Durante las siguientes semanas las cosas se establecieron bastante. Nerea trabajaba mucho pero ya tenía un horario más o menos fijo y llegaba a una hora prudente. Dan seguía con su trabajo y en la asociación ya le quedaba poco para terminar el proceso de rehabilitación. Tuvo que reconocer que desde que ya no estaba solo, la ansiedad por la abstinencia había desaparecido totalmente. Los días laborales se quedaban en casa viendo algo en la televisión o simplemente charlaban y algunos fines de semana en el que él no trabajaba salían con Patri. Nerea seguía empecinada en juntarlos, la chica estaba loca por él, pero Dan no le hacía ni caso. Aquel fin de semana se quedaba solo, Nerea había viajado a Londres a recoger sus cosas para llevárselas y otras para mandarlas por paquetería. La casa estaba muy vacía sin ella, acababa de irse y ya la estaba echando de menos ¿Se estaría acostumbrando a su presencia? Llamó a su hermano para quedar con él, pero Aitor ya tenía planes, Ari estaba muy liada con el bebé y tampoco quería molestarla ¿A quién llamaba? La respuesta era sencilla, Patricia. No le gustaba que la chica se hiciera falsas ilusiones con él, porque no quería nada con ella, pero necesitaba salir de aquella casa que aún estando vacía, se le hacía difícil respirar.
Otra vez estaba en Londres, en su casa, jamás se había dando cuenta lo fría que era hasta entonces. Desde que volvió a España todo le había salido más o menos bien y se sentía relativamente feliz. Una vez organizadas todas sus cosas llamó a sus padres y después a Patricia.
—Hello, Ms. Menéndez please?—saludó para quedarse con ella.
—Hello! ¿Qué tal por London city?—rio mirando a su acompañante—Es ella—dijo susurrando
Le cambió la cara de repente, el gesto aburrido que tenía durante toda la noche se tornó en la más amplia de las sonrisas.
—Pues muy bien, ya lo tengo todo más o menos listo, ya tengo ganas de volver. Hoy después de casi doce años me doy cuenta de que no me gusta estar aquí. Y dime una cosa ¿Estás con él?
—Sí ¿Cómo lo sabes?—dijo haciéndose la inocente.
—Soy bruja, como él me dice ¿No lo sabías? Dile que estoy bien, vivita y coleando. Es que se preocupa demasiado ¡Parece mi padre! Bueno eso no se lo digas.
—Espera, que tu papaíto quiere hablar contigo—le pasó el móvil a Dan.
—Hola ¿A qué hora vuelves mañana?—preguntó con interés.
—Pues no sé, pero mi avión sale a las cuatro de la tarde, pero siempre se cruza algo y no llegan puntuales. No me vayas a decir que vas a recogerme ¡Ni hablar! Llevo demasiados bultos como para ir en moto.
—Parece que no quieres verme, muy bien haz lo que quieras, peor para ti—le devolvió el teléfono a Patricia. No le gustó la respuesta, era una tontería, sí, pero le apetecía mucho ir a por ella.
—Se ha enfadado ¿A que sí? Lo conozco demasiado bien, espero que se le pase. Trata de calmar a la fiera. Te dejo voy a ver qué hago para pasar el rato.
—No te preocupes, todo va a ir bien, nos vemos.
Desde aquel momento Dan estaba insoportable. Patricia se percató de eso y sacó sus propias conclusiones. Llevaba apático toda la velada hasta que habló con ella. Era otra persona y después volvió al punto inicial. Eso solo podía significar dos cosas. La primera, que aquel hombre era totalmente bipolar o la segunda, sentía algo más que amistad por su amiga casi sin saberlo. Contra todo pronóstico, aquella noche Patricia y Dan pasaron la noche juntos.
Después de dos horas de retraso, Nerea aterrizó y se fue a casa. Ya era de noche así que llegaría cenaría, una duchita y a la cama, ya se encargaría de sus bultos después.
—Ya estoy aquí ¡Por fin!—dijo soltando las cosas.
—Hola—se limitó a decir él.
—Vaya recibimiento, da gusto volver a casa ¡Calor de hogar!—no le hizo ni caso, cosa que le molestaba enormemente—¿Se puede saber que mosca te ha picado?
—Ninguna, serán cosas tuyas.
—Cuando te pones en plan orgulloso y cabezón no hay quién te aguante. Voy a usar tus mismas palabras, peor para ti.
Llamaron al timbre y cuando abrió la puerta se quedó helada ¿Qué hacía él allí?
—Nerea, darling—se echó literalmente en sus brazos—I´ve missed you so much.
—¿Qué narices haces aquí?—preguntó zafándose de aquel hombre.
Sin querer, Dan intentó poner el oído pero no entendía una sola palabra de inglés, pero parecía que estuvieran discutiendo, intentó asomarse sigilosamente para ver quién era.
—He venido a pedirte que me perdones. Fui un idiota, te traté muy mal y estoy arrepentido. He cambiado, aceptaré mis responsabilidades y…
—¡Responsabilidades! A buenas horas, te di cientos de oportunidades para que te hicieras cargo de ellas y me echaste a un lado como el que se quita una piedra del zapato. Vete de aquí, y será mejor que no vuelvas, no quiero saber nada de ti.
—Te he seguido desde que llegaste a Londres y sabía que volverías a tu país. ¿Qué más quieres que haga para que me perdones? Me estoy arrastrando como nunca en la vida, necesito que me perdones, que vuelvas conmigo y estar juntos para poder…