Toda una vida ( Trilogía Destino #3) (2014)

CAPÍTULO 16

—No creas que me voy a comer eso, tiene una pinta asquerosa.

—Pareces una niña pequeña hija, vamos abre la boca—Lucía cogió un cucharada de aquella sopa aguada—Aquí viene el avión…—hizo zigzag con la cuchara en dirección a su hija.

—Vale, me lo como pero por favor aterriza el avión—le pidió muerta de risa.

Álex apareció y ya venía con todos los resultados necesarios, se sentó a los pies de la cama de su hija y la observó pero no dijo nada.

—¿Qué me pasa? Supongo que ya lo deben de haber averiguado—preguntó mientras alejaba la bandeja de la comida de su vista.

—Tienes una lesión cervical ¿Sabes a que se puede deber eso?

—Creo que sí pero eso no es lo importante. Lo importante es saber cuándo me voy a curar la dichosa lesión y si eso tiene que ver con los mareos y desvanecimientos que he tenido.

—Pues mucho, una de tus terminaciones nerviosas está siendo presionada por dos vértebras y además tienes toda la zona inflamada con lo cual acentúa la presión y de ahí el dolor y los mareos. ¿Has tenido algún accidente?

—Bueno más o menos, el otro día en un taxi—se lo inventó sobre la marcha—Estaba en un semáforo y nos dieron un golpe por detrás, es posible que haya sido eso.

—No lo creo—sabía que mentía—Si las cosas hubieran pasado tal y como tu las cuentas. Lo que tendrías sería un latigazo cervical y no un impacto. A tu padre quizás lo puedas engañar pero a tu médico no.

—Vale, no me pasó nada de eso. Hace días cogí una moto, quise aprender a llevarla, cuando por fin conseguí arrancar y acelerar, un coche se me cruzó y me caí, eso es todo.

—¿De quién era la moto?—quiso saber inmediatamente Lucía.

—De un amigo. Se la cogí prestada pero él no lo sabía. Se dio cuenta cuando vio lo rallada y abollada que había quedado—no quiso involucrar a su amigo para no empeorar las cosas.

—No sé por qué me da la sensación de que sé quién es el propietario de la moto y también me da que él estaba contigo. ¿Es así como quiere ganarse mi confianza?

—Papá por favor, ya no más—se incorporó de la cama y se sentó frente a su progenitor—Estoy harta de que seas tan frío conmigo. No sé si he hecho algo para molestarte pero si lo he hecho perdóname, por favor. Hay cosas en las que nunca estaremos de acuerdo y es totalmente normal pero no quiero seguir como hasta ahora, necesito a mi padre.

Sabía que sus palabras eran sinceras y a decir verdad, a él le pasaba exactamente igual, era incapaz de estar mal con su hija.

—Perdóname tú por ser un viejo cascarrabias—le dio un abrazo a Nerea como hacía tiempo que deseaba hacerlo. Los dos se quedaron mirando a Lucía que estaba llorando a mares.

—¿Y a ti que te pasa ahora mamá?—preguntó mientras se acercaba a ella—Estás muy llorona últimamente.

—Nada hija, que soy feliz—e inmediatamente después el abrazo de dos se convirtió en uno de tres.

—¿Entonces ya me puedo ir a casa no?—lo deseaba con toda su alma.

—Sí y no—respondió Álex.

—¿Cómo que sí y no? No sé qué quiere decir eso.

—Que sí, te vas a ir de aquí pero no para volver a tu casa si no a la nuestra.

—¿Pero por qué? Si ya estoy bien, te prometo que haré todo lo que me digas y no me pasaré de esfuerzos.

—Por favor quédate con nosotros aunque sea unos días—Lucía le echó una mano a su marido.

—Está bien, pero sólo unos días. Luego volveré a mi vida normal.

—Te lo prometemos, para esta tarde tienes que estar preparada para irnos.

Algunas horas más tarde, Nerea por fin se sintió persona otra vez, ya con su ropa puesta estaba preparada para irse. Sólo esperaba a que su madre fuera a buscarla. De repente escuchó su voz y la de alguien más ¡Era él! Después de estar un día sin saber nada de él estaba  contenta, ahora era su turno de pedir disculpas. Abrió la puerta lentamente, su madre que estaba de cara a la puerta la vio, Nerea le indicó que no dijera nada. Dan estaba de espaldas a la puerta y no se dio cuenta de nada, hasta que alguien le tapó los ojos y empezó a hablar.

—Espero que me perdones por ser una borde, una idiota, la bruja mala del cuento y muchas cosas más ¿Me perdonas?—le destapó los ojos y lo volvió hacia ella.

—Muchas cosas más, en eso estamos de acuerdo—no pudo evitar sentir un cosquilleo en su estómago, quiso hacerse el duro y el ofendido pero no pudo hacerlo porque ella lo estaba abrazando ¡Era una chantajista! Pero una chantajista a la que adoraba—Sí te perdono, pero la próxima vez piensa antes de hablar.

—Lo haré, lo juro—ni siquiera había saludado a su madre hasta ese momento—Hola mamá, ¿ya nos vamos?

—Sí, ya nos vamos—Lucía estaba alucinando con la escena que estaba viendo, si no supiera quienes eran esos chicos pensaría que eran un par de tortolitos enamorados. Pero eso no podía ser… ¿o sí?

—Bueno, creo que ya sabes que me voy con mis padres unos días a su casa, aprovecharé para que me consientan un poquito.

—Es una buena idea—para él no lo era porque no sólo dejaría de verla a diario sino que ni siquiera iba a poder ir a visitarla sin que su padre montara en cólera—Te llamaré para ver cómo te encuentras.




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