Eran más de la diez de la noche cuando por fin se pusieron de acuerdo en todo.
—Bueno por fin hemos terminado—señaló Sergio.
—Pues sí, ojalá salga todo bien. De ser así conseguiréis un negocio redondo—se dispuso a recoger su bolso y su abrigo.
—¿Has traído coche?
—No, aún no he tenido tiempo de comprarme uno. Cogeré un taxi.
—Te puedo acercar si quieres—quiso ser amable por primera vez con ella.
—No gracias, no es necesario. Me las apaño bien sola—ya estaban bajando por la escalera hacia la calle.
—Deberías intentar hacerme la pelota ¿No? Soy tu jefe, es lo que se suele hacer.
—No me gusta hacerle la pelota a nadie. Buenas noches—se adelantó para salir a la calle—A pocos metros de allí alguien la estaba esperando.
—Darling por fin te encuentro.
—¿Y ahora que quieres Mark? Es que no entiendes cuando te digo que no quiero volver a verte en mi vida.
—Sí, eso me quedó claro, pero no puedo evadir mi responsabilidad—la miró de arriba abajo—Casi no se te nota. ¿De cuánto tiempo estás?
—Eso no es asunto tuyo—lo echó a un lado para poder seguir caminando.
—¡Es mi hijo! Tengo derecho a saberlo todo de él o de ella—la cogió del brazo para obligarla a que lo mirara.
—Ahora sí. ¿Verdad?—sonrió cínicamente—Hay un refrán que dice «Quién no quiso cuando pudo, no podrá cuando quiera» Así que aplícate el cuento y a mí déjame en paz.
—No puedes hacer eso, sabes que tengo muchos contactos y podría hasta quitártelo. Recapacita, o volvemos o te despides de tu hijo, tú decides.
—¿Sabes que Mark? Jamás pensé que fueras ese tipo de persona. Que ciega estaba. Quédate con tus contactos, con tu novia repipi y con todo el dinero del mundo. Pero hay algo que jamás podrás tener, un hijo mío. ¿Y sabes por qué?—el inglés negó con la cabeza—Porque gracias a tu asqueroso comportamiento, perdí a mi bebé. Si yo hubiera estado tranquila y feliz, ahora mi niño seguiría creciendo aquí dentro—se señaló el vientre—Por tu culpa me quedé vacía y sola, espero que estés contento.
El británico no se podía imaginar que le ocurrieran tantas cosas por su culpa. Ahora entendía porque no quería saber nada de él. Una cosa era ocultarle lo de su novia oficial y otra muy distinta es cargar en su conciencia con la muerte de su propio hijo.
—Por tu silencio sé que no has venido porque yo te importara lo más mínimo sino por curiosidad de saber que había pasado con el bebé. Ahora que lo sabes quiero que te vayas, y que por favor, no me busques. Si alguna vez te importé lo más mínimo, déjame en paz.
—Lo siento, no me hubiera gustado que todo terminara así. Créeme no tendrás que volver a verme si no quieres. Sólo te pido una última cosa.
—¿Y ahora qué?—estaba demasiado cansada como para ser considerada.
—Ya sé que no puedo arreglar nada de lo que ha pasado pero, puedo devolverte tu antiguo trabajo y si necesitas cualquier cosa, no dudes en llamarme.
—No quiero nada de ti, ya me he hartado de esta conversación. Buenas noches.
—Entiendo que ahora no quieras nada, pero mi oferta seguirá en pie para ti, buenas noches.
Cada uno se fue por un lado de la calle, sin percatarse de que una tercera persona lo había escuchado absolutamente todo.
Nerea caminaba mientras buscaba un taxi, cuando junto a ella circulaba un coche a baja velocidad. Reconocería ese coche en cualquier sitio, era Sergio.
—El que faltaba—susurró—¿Se te ha olvidado algo?
—No, pero creo que deberías dejar tu antipatía por mí. Sube al coche.
—¿Qué os pasa hoy a todos? ¿Es el día de todos contra Nerea?
—Sólo por esta vez dejaré pasar tu mal humor. Sube al coche, no lo repetiré otra vez.
Tenía que reconocer que encontrar un taxi a esa hora iba a ser casi imposible, así que de mala gana subió al coche y le dio la dirección de su casa.
Era consciente de lo que le pasaba a aquella morena con tan mala leche. Se había enterado de todo casi sin querer. No era de extrañar que estuviera de un humor de perros, pero normalmente no era así ¿Cómo lo conseguiría? Él por menos de la mitad de lo que sabía de ella, mandaría a todo el mundo al cuerno.
—Aquí es—se quitó el cinturón—Gracias, nos vemos mañana.
—¿Estás bien? Tienes mala cara.
—No hace falta que finjas interesarte por mí—cerró la puerta con fuerza y se metió en el portal.
Cuando llegó a su casa, eran casi las once de la noche y no había nadie. Era mejor así, no quería seguir dándole explicaciones a nadie. Cenó algo rápido y se fue a su cama, que para su sorpresa, estaba perfectamente hecha, agradeció el gesto y nada más meterse de durmió.
Amaneció un nuevo día, siguió con su rutina de siempre, se sorprendió al verse sola de nuevo. Echó un vistazo al otro dormitorio, estaba todo como la noche anterior, Dan no durmió allí.