—¡Si tendrás morro!—exclamó Nerea cuando llegaron a un local para cenar—¡Me has traído a tu trabajo!
—Sí, pero hoy hago de cliente, eso me gusta más—escogieron una mesa y mientras ella se sentaba él fue a hablar con su compañero de trabajo—Enseguida vuelvo.
Tras unos minutos en los que ella estaba jugueteando con su móvil, una pareja se paró al lado de su mesa, alzó la vista y vio de quienes se trataba.
—¡Tito!—gritó dejándolo medio sordo y abrazándolo, después desvió la mirada—¡Hola prima!—y repitió la misma operación.
—Hola pequeñaja ¿Cómo estás? Llevas aquí semanas y no te has dignado ni a llamarnos ¡Muy bonito preciosa!—le recriminó medio en broma.
—Esa costumbre de decirme «pequeñaja»… Mi padre y tú no os habéis enterado que he crecido ¡Soy una mujercita hecha y derecha!—bromeó—Quería veros pero se me han complicado algunas cosas y no he podido. A mis padres los he visto dos veces desde que llegué ¡Estoy muy liada!
—¿Estás aquí sola o has venido con algún amigo especial?—insinuó Clara guiñándole un ojo.
—Pues sí, mi amigo es de lo más especial—Dan ya venía con su cena—¡Ahí lo tenéis!
—¿Qué hacéis vosotros aquí?—preguntó mientras soltaba la cena en la mesa, después los saludó.
—Veníamos a verte, que últimamente estás muy perdido cariño. ¿Por qué será?—señaló con la mirada a su prima.
—No sigas por ahí querida tía. Me alegro de veros tan bien ¿Os quedáis con nosotros?
—¿Lo dudabas querido sobrino?—ni corto ni perezoso Dani se sentó entre su esposa y su queridísima «sobrina postiza-prima política»
Durante la cena, seguían relatando anécdotas de todo tipo. Estaban muy a gusto, hasta que salió el tema de Álex con su hija y su desconocimiento sobre Dan.
—Mañana voy a hablar con él. Sé que no le va a gustar lo que tengo que decirle pero tiene que aceptarlo, ya no soy una niña. Él ya decidió por mí una vez, ahora me toca a mí decidir que con mi casa y con mi vida hago lo que quiero.
—Cariño, no lo vas a tener nada fácil—dijo Dani, después mirando a su sobrino apostilló—No te ofendas sobrino, pero Álex no te quiere ver ni en pintura y cuando se entere que su niña y tú os seguís viendo lo va a enfadar bastante y cuando sepa que compartís techo le va a dar algo.
Él sabía que llevaban razón los dos y que podría estar a punto de meterse en una dura batalla.
—Le he repetido hasta la saciedad a este cerebrito prodigioso que no es necesario que se enfrente a su padre por mí, pero ni caso, ya sabemos cómo es de cabezota—le dio unos toquecitos en la sien.
—Y yo estoy harta de decirle a esté maldito cabezón—repitió el mismo gesto—Que yo hago lo que quiero.
Dani y Clara se rieron a verlos en ese plan infantil. Parecía que no había pasado el tiempo ¡Vaya dos!
—Yo es que no entiendo que le pasa a mi padre con este tema, el otro día tuvimos una conversación sobre esto. Quería tantear el terreno y con sólo nombrarlo se enfadó—le dio un trago a su bebida.
—Yo te voy a decir lo que le pasa pequeñaja—lo miró por encima del vaso y él sonrió sabiendo el por qué lo hacía—Eres su hija, la niña de sus ojos y aunque seas una mujer hecha y derecha, sigue queriéndote tener en una burbuja. Si fuera por él nadie podría verte ni tocarte. Hasta ahora siempre le has obedecido en todo y ahora al rebelarte no le ha hecho ninguna gracia.
—Lo sé, pero eso no justifica nada—se quedó pensando un momento y le vino una idea a la cabeza—Tito, prima, quiero pediros un favor, y de los grandes—dijo sonriendo maliciosamente.
Todos sabía que cuando decía eso y ponía aquella sonrisa ¡Daba autentico miedo! Era capaz de pedir cualquier cosa.
—Dinos cielo ¿Qué favor es?
—¿Podríais venir mañana a casa de mis padres para cenar con nosotros? No me podéis decir que no. Quiero tener refuerzos, mi madre y yo solas no podemos ¿Aceptáis?
La pareja se quedó en silencio mirándose ¿Qué hacían? No querían meterse en una guerra que no era suya, pero tampoco la iban a dejar sola ante aquella situación.
—Yo me quedaría más tranquilo. Álex no es mala persona, pero sé cómo se pondrá, Lucía me imagino mediará entre ellos, y si vais vosotros, será más fácil.
—¡Malditos críos!—exclamó Dani—Siempre se salen con la suya—mirando a su mujer— Cariño ¿Te apetece ir mañana a cenar a la tercera guerra mundial?
—¡Claro! Vámonos y buscamos los trajes de militar—respondió mirando su reloj—Será mejor que nos vayamos, es tarde—Los cuatro se pusieron de pie y Nerea se despidió de ellos tan afectuosamente como los había saludado.
—Mañana a las ocho en casa ¡No faltéis por favor!
—Tranquila pequeñaja—ya se lo decía por picarla nada más—Allí estaremos.
Una vez que salieron a la calle, se dividieron. Cuando llegaron a la moto Nerea se paró en seco.
—Estoy pensando que hoy ha sido un día de locos ¿No crees?
—Sí, bastante además—le pasó el casco a su amiga.
—Por eso se me ha ocurrido algo. Tal vez sea una locura pero—le levantó la visera del casco a Dan—¿Me enseñarías a montar en tu moto?