mi madre hablando, siempre tocando a todo el mundo, como si nos fuéramos a despistar de lo que cuenta si no nos toca… ¿Es que no sabes que ahora no se tiene que tocar nada? ¡Ni la lotería va a tocar ya este año!

Víctor rió como un poseso. 

—No te quejes, que tú siempre me estás diciendo que te pegue un toque. ¡Pues toma toque, y toma toque!

Qué cabrón. El tío se puso a hacerme cosquillas en el sobaco. Pues nada, yo también a él. Que se joda… Nos íbamos partiendo de risa mientras nos perseguíamos haciéndonos cosquillas el uno al dos. Y el dos al uno. La gente se apartaba, seria y enmascarillada de nuestro paso.

—¡Se os va la olla, capullos! —nos gritaba alguno apartándose.

—¡Que te den! —respondí.

—¿Que me den qué? —se paró alguien.

—Nada, que no te den ni las gracias, desgraciado… —dijo Víctor, que siempre tenía más ganas de bronca que nadie.

—¡Corre, que el tipo está cogiendo un palo! —exclamé. Y salimos corriendo y escupiendo risas un buen rato.

 




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