Toda una vida ( Trilogía Destino #3) (2014)

CAPÍTULO 11

Al despertar sintió como si le acabara de atropellar un camión cisterna, le dolía todo el cuerpo, y su tobillo había empeorado notablemente. Intentó ponerse de pie pero, al apoyarlo vio las estrellas. Cuando se acostumbró un poco al dolor, empezó a dar unos pasos para probarse, podía andar pero muy despacio. Una vez que se aseó y se vistió, se propuso ponerse sus botas altas, eran estupendas para el frío, pero una de ellas no le entraba. Después de maldecir al cacharro del infierno que le había hecho eso, optó por ponerse unas manoletinas, le apretaba un poco pero era mejor que nada.       

Con sigilo salió de su habitación y comprobó que no había nadie y se fue a trabajar. Una vez allí tardó diez minutos en subir las escaleras y llegar hasta el despacho de su jefa.

—Buenos días—saludó con pocas ganas.

—Hola—respondió Patricia en un tono poco amigable, vio como Nerea andaba—¿Qué te pasa?

—Nada, que soy un poco torpe y me torcí el tobillo. ¿Y a ti que te pasa?

—¿A mí? Nada, ya ves es una cosa muy común, a nadie le pasa nada aquí.

—¿He hecho algo para que estés enfadada conmigo?—se sentó y por fin descansó.

—¿Tú? ¡Qué va! Si tú no haces nada mal, por esos todos te aprecian y te quieren—se sentó en su sillón haciendo ver que miraba unos papeles.

—Estás así porque has discutido con Dan ¿verdad? Si te sirve de consuelo, ya somos dos.

—¡Anda!—comentó sarcásticamente—No os lleváis también como parece ¿no?

—Mira Patri, no sé qué te pasa o si yo te he hecho algo para que me trates de esta manera, pero si es así, lo siento—viendo que ni siquiera la estaba mirando decidió irse a trabajar—Si necesitas algo ya sabes dónde encontrarme.

Patricia se sentía mal con ella en parte, porque no tenía la culpa de nada. Pero por otro lado, ella inconscientemente le estaba robando la atención del hombre que le gustaba. Tenía que reconocer que se la estaban comiendo los celos, no podía pensar en todo el tiempo que su chico y Nerea pasaban juntos. Ella era de la opinión que un hombre y una mujer no podían ser sólo amigos y menos si vivían bajo el mismo techo.

Estaba siendo un día raro, para empezar le dolía hasta respirar y después la actitud de su jefa, tomó una decisión y llamó a su buen amigo Dan pero que hablara con Patricia.

—¿Estás ocupado?—su tono era serio, todavía estaba enfadada.

—No ¿Por qué?—también su voz era cortante.

—Llama a Patricia y habla con ella. No sé qué le pasa, me imagino que también está cabreada contigo y la paga conmigo, suma y sigue rubito.

Hizo memoria y recordó la última conversación que tuvieron, por lo visto aún seguía pensando lo mismo.

—De acuerdo, lo haré.

—Perfecto, a ver si le cambia el humor porque está más insoportable que el insoportable de su hermanito.

—¿El dinero que hay junto a mis llaves que es?

—Para que arregles tu juguetito y se te quite esa cara de mala leche que te cargas ¿Estamos en paz no? Si necesitas más dímelo.

—¿Crees que estoy enfadado porque me hayas abollado la moto? Que equivocada estás Nerea.

—¿Ahora soy Nerea otra vez?—debía de estar muy cabreado para llamarla así—No, no me equivoco rubito. Casi te rompo tu juguetito y eso te escuece. Lo siento vale, no debí hacer lo que hice, soy una irresponsable, pero intento enmendar mi error. Lleva la moto al taller y listo. Habla con tu… lo que sea Patri para ti. Adiós.

Él fue a responder pero no le dio tiempo, le colgó el teléfono. ¿Cómo habían cambiado tanto las cosas de la noche anterior hasta ahora? Estaba enfadado consigo mismo por haberse puesto así y con su amiga por pensar que lo que le importaba era la estúpida moto y no ella. ¡Era rematadamente idiota!

Llevó la moto al taller, pero no aceptó el dinero que Nerea le había dejado, por suerte solo era unos cuantos bollos y arañazos, en un par de horas estaba como nueva. Después, siguiendo el consejo de Nerea, se fue al periódico para hablar con Patricia. El despacho de ella y su amiga estaban uno al lado del otro, y desde fuera se podía ver lo que estaban haciendo. Patricia estaba hablando por teléfono de espaldas a la puerta y Nerea estaba leyendo papeles, anotando algo, con sus inseparables gafas y mordisqueando un bolígrafo. Era increíble la capacidad de concentración que tenía, aunque hubiera caído una bomba nuclear ella no se habría enterado de nada. Una voz lo sorprendió detrás de él.

—¿Qué haces aquí?

—Venía a hablar contigo ¿Puede ser ahora?

— Pasa a mi despacho si quieres.

Una vez allí cerró la cortina que tenía para cuando quería que nadie la molestase, ambos se sentaron.

—¿Qué problema tienes conmigo Patricia?—se le notaba aún que estaba serio.

—Contigo… ¿De verdad lo preguntas? No sé tal vez sea porque se supone que salimos y te pasas la vida corriendo hacia otra dejándome a mí.

—Eso no es verdad ¿Cuándo te he plantado yo a ti para irme con otra?

—Ayer mismo, cuando viste que tu amiga estaba mal hasta se te quitó el hambre y querías irte con ella.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.